miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ausencia

Me gustaría madre, que cocináramos juntas, y después me gustaría poder llevarte al mall para que viéramos todas esas maravillas que exhiben los departamentos de cocina en las tiendas grandes. Compartíamos el gusto por esas cosas. Recuerdo la emoción que nos causaba a los niños y a mí, saber que vendrías a visitarnos. La emoción de la llegada de mamá es una sensación totalmente evocadora cuando somos grandes. Es tan poderosa la presencia de la madre y su influencia en nuestra vida, que pesar del tiempo y la distancia siempre está allí, siempre se siente. Yo tuve una madre bondadosa, complaciente, tranquila; ella sabía manejar las cosas de la vida con bastante serenidad, a veces con callada resignación. Me gustaría llevarte a visitar un jardín hermoso, ella amaba las flores, el mundo vegetal era objeto de siempre de su amoroso cuidado. Y me gustaría también llevarte flores, y ver cuanto te alegraban, llevarte una hermosa planta llena de promesas en botón, para ver la solicitud y el cuidado con que vigilabas el crecimiento de ese ser, porque eso eran para ti, seres vivos que debían ser cuidados y atendidos. Me gustaría llevarte a tu iglesia para que vieras a tus queridos hermanos que bendecías compartiendo lo que tenías. Qué bueno sería llevarte cualquier día de la semana a visitar alguno de tus pobres para quienes gustabas de hacer pan, dulces y cualquier otra cosa con que suplir sus vacías alacenas. Que maravilla sería abrirte la puerta cuando volvías del mercado hace años, con tus infaltables ayudantes de la calle, a quienes no dejabas ir sin un copioso desayuno caliente y un buen pago por sus servicios. Qué bueno sentarnos a conversar de tus años de juventud en la finca de los abuelos, y las añoranzas de aquellos tiempos de abundancia de comida y bienvenida generosa al hogar, de paz, de campo y de paseos a caballo, de familia... Me gustaría comprarte un vestido bonito y un bolso fino, también unos zapatos, tanto te gustaban estas cosas! No olvido cuando en el mes de junio, te encontré ya muy enferma y con la mente entre brumas y recuerdos confusos, me diste un regalo que guardabas desde hace meses para cuando yo fuera y me dijiste: "es un regalo chiquito, yo quería regalarle unos zapatos rojos". Ese era tu color favorito. Qué sabroso conversar con ese trato aparentemente distante y respetuoso con el que crecimos: "mamá, ¿a usted le gustaría que saliéramos a caminar?. Después encontré que los hermanos que nunca se fueron lejos, usaban ese tratamiento tan coloquial y tan propio de la región donde crecimos: "mamá, ¿vos querés salir?". Cómo me gustaría converar contigo de lo que pasó, de tu grave enfermedad, de tus pensamientos, tus temores, tus miedos frente a la muerte, la incertudimbre que te embargó en esos días, porque nunca supiste la enfermedad que padecías, quizás lo intuías... Qué bueno sería hablar contigo de esos días y de cómo te llegó la certidumbre de la muerte, de cuánto te consoló aquello en que creíste toda la vida. Cuán cercano sentiste al Dios en quien confiabas, si llegaste a entender o a aceptar lo inaceptable para tí, el fin de la vida. Cuando nos despedimos tuve la sensación de que no volveríamos a vernos, sin embargo, la muerte de un ser amado siempre nos sorprende, mamá murió a sus 88 años, pero ella hubiera querido llegar a los 100, por supuesto, en plena salud. Me gustaría invitarte a comer, madre; yo sé cuánto te gustaba ir a un restaurante de vez en cuando, o comprar bocadillos para llevar a casa, aunque nada disfrutabas tanto como cocinar para todos. Esta navidad te extrañaré, aunque fueron pocas las que pasamos juntas, pero sé que tenían para tí, particular encanto. Siempre voy a sentir tu ausencia, por ahora, tu recuerdo me oprime el corazón y siento las lágrimas y el sentimiento a flor de piel, pero un día quiero recordarte con alegría pero sobre todas las cosas... quiero volver a verte, volver a hablar contigo, volver a caminar juntas, a compartir el tiempo... sin despedidas!

jueves, 22 de noviembre de 2012

Recuerdo de una casa

Mis padres tuvieron vida de gitanos durante los primeros años de su vida de casados. Continuas mudanzas y cambios de pueblo y de ciudad, me hicieron conocer no pocas casas; puedo recordar algunas con bastante claridad.

Recuerdo perfectamente bien la madrugada en que llegamos a la última de esas casas. Veníamos del sur, de la cordillera fría y mis padres añoraban un clima más cálido. Viajamos toda la noche en el camión de la mudanza; la luna llena nos alumbró todo el camino y vimos el volcán Puracé vomitando fuego a lo lejos.

 Como a las 6 de la mañana llegamos al Valle y a nuestra casa; estábamos en Cali. Un largo pasillo a cielo abierto nos recibió al abrir la puerta, una brisa muy fresca llenaba la casa y la luz y el cielo azul le daban un ambiente de libertad a puertas cerradas. El pasillo daba directamente al fondo de la casa donde estaban el comedor y la cocina y después de éstos, un alto balcón que daba a una espléndida vista de la ciudad y el amplio valle.

 De día y de noche la brisa fresca y el hermoso escenario hacían de ese balcón un lugar verdaderamente acogedor; en las mañanas muy despejadas podía observarse a lo lejos el nevado del Huila con sus blancos picos. Abajo de ese balcón había un pequeño patio con una pila, un lavadero y un pedazo de tierra donde mi madre sembraba, desde semillas de pimentón hasta una hermosa mata de plátanos, helechos y flores.

La casa era antigua, ubicada en un barrio colonial en lo alto de una colina, una casa acogedora y clara; el sol, la luna, la lluvia y el viento estaban siempre de visita en ella y mi madre, que la habitó por 50 años, recibió allí a los hijos que se fueron y a los nietos lejanos; los que se quedaron cerca, fueron asiduos visitantes de la casa de la abuela.

 Mi madre acaba de llamarme para decirme que vendieron la casa y de inmediato me invadió una inmensa nostalgia; mis tres hermanos y yo crecimos o acabamos de crecer en esa casa y sentí como si me anunciaran que un ser querido se iba y que no volveríamos a verlo.

Trato de analizar mis sentimientos y no es apego a las cosas lo que siento, tal vez si, apego a los recuerdos, a los viejos recuerdos que poco a poco se hacen más presentes que las cosas que me ocupan hoy. Pensando en esa casa recuerdo a mis hermanos pequeños, a los viejos y queridos vecinos, doña Margarita y don Alfonso, encantadores y únicos en su amistad, doña Raquel, la querida enfermera amiga de mis padres; don Rafico y la señorita Josefina, que nos invitaban a ver en la sala de su casa las series inolvidables de "El llanero solitario", y la vida en "La Ponderosa".

Pensando en la casa, recuerdo el colegio de monjas, La Merced, donde mi hermana pequeña y yo estudiábamos a pocas cuadras de allí y las inolvidales fiestas navideñas con los diablitos y las murgas bulliciosas. Recuerdo también las novelas de la radio; no teníamos televisión en aquella época y a mi papá le gustaba una novela policiaca y de suspenso que escuchábamos en la cama y con las luces apagadas: "Chan... Li... Po" y también las veladas de comedia que oraganizaba el menor de los hermanos para contarnos chistes y hacer parodias.

 Pero mi madre tendrá ahora otra casa, una casa moderna y bonita como ella siempre quizo, deseo que el Señor le permita disfrutarla por largos y felices días. Ahora que "la casa" ya no es nuestra, que ya no es más la casa de mi madre, el velo del tiempo empezará a cubrir con la bruma del olvido su memoria...

jueves, 11 de octubre de 2012

Un viaje al sur del continente

SANTIAGO

Intento estas memorias para honrar la amistad siempre generosa de un sobrino chileno que ama ese país y aunque no nació allí, lo siente como suyo porque es la tierra de su padre y porque vivió allí días felices. Se ha dicho ya que el clima y la configuración geográfica influyen en el carácter de los habitantes de determinado lugar y en Chile esto es particularmente especial; el país aparece atrapado entre el mar y la cordillera y la amenaza de un terremoto colosal es una constante en la vida de los chilenos; estos elementos seguramente marcan de alguna manera notoria a sus habitantes.

Los chilenos por ejemplo, establecen fuertes lazos familiares con sus hijos que no se debilitan cuando estos se van. Son tiernos en la expresión de sus sentimientos y la gente gusta de la conversación alegre salpicada de anécdotas y buen humor. Cuando se les conoce más de cerca se hacen presentes exquisitos modales, gran generosidad y finas atenciones; le harán sentirse como en casa. En fin, que para conocer a los chilenos hay que acercarse a ellos, una impresión superficial y rápida no les hará justicia y para corroborar esto, debo decir que conocí allí en Santiago a la persona mas fina, atenta y amorosa que he conocido, un chileno que vuelca todo su interés y atención sobre sus invitados con verdadera y espléndida generosidad, y no creo que este ejemplo sea la excepcion sino la regla en este hermoso pais.

 Llegar a Santiago de Chile es una experiencia emocionante, la presencia de los magníficos Andes como silenciosos vigías al borde de la ciudad, le dan un aspecto asombroso. La ciudad es moderna, hermosa, limpia, pujante y progresista, con un sistema de transporte funcional, ordenado y seguro. Viajar en el metro por la capital es una experiencia del todo agradable, económica y segura. Fuimos al centro de la ciudad; era otoño, hacía frío y empezaban a caer las hojas de los árboles. El centro de la ciudad es como el de muchas ciudades latinoamericanas, abarrotado de negocios de todo tipo, y siempre lleno de gente que camina mirando las vitriinas, paseando, o con el apuro de quien tiene una determinada diligencia que realizar. Percibí pronto el olor a pan recién hecho y a galletas y repostería fresca.

 Los chilenos tienen la costumbre del té, como los ingleses, y en las panaderías la gente hace largas filas para comprar las galletas que serán el complemento perfecto para la hora del té. Recorrimos un barrio cercano al centro con muchos reustarantes pequeños y acogedores que ofrecían comida peruana y chilena. Después por una amplia y conocida avenida, caminando un buen rato, llegamos hasta el mercado, lugar que considero de obligada visita si se quiere conocer el alma de un pueblo, sus costumbres, especialmente su comida. No me sentí defraudada, las mejores empanadas chilenas,las comimos alli, lo mismo que un delicioso mote con huesillo, bebida más frecuente en el verano y hecha con granos de trigo y pulpa de durazno.

Otro día nos dirigimos en el metro en dirección completamente opuesta, hacia otro lado de la ciudad, hacia la cordillera. La presencia de esas montañas me conmueve siempre, me siento como si volviera a casa. El barrio se llama "Dominicos" y es el hogar de un hermoso convento colonial de los padres dominicos, tiene una preciosa iglesia, un parquecito encantador, y un mercado artesanal de lo más variado y concurrido, tal vez porque era domingo. Había todo tipo de trabajos artesanales; trabajos hechos en la hermosa piedra azul de Chile llamada "lapizlásuli" y otras hermosas piedras provenientes de las minas chilenas, tejidos, trabajos en vidrio, en madera, pinturas, cuero, en fin, un surtido verdaderamente representativo de la riqueza cultural de un pueblo y de las hábiles y artísticas manos de sus artesanos.

En la ciudad de Santiago, se han establecido desde hace algún tiempo, buen número de ciudadanos libaneses y palestinos, testimonio de este hecho son los restaurante con la deliciosa comida del medio oriente. Visitamos uno, "Sherahzade", encantador, maravillosamente evocador; creo que leí muchos cuentos de "las mil y una noches" cuando era niña porque todo lo que tiene que ver con la cultura levantina me resulta verdaderamente fascinante. El restaurante estaba ambientado con música que me sugería un mercado árabe por cuyas estrechas callejuelas huían unos esclavos por entre tapices, velos de colores, ánforas, canastas de nueces, frutos secos, especias y aromas. Un hermoso rincón árabe en Santiago.

 Un detalle más llamó mi atención en la ciudad; está llena de edificios altos, verdaderamente altos, y nuevos y más desafientes entán en construcción. Pienso que debido a los grandes terremotos que son historia en Chile, la gente no querría vivir en semejantes alturas, pero la tecnología y la ciencia han desarrollado medidas de seguridad que son evidentes en la ciudad, porque a poco tiempo de un terremoto de nuevo grados en la escala, no vimos ruinas ni cosa parecida. Hermosa ciudad, hermosa experiencia..


. VALPARAISO

Siempre quise conocer este lugar, el sur del continente, este sur ignoto de Neruda, este territorio "al sur de la distancia" como le llama el poeta.

Pongo especial interés en observar la gente, intento descifrar su esencia, deseo ver su índole más amable o su disposición contraria; pero ésta visita será breve y no se puede pretender tanto, aunque es inevitable recibir algunas impresiones y como tales las registraré.

Los chilenos lucen formales y entregados del todo al trabajo. Su país se ve próspero, seguro, con bajos índices de delincuencia y ni siquiera vimos huellas físicas del último terremoto de hace muy pocos años.

Valparaiso merece una mencion aparte, un lugar que me parecio intensamente interesante, que impacta con su presencia desde el primer momento. Pero comenzare por el principio, la mañana del viaje a Valparaiso nos sorprendio con un guia nicaraguense, extrovertido, amiguero, recursivo y hablador que a poco tiempo de haberlo conocido ya nos habia contado sus "obras, vida y milagros", pero era un chileno ma había adoptado su acento y sus costumbres y que nos entretuvo mucho el viaje con toda clase de anecdotas e informacion, a veces algo inverosimil, pero siempre oportuna.

Con nosotros viajaban hacia Valparaiso una familia de brasileros, unas seis personas, y aunque el español y el portugues son dos lenguas romances que nos permiten la posibilidad de alguna comunicacion, nuestro desinhibido guía daba explicaciones e información a diestra y siniestra, con un vocabulario de muy buen nivel y me parecía que los brasileños no estaban siendo muy bien ilustrados, pero como sucede siempre, la mayoria de los extranjeros se encoje de hombros y hace como que entiende.

El viaje a Valparaiso está marcado por la cordillera costera, mas baja que la majestuosa cordillera de los Andes, y fértiles valles ocupados por inmensos viñedos que van haciendo su aparición a lo largo del camino. El primer valle que encontramos fue el de Curacaví, una voz mapuche que segun nuestro guía diletante significa "piedra de la fiesta". Después encontramos otro valle llamado Casablanca donde producen uvas para el vino blanco. En este tramo hay una población en donde el índice de desempleo es cero; todo el mundo encuentra trabajo en la industria próspera del vino.

Me encantó el nombre de un viñedo en particular: "viña indomita", los sonidos de la última palabra tienen tanta fuerza como su significado. Algo curioso entre los letreros o señales al borde de la carretera: "Lo Orozco", "Lo Vasquez", no se si esta forma de decir tiene una historia o una orígen; el guia, que siempre tenia una explicacion para todo, nos dio una que no me parecio convincente. ¿Sera quiza asi debido al acento de los chilenos que con frecuencia omiten la "s" cuando está entre dos vocales?.

Y así nos fuimos acercando a Valparaíso; lo primero que nos mostró el guía fue una cárcel moderna, aparentemente recién construída sobre un cerro, con una espléndida vista al mar. No es algo común para los presos tal privilegio, pero supongo que algún poeta habrá entre ellos. Al llegar a lo alto del cerro, observamos el imenso mar Pacífico golpeando con olas llenas de espuma los altos acantilados; el día fresco y soleado nos permitía observar un paisaje asombroso.

La población de Valparaíso se amontona en los cerros y abajo, junto al mar, en una estrecha franja, el puerto con sus muelles, sus grúas los edificios del gobierno y unas estrechas callejuelas con interesantes construcciones de un pasado sin ninguna duda más próspero y rico en los tiempos cuando el salitre era una fuente de riqueza para Chile y no existía aún el canal de Panamá, haciendo de este puerto un importante lugar para el desembarco de productos de todo el mundo y famosos personajes.

Desafortunadamente los nuevos medios y formas de comunicación, los terremotos con su inmesa carga destructora, hicieron que toda esa prosperidad desapareciera. Valparaíso es un pueblo que me pareció algo así como la representación del mapa físico de Chile, un lugar atrapado entre el mar y la cordillera. La población trepa por los innumerables cerros a lo largo de la costa, lucen poblaciones abigarradas, pintorescas, llenas de color y vida cruzadas por una increíble red de caminos que van por entre callejuelas hasta la cima.

Visitamos el cerro donde está la una de las famosas casa de Neruda, "La Sebastiana", convertida hoy en un interesante museo desde donde se observa el mar y la parte plana de Valparaiso. Me pareció encantador el ambiente al menos en esa calle que pasa frente a la casa del poeta. hay pequeños restaurantes de comida casera, y las casas adornadas con plantas y flores, ostentan en una placa colocada en lugar visible en la pared, hermosas frases de los poetas chilenos, en especial de Neruda. Este cerro en particular es habitación de no pocos pintores y las escaleras estrechas que llevan a sus casas están pintadas con interminales dibujos, pinturas y grafitis, llenas de mensajes y color. Un lugar sumamente interesante y lleno de vida.

En este cerro visitamos también un pequeño parque habitado por las esculturas de tres insignes poetas chilenos: Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Vicente Huidrobo; la pequeña plaza estaba ocupada también por ventas de artesanías, pasamos sin comprar nada aquí, los chilenos no son invasivos, ofrecen amablemente, pero no insisten.

Luego se sale de Valparaíso hacia Viña del Mar, las poblaciones están separadas solamente por un corto tramo de carretera que bordea el mar, en un paisaje absolutamente espléndido, pero el constraste entre las dos ciudades es también asombroso. Las diferencias socioeconómicas son claras, por demás evidentes, una pequeña cuidad, bien cuidada, limpia, con sus elegantes casas y mansiones, edificios de apartamentos con balcones llenos de flores, tiendas de las más famosas y exclusivas marcas, calles sombreadas por árboles frondosos y jardines bien cuidados.

A esta ciudad vienen a trabajar muchas personas desde Valparaiso, y luego, Viña del Mar también se sube a los cerros, un barrio de clase media alta, puebla este cerro que tiene como los de los pobres también, la maravillosa vista al mar, que en sus ignotas profundidades ha guardado por siglos, las olas fatídicas que suelen acompañar los terremotos, aquí, como dice Neruda, "cada ciudadado lleva en sí un recuerdo de terremoto". Y esto es real, hablé con un habitante de estos cerros, que me dijo que aún dormido siente que la tierra se mueve, tiene miedo. "Es un pétalo de espanto adherido al corazón de la ciudad". Visitamos también la ciudad de Chillán, hermoso lugar también, más frío y lluvioso que Santiago, y así nos despedimos de estos bellísimos paisajes, de su gente, su asombrosa geografía y su generosidad. Viaje al sur del continente

lunes, 12 de marzo de 2012

El pasado

El otoño es una época hermosa en estos parajes del norte; hermosa pero de una belleza frágil, vulnerable, que durará muy poco y después de eso, los árboles perderán sus hojas con todo su esplendor y colorido y su interior descarnado y sin atractivo, quedará expuesto.

Se pueden ver entonces árboles de troncos fuertes, robustos, altos, otros de tronco y ramas retorcidas que exhiben deformidades y los hay cuyas ramas parecen brazos que terminan en manos de largos dedos suplicantes. La naturaleza es muchas veces un espejo de las épocas de la vida humana, cada una hermosa en sí misma, la que corresponde al otoño, más frágil que las anteriores... aunque puede ser la más fuerte... quién sabe... la mejor.¿?

En el otoño de nuestra vida, es posible que nos veamos enfrentados con el pasado, en una época cuando ya nos sentíamos a salvo de él, cuando somos cuestionados o peor aún, juzgados y esos juicios no nos favorecen. Sentimos entonces un llamado a la reflexión, a la introspección, para tal vez emitir nuestro propio juicio sobre aquellas acciones.

Habrá que juzgar nuestros propios motivos, hay que considerar las circunstancias y tratar de ubicarlo todo en su justa dimensión. ¿Podremos hacerlo? La edad nos proporciona algunas ventajas: un poco de madurez como para concedernos el derecho a equivocarnos y no juzgarnos con tanta dureza; algo de sabiduría que nos ayude a ver nuestras fallas, reconocer las debilidades y buscar los motivos que animaron nuestros hechos.

Para algunos, no encontraremos justificación; estuvo mal. Para otros habrá atenuantes: juventud, inexperiencia, impulsividad, falta de valor.

Pero... ¿se puede desandar el camino? De alguna manera, tal vez sí, tal vez se pueda hablar de ello, con calma, con serenidad. Consigo mismo primero y después con quien nos juzga, si es que nos brinda la oportunidad.

Cargamos a nuestras espaldas, a medida que envejecemos, un enorme fardo de recuerdos, algunos de los cuales quiesiéramos abandonar, en la medida en que en ocasiones, son capaces de quitarnos la paz de la mente y del espíritu.

Creo que cada recuerdo e incidente que amenace la paz del alma, hay que traerlo a juicio y resolverlo, y finalmente... saber que, "por la entrañable misericordia de Dios", es posible recibir y retener la paz de su presencia en nuestra vida.

"Con una sola vida
no aprenderé bastante,

Con la luz de otras vidas
vivirán otras vidas en mi canto". P.N

martes, 6 de marzo de 2012

Cabos sueltos

Me encantan los aromas que despiden algunas hierbas y especias como la albahaca y la canela.

Me gustan sólo los perfumes con suave olor cítrico.

Odio los zoológicos. No me gusta ver los animales encerrados en jaulas, atrapados, tristes.

Me encantan las tormentas, con agua o con nieve, son emocionantes.

La carcajada de un niño pequeño, me parece el sonido más gozoso y encantador que existe.

Me gusta la gente sencilla y buena, sin pretensiones.

La gente efusiva, que expresa sentimientos buenos de forma libre y generosa, me cae bien.

Los zapatos con diseños femeninos y delicados, como de muñecas, me encantan.

Me gusta mucho el colo azul, tal vez por melancólico.

No me asusta la soledad, me gusta mi compañía.

Considero la gratitud como la mejor de las virtudes.

Me siento absolutamente feliz en un espacio abierto y oscuro que me permita ver la noche estrellada.

Sueño con conocer Marruecos, pero no me gusta viajar... ¿?

Sueño con ser la dueña de una parra y verla producir.

No hay para mí mejor compañía que la de un buen libro.

Me gustan los caminos rurales, largos y sombreados.

Me asombra y me sorprende la variedad y la belleza de la naturaleza vegetal.

Amo las montañas y me entristecen las planicies.

Me encanta hacer pan, es como participar en la realización de un milagro.

Extraño el sonido de las campanas en la torre de la iglesia de un pueblecito lejano.

Me gustan las camas blandas y las almohadas suaves.

Me encantan los sonidos seductores de un hermoso poema..

Me encanta la hora del crepúsculo.

No me gustan las dicusiones porque no creo que alguien tenga que ganarlas; creo más bien en el respeto por la opinión o el credo ajeno.

Desconfío de los conservadores, prefiero a los liberales.

Siento desconfianza de los que aseguran saber lo que Dios quiere que los demás hagan. Intentan manipular.

No me gustan las imposiciones.

Detesto las posiciones "machistas"

Creo que debemos proteger a los más débiles.

Creo en el amor, en la bondad, en la buena voluntad de las personas.

Me gustan las ciudades cruzadas por un río.

Odio que me tomen fotografías; no soy fotogénica.

Rechazo totalmente la intolerancia y la violencia; defiendo el derecho que cada uno tiene de ser respetado en sus ideas y creencias.

Un vaso de leche fría y un banano pecocito, pueden ser una comida perfecta.

Me conmueven los ancianos con la fragilidad expresada en los ojos húmedos.

Extraño las cartas escritas a mano que el cartero traía a mi puerta.

Me encanta una cocina con ventanas que me permitan mirar afuera mientras cocino.

Me encantan los pisos de madera, color miel.

Me encantan la navidad y los niños.

Me fascina la calidez y el encanto de la familia reunida.

martes, 24 de enero de 2012

Amistad

Mucho se ha escrito sobre el concepto "amistad"; hay frases hermosas y memorables que la definen y hasta la Bilbia tiene algo que decir al respecto: "Amigo hay más unido que un hermano" y también: "El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo".

Creo que la amistad se define desde un ámbito muy personal, en realidad, desde esa dimensión se emiten las frases y citas sobre la amistad. Todo depende de la propia cosmivisión, de una forma particular de ser, de una disposición del ánimo que hace a la persona ser sociable o reservada, de su disposición para dar y también para recibir, de un carácter noble y generoso o egoísta y demandante.

Como persona reservada que soy, mi definición de amistad está muy influída por esa disposición de ánimo, de manera que la amistad personificada en alguien siempre presente, casi invasiva no es precisamente lo que yo desearía. Pero debo decir también, que curiosamente me he encontrado personas que contrastan totalmente conmigo en su forma de ser, y llegamos a ser muy buenos amigos, porque definitivamente creo que la primera característica de una amistad verdadera es la aceptación.

Entiendo claramente que cualquiera pude disentir, todos somos diferentes, de forma tan variada como puede ser la manera de entender la amistad. Trato de recordar a mis amigas de la infancia, y tengo recuerdos muy borrosos de vencinitos, compañeros de la escuela, incluso los niños de la familia que en mi caso siempre estuvo lejana en razón de las distancias que nos separaban; pienso que por lo general, los amigos de la primera infancia nos son impuestos por las circunstancias, rara vez tenemos la oportunidad de escogerlos, lo cual no quita que se conviertan en memorables y duraderas.

La primera amistad que recuerdo con mayor claridad, es la de una chica en la secundaria; al salir de la escuela cruzábamos el centro de la ciudad para dirijirnos cada una a su casa; creo que era un poco mayor que yo, muy delicada en sus modales y su trato con los demás, y parecía mayor que todas nosotras sus compañeras, en el hecho de que a todas luces, parecía que cargaba con responsabilidades que los demás aún no teníamos, por eso ella parecía siempre más seria, más hábil en el manejo de las relaciones. Un fin de semana cualquiera,fui con mi madre a una de las tiendas del centro para comprar algo. Ella estaba allí, al otro lado del mostrador, no pareció sorprendida de verme, ni trató de evadirme, me saludo con suavidad y me sonrió ofreciéndome su ayuda. Yo tampoco pregunté nada. Trabajaba en esa tienda los fines de semana, y como en la escuela, nunca se había mencionado el hecho, nunca lo mencioné a nadie, aunque ella tampoco me pidió que guardara el secreto.

Más adelante conocí un par de jovencitas, dos chicas negras de trato dulce y alegre; ellas venían de una población cercana a la ciudad donde yo vivía; en mi época y mi entorno las relaciones interraciales estaban exentas de todo prejuicio, las recuerdo con mucho cariño, compartimos muchas horas de alegres conversaciones y juegos, de estudios y clases y fueron para mi un ejemplo de amistad desinteresada.

Como he mencionado antes, me he cambiado de residencia muchas veces a pesar de un profundo y contradictorio sentimiento de arraigo que siempre me abruma, así que las amistades que recuerdo tuvieron siempre ausente un sentido de permanencia. Siempre me fui, como dice el poeta, "de todas partes a otra parte".

Pero no todas fueron fugaces, algunas han permanecido a pesar del tiempo y la distancia, de esas amistades perdurables que lo superan todo, aunque a intervalos porque a veces perdimos contacto, y alguna circunstancia las hizo presentes de nuevo con el mismo cariño la misma solicitud y generosidad incondicional, y era un volver a empezar como si el tiempo no hubiera transcurrido entre nosotras, sin preguntarnos nada, sin pedir disculpas ni dar explicaciones, la amistad permanecía intacta.

Una de esas entrañables amigas, tiene una curiosa historia, porque se convirtó en mi amiga cuando ella era una niña de 12 años y yo tendría unos 22. Han pasado muchos años, 35 o más, pero su amistad es un motivo de alegría y una fuente de alegres recuerdos cada vez que nos encontramos, yo sé que puedo contar con ella, y ella sabe que cuenta con nosotros. Amiga entrañable y generosa como pocas.

Pero así como todo en la vida de los seres humanos es pasajero, creo que las amistades que hacemos a lo largo de la vida, no tienen necesariamente que ser para siempre. Una amistad puede terminar, y ello no quiere decir que no existió o que no hubo sentimientos puros ni verdaderos en ella, puede ser también fuente de gratos recuerdos, de gratitud, de alegría.

La amistad, es una disposición del corazón para dar, pero también para recibir, es necesario estar abierto en ambas direcciones.
Como con cualquier otra relación humana, pienso que la regla de oro: "has con otros como quieres que sea hecho contigo", es una norma que debe regular una buena amistad, y como toda relación humana también es siempre frágil.

miércoles, 4 de enero de 2012

La única abuela que conocí

Tendría yo unos diez cuando mis padres regresaron a su tierra para visitar sus hogares paternos, o mejor, la casa paterna de mi madre, porque los padres de mi papá ya habían muerto.

Mis padres había salido de su tierra, dentro del mismo país, para ir lejos, hacia el occidente; la razón básica para ello creo que era el hecho de que mis padres se habían enamorado y los padres de la joven, familia con recursos, no veían con buenos ojos al advenedizo pretendiente que no tenía mucho que ofrecer. En tales circunstancias, los dos decidieron escapar y casarse más adelante en el camino de la huída.

Escuché a mi padre varias veces contar esta historia con lujo de detalles, ya he dicho que era un excelente narrador. El primer pueblo adonde decidieron establecerse, creo que fue el pueblecito donde nací, Miranda, muy lejos del hogar que mi madre había dejado. Sirva esto como introducción al relato que quiero hacer sobre mi abuela. Pasaron años antes de que mis padres se decidieran a volver; unos doce. Largo tiempo, especialmente en aquellos días todavía muy lejos del desarrollo de las comunicaciones que tenemos hoy. Quizás en todo ese tiempo nunca se habían comunicado, no lo sé con seguridad.

Mis padres organizaron el regreso para visitar a mis abuelos maternos; tengo la vaga idea de que mi madre preparó regalos para llevar a su familia; ella siempre los tuvo en mente, tanto a sus padres como a sus hermanos, a quienes ella mencionaba y de quienes contaba anécdotas siempre. Imagino que ella extrañaba a su familia, pero nunca le oí quejarse. De vez en cuando alguno de sus hermanos nos visitaba, pero era una familia muy lejana por causa del tiempo y la distancia.

Emprendimos el largo viaje en autobus, en aquellos tiempos eran mas de 20 horas por increibles paisajes de montaña; habia que cruzar la alta y fria cordillera y volver a bajar hasta llegar a la ciudad donde mis abuelos vivian. Recuerdo que habia cierta tension por la inminente visita, no llegamos directamente a casa de la abuela, sino que nos hospedamos en un hotel del centro. La ciudad era pequeña, ubicada al borde de la selva al oriente del pais.

Los abuelos ya no vivian en la casa de la finca, ahora vivian en la ciudad en una amplia casa muy cerca del centro, la casa era del estilo colonial de las casas en mi pais, con altas paredes, un gran patio interior a cielo abierto, y al fondo de la casa, las cocinas y el comedor.
Fue alli donde vi a mi abuela por primera vez, hubo mucho revuelo ese dia cuando llegamos y los recuerdos son confusos, mis padres se preguntaban cómo los recibiria mi abuela a doce años de la huida y ahora con cuatro hijos, yo, la mayor de ellos.

Recuerdo que la vi sentada en una mecedora, me pareció una señora grande y robusta, de gesto adusto, con fuertes rasgos de autoridad
en su rostro, su peinado era sencillo, recogido atrás, usaba aretes con piedras grandes de hermoso color, y anillos de igual estilo. Cerca de ella estaba mi abuelo, un hombre que me pareció pequeño con grandes y gruesos lentes. Es curioso, pero no recuerdo abrazos ni emociones, recuerdo unos abuelos muy distantes, lo que sí recuerdo es la cocina, aún los aromas que las ollas despedían. Los alimentos que se sirvieron esos dias, me dan una medida de la alegria y las emociones que nuestra visita provocó en nuestros abuelos, la comida era la expresión de amor y bienvenida, de emociones contenidas por tantos años.

La abuela tenía a su servicio unas señoras que seguian sus indicaciones en la cocina, pero ella dirigia todo con cuidado. Recuerdo que los sabores y los aromas me hicieron entender el origen de la cocina de mi madre, había fogones de leña que le daban a los platillos sabores muy auténticos y peculiares, las aves y las carnes frescas acabadas de llegar del campo, las hierbas sembradas en el patio, los quesos artesanales de varios tipos hechos en su propia finca, el chocolate espumoso, caliente y delicioso en cada desayuno y cada cena, los diversos pnecillos de queso, horneados en horno de leña, todo me parecía asombroso por la cantidad y la variedad.

Mi abuela me pareció una mujer fuerte, mi madre contaba en sus anécdotas que aunque en aquellos tiempos la última palabra la tenia el jefe de familia, mi abuelo siempre la consultaba antes de cerrar un negocio, y no tomaba decisiones importantes sin escuchar la opinión de ella.

Después del buen recibimiento dejamos el hotel para trasladarnos a la casa de los abuelos. Al día siguiente, hubo un paseo a los lugares donde mi madre habia crecido y trabajado con sus padres antes de casarse e irse lejos. Mi madre amaba los caballos, la música de guitarras y las canciones que cantaban en las tertulias y fiestas. En la finca hubo una reunión con los hermanos y sus familias y una comida memorable.. Habia mucha comida al estilo campesino, carnes de aves y animales criados en la finca, plátanos, yucas, arroz, hierbas frescas, todo cultivado allí mismo. Un río enorme y caudaloso cruzaba la finca. La comida fue preparada de una manera que no he vuelto a ver; habian abierto un hueco en la tierra, el fuego ardia en el fondo, la comida fue puesta sobre el fuego en vasijas de barro y tapado luego con grandes hojas de plátano, y luego las piedras y la tierra que se habia sacado para abrir el hueco. Después de unas horas, se destapó de nuevo el hueco y la mítica comida fue servida en una gran mesa sobre enormes hojas de plátano, limpias y frescas. El olor que aquella comida despedia removía todas las papilas gustastivas, y el sabor...verdaderamente inolvidable.

En medio de todas estas andanzas, yo no recuerdo a mi abuela, no veo a los niños con ella... y asi nos despedimos y regresamos a casa.
Volvi a ver a mi abuela una sola vez más, cuando era una jovencita de 16 o 18 años, fui con uno de mis tíos que haría un viaje en su camión y regresaría a nuestra ciudad. Estuve una semana con mis abuelos, y la experiencia fue muy parecida, los abuelos tenian ahora un hotel en la ciudad, que ellos mismos administraban; me presentaron a parientes cercanos y lejanos que pasaban en las mañanas o en las tardes a saludarlos, eran unos señores muy respetados. Eran cariñosos conmigo, me invitaban a comer con ellos, pero siempre algo distantes. Durante esa semana pasé algún tiempo con una tia amable y cariñosa que me invitaba a visitarla en su casa. Tenía ella unas manos maravillosamente hábiles, capaces de convertir cualquier cosa o material en un objeto hermoso. Tenía un taller de costura y artesanías de mucho prestigio en la ciudad, yo la admiraba profundamente, era la encarnación de mujer virtuosa de aquellos tiempos; cosia, pintaba, hacía muñecas, bolsos, y muy diversos objetos, cocinaba con verdadera maestria, era emprendedora y dueña de su propio negocio.

Mi abuela me regaló esta vez un vestido azul y un anillo de oro con una hermosa piedra de color rosa. No recuerdo abrazos en esta visita tampoco ni amorosas expresiones físicas de cariño, pero sí las atenciones con las que me lo expresaba. Creo que alguna otra vez vino a visitarnos a nuestra casa. Eran otros tiempos...muy lejanos ya, y entre padres e hijos, abuelos y nietos la relación era muy respetuosa, el amor se expresaba de otras formas; hoy las cosas han cambiado, y lo celebro, pero el tiempo fugaz que pasé con mi abuela lo recuerdo con vaga nostalgia, simplemente ése era el orden de las cosas... No volvi a verla más.

martes, 3 de enero de 2012

Arianita

"Babú, cuando tu eras pequeñita, ¿te pusieron ese nombre?" Creo que empieza a pensar que es un nombre muy extraño, como de hechicero medieval, aunque a mí me parece encantador. " No mi amor, ese nombre me lo pusiste tú cuando eras pequeñita y empezabas a hablar." "¿Y tienes otro nombre?" Sus ojos oscuros chispean de curiosidad esperando mi respuesta. "Si, tengo otro, me llamo Ruth" ¿Si? dice ella como tratando de asimilar el descubrimiento. "Te llamas Ruth, así que perdiste tu nombre..." reflexiona con seriedad; " y Papo (el abuelo), ¿tambièn perdió su nombre? " "Si, se llama Tevni, igual que tu tío... "

Ella asume que los nombres que nos da, son los verdaderos nombres; me abraza, me da besitos en las manos y en la cara y me dice: ¡"Babú, te quiero tanto!". ¡Qué maravilloso regalo es el amor de los nietos! Esta encantadora conversación sucede una noche en mi casa, mientras la acompañaba a dormirse, o al menos a intentarlo, porque a ella le parece que dormir es perderse un poco de la vida que acontece a cada minuto..

Arianita es una niñita encantadora, alegre como un cascabel, activa, independiente, espontánea, extrovetida, y conversadora. Le encantan los niños y la gente, sin importar si los conoce o no, si vienen a su casa o están en la calle, en el parque o en las tiendas. Es decidida y valiente frente a las circunstancias que le toque afrontar ya sea que las elija ella o que le sean impuestas, como la noche de sábado cuando salimos a pasear para ver el alumbrado de navidad y al llegar al parque quiso bajarse para caminar sobre la nieve; le dije que hacía mucho frío y que aún bien abrigadas, lo íbamos a sentir, pero me dijo: "no importa Babú, vamos". Después de caminar unos 100 metros en el intenso frío, le dije: "Mira, allí nos viene siguiendo el Papo en el carro por si nos da mucho frío y queremos regresar." ¿Dónde? me dijo vivamente interesada. "Allí, míralo" Entonces lo vio y tomándome decidida de la mano me dijo: "Aaah, entonces vamos al carro". Era evidente que tenía mucho frío, y al encontrar una salida honrosa, la aprovechó; de otra manera, creo que habría caminado un poco más.

La escuela es para ella un lugar fascinante, porque está lleno de niños, y tiene allí muchos amigos; un buen día llegó a su casa con una novedad: "mami, me voy a casar con Dovanan (Donovan), y vamos a tener un perro. (La madre suspira aliviada). Ama a sus maestras, "mis Missy" y "mis Tifany", y a pesar de ser tan extrovertida y conversadora, cuenta sus aventuras en casa dosificándolas y reservando información según le parece conveniente. Si la madre comienza a indagar sobre algún detalle más de lo "prudente", ella no cuenta más y dice simplemente "no sé". "Arianita, dice la mamá, ¿qué más hicieron después de jugar?". La niña contesta: "aaaahh, no sé mami, no sé" y es mejor dejar las cosas allí porque ella no hablará más del asunto.

Tiene toda la incansable curiosidad de los niños de su edad; tengo entre los adornos del estante de libros, un pequeño cuadro que presenta la fotografía de un hermoso tigre posando en un paisaje de montaña, de pronto me pregunta: "Babú, ¿cómo hiciste para tomarle esa foto a este tigre?, ¿cómo hiciste para que no te mordiera?". Oh, estaba distraído, le digo yo que no quiero deshacer su inocente suposición.


A sus 4 años, ama la navidad con todas sus luces y sus adornos, "Santa" es su personaje favorito, ella asegura que es real, que existe y que vendrá en la nochebuena a traerle regalos, a pesar de que la madre le ha dicho claramente que lo de "Santa" es un cuento y que sus padres son los que compran los regalos. Ella reacciona enojada ¡Sí existe, él va a traer los regalos, sí existe!. Ella creerá lo que ha decidido creer. Fin de la discusión.

Es una edad maravillosas la de los 4 años, la niña cree que es de ley comer palomitas de maíz mientras ve una película y piensa que el día que nieve, será navidad y "Santa" bajará por la chimenea; le encanta comer en McDonald, aunque no le permiten ir allí más que de vez en cuando. Le gusta la ropa y los accesorios con adornos de lentejuelas, su color favorito es el rosa, aunque, bueno... también el azul y el café. Es feliz en el carrusel que está cerca de nuestra casa y el animal favorito para montar es "el soldado caballo", un caballito verde con aparejos de batalla. Le encanta dibujar unos alegres y risueños renos de larga cornamenta; supongo que el tema cambiará cuando pase la época navideña.

Le gustaría mucho ser niño para que no le desenreden el cabello, pero no quiere que se lo corten. Le encanta hacer galletas de navidad y después decorarlas con chocolate derretido y con "sprinkles" (adornitos diminutos para decorar galletas o pasteles), los cuales añadió generosamente, mientras estuvo conmigo, a cualquier otro alimento, desde la sopa hasta un taquito de frijoles y queso; varias veces me lo ofreció asegurándome que estaba riquísimo, y me pareció que tenía razón. Le gusta desayunar con 7 pancakes, (no creo que sea una cábala bíblica) muy pequeñitos y untados de "nutela" (el comercial es gratuito).

Es feliz jugando a las escondidas con los abuelos, pero es tan miedosa que no toma su turno sola para evitar sufrir un susto muy grande al ser sorprendida. No le gustan las muñecas, pero ama los peluches, los perfumes, las botas brillantes y los tenis con lentejuelas, y tener el cabello largo.

Sus juguetes favoritos son los carritos de "cars 2" los "legos", los rompecabezas, los juguetes electrónicos como todos los niños de su generación; es amorosa, expresiva y peliona (nadie es perfecto), le encanta una historia de la Biblia antes de dormir, venir a casa de sus abuelos sola, aunque después de algunas días de no ver a sus padres, se pone loca de contenta cuando los vuelve a encontrar.

Los niños son los personajes más ingeniosos y divertidos que existen y pasar un tiempo con ellos es absolutamente refrescante y una experiencia afectiva maravillosa. Cierro mi pequeño texto con una frase de mi nieto de 7 años, un niño reflexivo y tranquilo que siempre me ha brindado su amor y su confianza. Estaban ya todos listos para el ritual de abrir los regalos de navidad, y yo volví a la cocina por un momento para buscar algo; el niño notó mi ausencia y fue a buscarme; me dijo: "Nana, ven porque la navidad no va a ser buena sin tí".

Dios bendiga a mis preciosos nietos, su amor y aceptación incondicional no tienen precio, son un maravilloso regalo.

jueves, 10 de noviembre de 2011

La cocina de mi madre

Cuando yo era niña, por alguna razón, a mi madre no le gustaba que nos metiéramos en la cocina para ayudarla a cocinar, siempre decía que no quería que oliéramos a cebolla. A pesar de esta circunstancia, la cocina siempre fue uno de mis lugares favoritos, además como mi madre cocinaba muy bien, los aromas y los procesos que se llevaban a cabo en ese "laboratorio" siempre fueron motivo de curiosidad para mí.

Las cocinas de campo, con carbón o leña me resultan fascinantes, nada de evocaciones de los cuentos infantiles con brujas batiendo misteriosos brebajes en un enorme caldero en medio del fuego y el humo de una oscura pocilga; a mí traen el recuerdo de aromas, sabores reconcentrados de vasijas de barro, envueltos en el inconfundible sabor a humo emanado de la leña o el carbón; estos elementos le aportan sabor y características muy especiales a los alimentos y mi madre tuvo de estas cocinas en alguno de los tantos lugares donde vivimos. A medida que yo crecía tenía más oportunidad de meterme a la cocina y espiar las habilidades culinarias de mi madre. Era un estilo de cocina... digamos... rústica, nativa, auténtica, de la tierra de nuestros abuelos donde ella se había criado.

Cuando sali de mi casa y fui a vivir a otros países, aprendí por ejemplo, que la mayoría de la gente tomaba otros desayunos muy diferentes de los míos, era común el cereal de trigo, maíz, o arroz,, el pan dulce, el yogurt y las famosas y prácticas cajas de cereal que pueblan los comedores de la modernidad. Los desayunos de mi infancia y mi juventud temprana, consistían en chocolate caliente bien batido, espumoso y aromático; arepas con queso, o buñuelos dorados y deliciosos, o pandebono, un tipo de panecillo hecho con harina de maíz y bastante queso. horneados a alta temperatura. Pero también preparaba mamá unos deliciosos plátanos verdes, fritos y machacados después sobre una piedra adecuada para tal fin, hasta quedar convertidos en una deliciosa masa moldeable y suave. Esto se comía acompañado de huevos revueltos con cebolla y tomate y no pocas veces se acompañaba también de carne guisada. Eran desayunos muy variados y maravillosos, llenos de sabores tropicales. Por todas estas fragantes razones, nunca he podido disfrutar del desayuno civilizado que después conocí en otras culturas.

Solamente en México disfruté de desayunos a mi gusto, aunque con elementos diferentes. Siempre que teníamos un desayuno de trabajo, yo preguntaba qué clase de desayuno sería ese, porque si iba para encontrar yogurt, cereal y fruta picada, prefería dormir hasta un poco más tarde. Los desayunos mexicanos me encantaron: chilaquiles verdes o rojos, tamalitos, huevos rancheros, tacos, etc, etc, etc. No quiero nada dulce en mis desayunos, excepto el chocolate, aunque los mexicanos tienen una deliciosa variedad de panecillos dulces para acompañar esta comida tempranera.

Pero quiero volver a la cocina de mi madre; ella solía preparar una buena variedad de deliciosas sopas para el almuerzo, eran en sí mismas una comida completa, recuerdo la sopa de masitas, con alverjitas verdes, cebollas, cilantro. Estas sopas siempre las hacía en una base de sustancioso caldo de huesos bien carnosos, o de caldo de gallina, al final preparaba una masa de maíz amarillo de buen sabor y con las palmas de las manos elaboraba algo así como delgados palitos de masa que añadía a la sopa y dejaba hervir por un rato más. La sopa de cuscus, era otra de mis favoritas, sin contar el suculento sancocho de gallina.

Estas sopas y muchas más que no menciono eran sólo parte de la comida del medio día, después venía el arroz con carne guisada, o con pollo en salsa, vegetales bien aderezados y los infaltables plátanos verdes fritos, ya fuera como patacones o en rodajitas; también eran frecuentes los plátanos maduros asados y rellenos de queso fresco. Me parece que comíamos bastante, pero las largas caminatas de aquellos tiempos, la comida casera cocinada con tiempo y el placer de comerla en buena compañía, nos mantenían bastante saludables.

En las cenas generalmente había algún tipo de panecillos como los que ya mencioné o arepas acompañadas de algo como carne con vegetales guisados, maravillosos envueltos de choclo o tamalitos de maíz tierno, como les llaman en otros lugares, y una buena taza de chocolate. Otra bebida común de mi infancia para esta hora de la cena era preparada con panela puesta a hervir en un olla especial con canela y clavos de olor. Se dejaba hacer tan dulce como se deseara y se tomaba añadiéndole un chorrito de buena leche fresca. También se le podía añadir en lugar de leche, unos buenos trozos de queso freco y entonces se tomaba con una cuchara. Era nuestra famosa aguapanela que también servía como efectiva medicina en caso de un fuerte resfriado y entonces se servía con bastante jugo de limón. Una humilde bebida típica, presente siempre en muchos hogares, tanto como el chocolate o el café, pero por alguna razón, éste último no era el favorito de mis padres.

Mamá preparaba también deliciosas conservas de frutas, estas se acompañaban con una pequeña porción de queso fresco, o con alguna rosquilla de consistencia suave y deliciosa para mojar en la miel de las conservas. Ella era sumamente creativa en la cocina, le encantaban los postres y a medida que se empezaban a importar recetas y comidas de otras culturas, mamá adoptó también los pasteles, o tortas como se les llama en mi país, aquellas que son hechas a base de harina, mantequilla y huevos, como el pastel de chocolate, o de vainilla, etc. los cuales también le quedaban muy buenos.

Un día llegó mi padre con una gran novedad, un amigo lo había invitado a comer a su casa, y allí había probado una ensalada de repollo que tenía mayonesa; tanto le gustó que le pidió a la señora el nombre del ingrediente y desde ese día mi madre preparaba deliciosas ensaladas de repollo, lechuga y demás, con aderezos de mayonesa. ¡Habíamos descubierto este imprescindible y famoso elemento culinario!.

Había una bebida muy especial que mamá preparaba ocasionalmente: sabajón; era verdaderamente especial y deliciosa, preparada con leche, muchos huevos batidos, añadidos después a la leche caliente mientras se batía vigorosamente; era aromatizada con esencia de vainilla y tan dulce como a mi madre le gustaba. La preparaba, siempre que lo hacía, para la hora de la cena. ¡Exquisita!. Creo que llevaba también algún chorrito de licor, porque en ocasión de esta bebida, las tertulias de sobremesa eran más largas y las historias más fantasiosas.

Mientras recordaba la navidad de mi infancia, hablé de los tamales de mi madre, únicos de verdad, y las empanadas complementadas con un delicioso ají con cebolla y cilantro finamente picados, son las mejores empanadas del mundo, preparadas con una masa de maíz amarillo, el relleno tiene una mezcla de papa amarilla picadita con carne o pollo y alverjas. Este relleno debe permanecer jugoso una vez terminada la preparación de las empanadas que terminan por freirse en aceite caliente. Relato estas memorias con todo respeto y consideración por mis amables lectores, pues todos tenemos recuerdos maravillosos de la cocina de madres y abuelas cuyas inigualables habilidades culinarias hicieron las delicias de las reuniones familiares.

Mi madre decía que "recordar es vivir"; creo que es cierto, cuando hacemos memoria valoramos de manera especial y amorosa algo de lo que nos legaron padres y abuelos y reconocemos una vez más el amor y la dedicación que tuvimos la fortuna de disfrutar. Las comidas, por sencillas que fueran, eran una de las formas que las mujeres tenían para expresar amor por los suyos; precisamente el elemento fundamental para una comida deliciosa. Ahhhhh, ¡qué tiempos aquellos!

domingo, 6 de noviembre de 2011

Mi padre

De espíritu emprendedor, alegre, trabajador incansable, malhablado incorregible, padre de familia, conversador ameno de gran imaginación, un verdadero narrador del "realismo mágico" cuando aún éste no se había inventado.

Me hubiera encantado tener la posibilidad de grabar todas sus historias, sólo recuerdo algunas; sus hermanos, primos, tíos y otros parientes nos visitaban ocasionalmente, lo cual me dio la oportunidad de notar que el talento para la conversación era un asunto de genética familiar. Esas reuniones cuando ellos venían eran realmente memorables, y lo que recuerdo de mi infancia y juventud como elemento permanente entre nosotros, era la conversación. Casi llegué a sentir que el silencio era poco menos que ofensivo, o cuando menos descortés, cuando había varias personas juntas. Los adultos hablaban mucho, y también eran atentos y buenos para escuchar a quien tenía la palabra. En mi tierra hay un dicho para cuando alguien habla largamente sin dar a otro la oportunidad: "X., toma la palabra y se sienta en ella".

Cuando leo a García Márquez o a Alvaro Mutis, no puedo menos que recordar a mi padre, no sólo como protagonista, sino también como narrador. En uno de sus relatos favoritos, contaba sus andanzas por el gran río Amazonas cuando era un joven en la marina; nos sorprendía con las descripciones del paisaje y los escenarios. Nunca he olvidado el incidente de una comida en el barco con sus compañeros: Si se les acababa la ración de carne, debían cazar, y por supuesto que la abundante fauna de la selva les proporcionaba muy variadas oportunidades, aunque poco ortodoxas, para alimentarse. Se preparaban para dispararle a unos monos que podían avistar en los árboles más cercanos. Uno de los soldados disparó hiriendo a un pequeño monito, que sin embargo no cayó al agua, sino que se aferró de la rama que lo sostenía. Se produjo una gran algarabía entre los demás monos, una hembra se acercó inmediantamente al herido, lo tomó en sus brazos, y con gran angustia arrancaba hojas e intentaba detener la hemorragia del animalito... Mi padre asegura que la carne de mono es bastante sabrosa. Yo sentía verdadero rencor hacia los insensibles marinos.

Mi padre se enorgullecía de ser el proveedor de su familia; no éramos gente rica, pero no éramos pobres, nada nos faltó, ni siquiera educación que en aquellos tiempos, era a veces un lujo.Tenía mi padre sus problemas con las cuestiones del "buen decir"; considerando que él no había tenido oportunidad de mucha escuela y sus hijos estaban estudiando, a veces nos dábamos el lujo de hacerle alguna corrección: papá, no se dice "yo me esforzo", sino, "yo me esfuerzo" . ¿Ah, si? contestaba él, se dice "yo me esfuerzo" en lugar de "yo me esforzo"; y volvía a repetir la frase corregida como reflexionando y después declaraba con autoridad: "pues a mí me parece que así como ustedes dicen se oye muy mal" y lo seguía diciendo como a sus finos oídos les complacía, sin hacer caso de más.

Utilizaba un sinúmero de dichos para ilustrar sus conversaciones, le gustaba leer y en ocasiones nos sorprendía con alguna cita interesante, aunque sus dichos eran nuestros favoritos, mucho más graficos, divertidos y llenos de sabiduría. Era amigable y extrovertido como nadie, al punto de entablar conversación con un extranjero cuyo idioma no conocía, como un hombre alemán que se encontró una vez y que acabó llevando a casa y se quedó a vivir allí como un año.

Tenía mi padre unos amigos que apreciaba mucho, eran hermanos de un amigo de su juventud, dos sacerdotes jesuítas, si mi flaca memoria recuerda bien la órden religiosa a la que pertenecían; eran dos hombres eminentes, profesores universitarios, sumamente cultos y a la vez muy sencillos, con la nobleza y generosidad de los sabios. Nos visitaron en nuestra casa en varias ocasiones. Pero una de esas visitas quedó grabada en mi memoria para siempre.

Los sacerdotes vestían sus sotanas, como era común en aquellos tiempos, y complementaban su vestimenta con un crucifijo grande colgado al pecho. Pues mi padre, inspirado quizás por la presencia de los evidentes crucifijos, les soltó este verso memorable: "En tiempos de bárbaras naciones, colgaban de la cruz a los ladrones, y hoy que estamos, en tiempo de las luces, de los ladrones, cuelgan las cruces". Recuerdo con toda claridad la reacción de los sacerdotes; se miraron uno al otro sorpendidos y estallaron luego en una sonora carcajada, mi madre se levantó de la mesa muy abochornada con la excusa de traer algo de la cocina, y la conversación continuó animada por buen rato más. Me quedaba claro que la intención de mi padre no era en absoluto ofender a sus ilustres huéspedes, sino quizá llevarlos a alguna reflexión o conversación que a él le interesaba, y al parecer los buenos amigos asi lo entendían también.

Vivíamos en el sur del país y mi papá deseaba comprar un carro, una camioneta para poder llevar a su famila y para desarrollar cierto proyecto que tenía en mente, y como seguramente era demasiado dinero para sus posibilidades, se dispuso a fabricarlo. El era un hombre con mucha inventiva, creo yo que muy inteligente, nos sorpendía con soluciones a nuestros problemas del libro de álgebra de la secundaria, a las cuales llegaba con intrincados cálculos mentales. Llegaba a la respuesta correcta, pero no podía indicarnos el proceso. Por aquellos años, en mi país llegó a estar prohibida la importación de autos, lo cual dio lugar al desarrollo de la industria nacional y de todo el ingenio y habilidad de los mecánicos que eran capaces de crear las piezas para reparar los autos americanos de antes de la prohibición y mantenerlos andando y en perfectas condiciones sin importar cuán viejo fuera el modelo. "La necesidad es la madre de la industria" decía mi padre.

Una tarde, papá llegó muy contento a casa; todos salimos a ver la novedad: acababa de comprar un chasis sobre cuatro ruedas y su entusiasmo era tal que ya lo llamaba "la camioneta". Pocos días después, con la ayuda de sus amigos mecánicos, consiguió un viejo motor, un radiador, unos amortiguadores, tuercas más, tuercas menos y pasaba en el taller todas sus horas libres desarrollando su "modelo".

No tardaron mucho en echarlo a andar y lo trajo a casa con la intención de darnos "el primer paseo en la camioneta" Ojalá pudiera dibujarlo, que así lo describiría mejor. Era sólo el chasís con la transmisión, motor y radiador al frente, con su respectivo timón de manejo, montado sobre cuatro ruedas; supongo que también tenía frenos y faltaba toda la carrocería y los asientos, Pero mi papá no se desanimaba por pequeños detalles. Había atravesado cuidadosamente unas tablas para sentar a sus cuatro pequeños, y en otra delante de nosotros irían él y mi madre.

Ëramos solamente unos niños y alegremente nos acomodamos en esa especia de "híbrido motorizado"; no era muy seguro, es cierto, pero daríamos sólo una vuetecita alrededor de la casa. Demás está decir que fuimos la diversión de cuantos nos veían pasar; a los niños no nos importaba, me pregunto cómo se armaba de valor mi madre para acompañar a mi padre en sus excéntricas aventuras.

Debo decir que papá consiguió ponerle al carro la carrocería y los asientos, lo cual lo convirtió en una verdadera camioneta con buena capacidad para toda la familia, y en la cual hicimos no pocos viajes por las cordilleras visitando las aldeas con la mercancía que papá vendía en los mercados de los domingos.

Mi padre era incansable y emprendedor, no se si la lista que intento haga honor a todo lo que hizo en intentó hacer a lo largo de su vida. Fue mayordomo, socio de un cura en la administración de procesiones e indulgencias y una distribuidora de ladrillos; tuvo una tienda bien surtida, que conservó con mucho éxito por algún tiempo hasta que mi hermana menor enfermó y los médicos recomendaron llevarla a vivir a un lugar de clima frío. Entonces vendió todo y nos fuimos al sur del país. Allí tuvo una fábrica de ladrillos, fue cacharrero en los mercados campesinos y después montó una fábrica de granito y materiales finos para fachadas y pisos, tuvo una finca grande en la cual fue agricultor, alguna vez buscó unas minas y fue adepto fervoroso de la medicina naturista, aconsejando y "recetando" con verdadera vocación.

Nos enseñó el valor del trabajo, a ser "comedidos" frente a cualquier necesidad de ayuda, nos decía siempre: "el que es comedido, se gana lo que está escondido". Lo visité hace poco, en el pueblecito donde vive, nunca le gustó vivir en las ciudades, ahora es un ancianito tranquilo, atento y servicial como siempre pero disminuído en sus facultades a causa de la edad. Siempre me conmueve mucho visitarlo y conversar con él. Considero que fue un buen padre, nunca nos desamparó mientras lo necesitamos.

Escribo esto pensando en mis hijos y en mis nietos, pensando en que necesitarán conocer algo de sus antepasados para encontrar o afirmar su identidad, saber de dónde vienen, conocer a los ausentes.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Navidad

Se avecina una época hermosa, y además estoy en una época de la vida en la que se busca atesorar los recuerdos, hacer memoria y fijarlos para convertirlos de alguna manera en algo real que podamos compartir con otros, al menos con los nuestros en la intimidad de la familia, lo cual podría aportar quizás un poco de cohesión e identidad a las nuevas generaciones.

La navidad me trae evocaciones muy gratas porque sin duda tengo que agradecer el haber tenido una niñez con buenos recuerdos. En los tiempos de mi infancia en mi pais, la navidad no era el asunto eminentemente comercial que es hoy en día. La globalización y los avances increíbles de las comunicaciones han hecho que muchas sociedades adopten formas nuevas, costumbres, estilos, ideas, etc. No diré que esto sea negativo quizás en la medida en que podamos conservar las propias, reconocer nuestras raíces, nuestro pasado y transmitirlo con cariño a nuestros jóvenes, nuestros hijos y nietos.

La primera y más distintiva señal de la cercanía de la navidad, en nuestra casa, eran los preparativos que hacía mi madre para el "dulce de navidad" que por cierto solamente se hacía y se comía en esta época del año. Mi madre compraba ya en la primera semana de diciembre las frutas que necesitaba, como los limones, que había que hacer pasar por un proceso más o menos largo de "desamargado" para lo cual los ponía a hervir en una olla grande por varios días consecutivos, cambiando el agua y sacando la pulpa con una cuchara hasta que quedaba solamente la corteza bien delgadita y sin el sabor amargo que le es caraterístico.

En este momento preparaba ya los higos, la papaya, la canela, los clavos y vertía todas estas frutas debidamente cortadas; limones,higos y papayas, en una "paila" de cobre que permitía a las cáscaras de limón recuperar un hermoso color verde brillante. Mucho azúcar y a hervir sobre la estufa por buenas horas hasta llenar toda la casa y el vecindario de un maravilloso olor a conserva de frutas.

Cuando mi madre daba por aprobado el proceso, ya faltarían unos tres o cuatro días para la navidad, o mejor dicho, para la nochebuena, pues en esos tiempos se hacía muy bien la diferencia entre "navidad" y "nochebuena". Empezaba entonces un transitar incansable entre vecinas intercambiando platos y delicias de cada cocina. Mi madre "exportaba" sus delicias entre amigos, vecinos y familiares.

Otra cosa era la preparación de los tamales que empezaba unos dos o tres días antes de la navidad. Los tamales de mi madre no tienen comparación, en sabor y originalidad, y los empezábamos a comer tan pronto estaban hechos y hasta varios días depués de navidad.

¿Y el árbol de navidad? No, en aquellos tiempos, esa "moda" no nos había llegado. Lo nuestro eran los pesebres, estaban en las casas, en las iglesias, los parques, las plazas y en cualquier espacio suficientemente grande para congregar a los fieles y rezar "la novena del Niño", la cual comenzaba, si no recuerdo mal, el 15 de diciembre y terminaba el 24 con el nacimiento del Niño Jesús. Estos hermosos pesebres o "nacimientos", como los llaman en otros lugares, eran confeccionados de acuerdo a la creatividad de los miembros de cada familia. Los había enormes, con derroche de elementos bíblicos, una hermosa aldea entre colinas. con luces dentro de las casitas, uno que otro pozo para sacar agua, camellos, gente con los atuendos característicos del Medio Oriente, pequeños rebaños de ovejas aquí y allá, pastores en las colinas de los alrededores, y en lo alto de la colina más destacada, el pesebre en que se alojaban José y María. Por el largo camino ascendente, los reyes del magos. ¡Era hermoso! me emociona recordarlo. En los días previos a la confección del pesebre, muchos se iban al campo para buscar musgo y diversos tipos de lianas y hierbas con que preparar el escenario. Todo esto se podía encontrar también en los mercados dedicados especialmente a vender todo lo necesario para estas fechas.

Los días, y en especial las noches, se pasaban entre la confección del pesebre familiar y las visitas a los de los vecinos y alrededores y era la excusa perfecta para probar toda clase de platillos regionales como buñuelos, natilla, panecillos, dulces, tamales y mucho más. Las calles de nuestro barrio eran amenizadas por todo tipo de "murgas", grupos musicales autóctonos, que muy ruidosos y acompañados de alegres "diablitos" y otros disfrazados hacían las delicias de los niños y adultos que salían a bailar a la calle a su paso.

Los padres preparaban obsequios para los niños, que como yo los recuerdo, no eran en absoluto ostentosos ni en gran número; cada niño recibía uno o dos modestos regalos, los cuales eran disfrutados al máximo. Por mi parte, me esfuerzo en recordar los regalos que pude haber recibido en navidad, y mi ingrata memoria sólo me trae el recuerdo de una muñeca con una hermosa cara de porcelana, bellamente pintada con grandes ojos y boquita en flor, con el cuerpo de trapo, y vestida con un lindo trajecito; también las manitas y los pies eran de porcelana. Estas características hacían a la muñeca especialmente frágil, razón por la cual, pasaba guardada la mayor parte del tiempo. Recuerdo que mis hermanos recibían carritos de madera pintados con colores brillantes y tengo también el recuerdo de un hermoso perro "salchicha" que se movía con gracia al ser halado por una cuerda que tenía atada al cuello. Estos son los juguetes que recuerdo, supongo que fueron más, pero quizás éstos que menciono, por alguna razón, lograron hacer un "nido" más permanente en mi memoria. Cenábamos la nochebuena y en la mañana de la navidad nos despertábamos a buscar debajo de las almohadas el regalo que nos había dejado el Niño. A "Santa Claus" en realidad, lo vine a conocer mucho después, cuando ya nadie ponía un obsequio debajo de mi almohada.

Era de ley estrenar un vestido nuevo para la navidad, y mi madre se esforzaba mucho porque esto se cumpliera en nuestra casa; el día de navidad todos teníamos ropas confeccionadas por ella para la especial ocasión. Las comidas de cada día de esta bulliciosa y maravillosa época eran acompañadas por largas tertulias en las que mis padres contaban historias, atendían visitas, y recordaban a los ausentes.

Mi madre fue siempre una mujer muy compasiva, y no se olvidaba de los indigentes, especialmente de los niños y siempre buscaba la manera de alegrar alguna familia en necesidad, a los que pasaban por nuestra puerta pidiendo algo, y a los niños que le ayudaban a traer la canasta del mercado. Era la navidad, como ella lo veía, una época para compartir; nosotros éramos testigos y participantes activos pues no pocas veces ella repartía nuestras "pertenencias" entre sus beneficiados.

Yo recuerdo que en casa, nunca nadie comía solo, en primer lugar porque las horas de las comidas estaban bien establecidas, desayuno en la mañana, almuerzo al mediodía y la cena al atardecer; cada comida se servía cuando todos estaban presentes y listos para participar de ella; quizá por eso, me embarga la nostalgia y la soledad cuando tengo que comer sola. Tal vez estamos profundamente influídos por nuestra infancia y hay recuerdos, costumbres que subyacen profundamente en nuestro interior, y de los que no podemos sustraernos.

Hoy las navidades son muy diferentes de las mías, hermosas también, con mucha mezcla de otras costumbres y tradiciones que yo no conocí de niña, que se han ido añadiendo a mi familia con el correr de los años, con las estadías en otros países, con la llegada de otras familias a la nuestra y con tantos cambios e influencias imposibles de soslayar. Ha sido posiblemente una forma de enriquecimiento de costumbres y formas de ver la llegada de la navidad y el fin del año. Ya es familiar para mí, asociar el frío con estas fiestas, y en los últimos años la nieve, que como en las hermosas tarjetas de navidad que admiraba cuando era una jovencita y me parecían irreales, ahora no sólo son reales sino deseables porque es navidad.

Ojalá que el verdadero sentido de estas fiestas, esté presente siempre en los corazones, para que nunca olvidemos que lo importante, lo esencial en ellas es el amor, la mutua compañía y el deseo de compartir lo mucho o lo poco que haya con otros, especialmente el maravilloso don del amor que el Cielo nos dio en Jesús.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Niño migrante

He visto con frecuencia en estos últimos años, lo difícil que puede ser para los niños y sus padres la adaptación a un ambiente nuevo , con el agravante de un idioma nuevo además.

Pero, he visto también que las dificultades de los niños, en nada se comparan con las de los padres, en lo que atañe al aprendizaje de un nuevo idioma. Tanto en unos como en otros, es cuestión de tiempo, pero para los niños la dificultad se reducirá a sólo unos meses. En ellos fluye de manera mucho más natural puesto que están desprovistos de muchos temores, complejos y prejuicios que agobian a los adultos.

Además, es conocido lo que dicen los especialistas en la materia; los niños no tienen aún establecidos patrones linguísticos fijos como los adultos, por lo tanto están mucho mejor preparados para aprender mucho más rápido el nuevo, o los nuevos idiomas. Es verdaderamente sorprendente la cantidad de idiomas que un niño podría manejar con sólo estar colocado en el ambiente propicio para aprender idiomas.

Dije al principio que es una cuestión de tiempo, el niño necesita como con la lengua materna, escucharla primero para poder aprenderla, y después aprender a hablarla. Los padres suelen estar muy ansiosos, porque naturalmente que los niños pueden sufrir un poco de ansiedad y temor cuando se encuentran en un ambiente en el que no pueden entender lo que los demás dicen. Los padres además, quisiéramos evitar a nuestros niños todo sufrimiento, pero no es posible, ni siquiera provechoso para el desarrollo del pequeño.

Tengo un nietecito de siete años, es un niño inteligente y despierto, que aprende con facilidad; es algo tímido, especialmente si no conoce bien el ambiente. Pues bien, cuando fue por primera vez al preescolar, su maestra le reportaba a la madre que el niño permaneció calladito por varias semanas, hacía las cosas que le pedían y desarrollaba las actividades pero sin hablar. De pronto, cuando él se sintió seguro, comenzó a participar y a opinar verbalmente con la maestra y sus compañeritos y en cuestión de meses hablaba en nuevo idioma con fluidez.

Mi nietecita tiene ahora cuatro años y acaba de entrar al preescolar; todos en la familia deseamos un rápido aprendizaje de inglés para la niña y especialmente, que ella no sufra ansiedad y estrés en el proceso; es inteligente y vivaz pero al contrario de su primo, ella es sumamente extrovertida, le gusta la compañia de otros niños y no parece importarle que hablen un idioma diferente. Desde el primer día se esfuerza por comunicarse con la maestra y con sus compañeritos como puede: pequeñas frases, palabras sueltas, gestos, señas, y en general está avanzando a muy buen paso, su maestra informa que se comunica mejor cada día.

Dos niños diferentes en espìritu pero que se muestran igualmente hábiles para aprender un nuevo idioma, al igual tantos otros pequeños. Veo que lo importante es entender el proceso y saber que con toda seguridad la espera no será larga. Necesitan sí del apoyo incondicional de sus padres, de confianza en sí mismos y ánimo diario para superar los días difíciles en tanto pueden ver la luz al final del túnel. Lo que inevitablemente vendrá luego es la batalla por que no abandonen la lengua materna, pero ese es un tema que merece consideración aparte.


miércoles, 11 de mayo de 2011

La vida

La vida se me figura representada por la cosecha. Puede ser abundante y generosa, plena de frutos maduros y dulces,
pero también se cosechan no pocos cardos y espinas ardientes.
La felicidad, ¿no existe acaso?, ¿en qué consiste?.
En un viaje ligero de equipaje, libre de penas, llanto y amarguras cosechados aquí y allá a lo largo del camino;
hay que juntar todo esto, ponerlo al fuego y esparcir las cenizas en el viento.
Reconciliado ya con uno mismo, al fin todo está bien... todo está en paz.

martes, 3 de mayo de 2011

Ayer

Dicen que no todo tiempo pasado fue mejor, y seguramente que es así, pero hay que admitir también que hubo muchas cosas buenas y que tenemos magníficos recuerdos de décadas pasadas.

El mundo de hoy nos maravilla con sus avances científicos y tecnológicos, me siento agradecida por ellos, pero me invade la nostalgia al recordar los tiempos de mi infancia. ¡Cuánto han cambiado las cosas! . En mis tiempos por ejemplo, no había televisión, pero las veladas eran maravillosas.

Recuerdo que mi padre era un gran narrador de cuentos y aventuras que sasonaba muy bien con detalles bastante increíbles de su juventud y sus tiempos como marino en el ejército. Nos contaba sus travesías por el río Amazonas, la forma como aprendió a manejar un carro, los días cuando conocío a mi madre y se enamoró de ella, sus negocios en sociedad con los curas, historias de sus hermanos y familiares lejanos y así, incontables relatos que llenaban las horas antes de irnos a dormir y en las sobremesas de los domingos. Había ocasiones en que dedicábamos las veladas a los cuentos de miedo, con los clásicos aquellos que nos hacían erizar la piel como "la llorona", "el jinete si cabeza", "los vampiros", y a la hora de dormir y apagadas las luces, todos queríamos juntarnos en una sola cama para ahuyentar a los fantasmas de los sueños.

Creo que la imaginación se enriquecía mientras escuchábamos y creo que la televisión ha hecho que las nuevas generaciones pierdan un poco de esto porque ya no hay nada que imaginar, todo está dado en la pantalla, es como ver la película en lugar de leer el libro.

Hay además formas de juegos que se perderán o se perdieron hace tiempo ya; en las noches los niños salíamos a jugar con los vecinos en plena calle mientras nuestros mayores conversaban sentados a la puerta de sus casas, y alrededor de las 10 de la noche el llamado a dormir volvía a traer silencio y serenidad a las calles, ausente por fin el vocerío alegre de los niños; me parece que no teníamos miedo de peligros acechando en los alrededores.

Cuando teníamos sed, bebíamos agua de la llave, no se vendía en botellas, eso lo conocí muchos años después. El castigo físico solía ser la solución a los problemas de comportamiento y la relación con los padres era muy respetuosa, no tenía ese sentido de igualdad que es tan natural en nuestros días. A los padres en aquellos tiempos no se les trataba de "tu", el tratamiento era de usted y cuando llamaban se les contestaba con un "señora" o "señor", al menos así era en mi tierra, y la verdad es que no quedamos traumados ni con huellas psicológicas por causa de ese trato en el que era más marcada y evidente la autoridad de los padres que la amistad entre padres e hijos.

Cuando veo los cuidados que se toman los padres para equipar a sus niños antes de aprender a usar la bicicleta, río para mis adentros, recordando mis tiempos; no había cosas tales como cascos, rodilleras, bicicletas con ruedines para el aprendizaje, se aprendía así no más, los golpes eran parte del proceso, y probablemente eso era lo que hacía que se aprendiera aceleradamente, en cuestión de un par de angustiosos intentos, todo quedaba resuelto y el ciclista podía presumir sus destrezas frente a sus amigos, puede que con un par de dientes menos, pero ya muy seguro.

Los vecinos eran casi parte de la familia y no era porque las madres pasaran el tiempo en las casas de unas y otras, creo que era porque estaban siempre dispuestos todos, hombres y mujeres, a ayudarse solidariamente en caso de necesidad, y las señoras se compartían bocados y recetas de sus cocinas con generosidad y alegría.

En aquellos tiempos tampoco se conocían cosas tales como "comida rápida", se comía en casa, y el concepto de rápido era quizás lo menos probable ya que la hora de comer era haciendo acto de presencia a la mesa y había que esperar que todos llegaran a la convivencia gastronómica; mi madre siempre se lucía con deliciosos platillos. Ni se conocía tampoco la "comida orgánica", ya que posiblemente toda lo era y tampoco existía preocupación por la obesidad, esto no era cosa común en las ciudades y menos en el campo. La gente caminaba mucho todos los días; para ir a la escuela caminábamos largos tramos y los adultos lo hacían para ir al trabajo; las bicicletas eran de uso común y el juego al aire libre era de ley todas las noches entre los niños del barrio. Los paseos de los domingos siempre estaban constituídos por largas caminatas aún si era necesario llegar al lugar en autobús, a partir de allí había que caminar un largo trecho hasta el lugar de recreo. Creo que era la razón por la cual la obesidad no era conocida en esos días como un problema de salud pública.

Me parece además que la transmisión de valores familiares era más evidente y marcada que hoy tal vez en razón del tiempo que los padres podían dedicarle a sus hijos: "mijo, salude al señor, déle de mano, ayude a la abuelita a cruzar la calle, esas cosas no las dice la gente decente, no hables con la boca llena, etc, etc, etc". Había tiempo para todo eso, la ausencia del televisor, las computadoras, los juegos electrónicos y demás, lo hacían posible. Y no es que esté en contra de estas cosas que resultan tan útiles e imprescindibles hoy, sólo hago un recuento nostálgico de tiempos idos.

Creo que todo el ambiente contribuía a ayudarnos a apreciar lo que teníamos y a disfrutar la vida valorando la mutua compañía, la amistad, el tiempo pasado en compañía de otros, el poder escuchar a los mayores con los relatos de su pasado y sus antepasados y poder conocer a los ausentes ya fuera por la distancia o porque ya no eran parte de este mundo. Creo que hoy hay menos tiempo para todas esas cosas valiosas, pero si el lector coincide en alguna de estas añoranzas conmigo, sólo significa que éste no es nuestro tiempo, el nuestro es de varias décadas atras... no digamos cuántas.

"Ahora,
tiempo, te enrollo,
te deposito en mi caja silvestre
y me voy a pescar
con tu hilo largo
los peces de la aurora!" P.N

miércoles, 6 de abril de 2011

Mujeres en contexto

Una querida amiga me hizo en estos días una alusión sobre la "mujer de proverbios"; volví a leer el texto en cuestión, tan antiguo como desprestigiado porque supone, por lo general, la visión de una mujer sumisa y hacendosa recluída en el hogar y me hice algunas reflexiones que me dispongo a compartir.

La tendencia es a pensar que estos textos, por antiguos, deben ser considerados obsoletos ya que no reponden a las realidades y los contextos actuales ni a los paradigmas de la época. Pues bien, yo encuentro todo lo contrario, es decir, la descripción de "la mujer de proverbios" podría corresponder muy bien a los conceptos de "mujer del siglo XXI". ¿Una exageración? No lo creo, si lo consideramos desapasionadamente y libres de prejuicios.

Lo primero sería, por supuesto, ubicarnos en contexto de los tiempos salomónicos y tratar de hacer una justa equiparación con los actuales en los que soplan vientos de liberación, independencia y equidad que aplaudo y considero justos para la mujer.

En las culturas del oriente medio, es sabido que la valoración de la mujer es tristemente pobre y limitada en cuanto a oportunidades y trato, por eso me resulta interesante y sorprendente el texto de proverbios que resulta en un elogio de la mujer virtuosa.

Consideremos en este caso la "virtud" en términos de bondad, excelencia, integridad o mérito, que son los aspectos que veo como más destacados en el texto a que hacemos referencia en Proverbios 31. Definitivamente, ésta mujer tiene una inusitada independencia que sorprende al lector de un texto tan antiguo, pues se la señala haciendo negocios, comprando propiedades, vendiendo bienes, elaborando productos, tomando decisiones ("considera la heredad y la compra"), participando activamente como fuerza productiva en la generación de riquezas.

El texto usa una hermosa figura para describirla, ella es "como nave de mercader", trabaja de forma incansable, es administradora y considera la viabilidad de sus negocios, mira el porvenir con optimismo porque su familia está segura mediante el fruto de sus esfuerzos y emprendimientos.

"Fuerza y honor son su vestidura", figura que puede implicar el carácter íntegro con que ella desempeña sus funciones de empresaria, pero no es todo con respecto a la mujer del texto antiguo, el hecho de que sea productiva y negociante no la hace egoísta y centrada en sus riquezas; es compasiva y bondadosa, se acuerda del pobre, del necesitado y comparte generosamente de la abundancia que posee.

Como consecuencia de sus acciones y de su carácter, su marido y sus hijos reciben buen nombre y reconocimiento, es mujer sabia, capaz de aconsejar, de asesorar, de dar apoyo y compartir ideas. ¿No corresponde ésto a una mujer de nuestros tiempos?.

En el ambiente de los tiempos difíciles que vivimos, hoy más que nunca se necesita el concurso de las mujeres que con su aporte contribuyen a hacer una sociedad mejor.

"Ordenadora, pasas vibrando como abeja
tocando las regiones perdidas por la sombra,
conquistando la luz con tu blanca energía.

Y se construye entonces la claridad de nuevo:
obedecen las cosas al viento de la vida
y el orden establece su pan y su paloma." P.N

jueves, 17 de marzo de 2011

La hora de la tragedia

Me refiero a las tragedias que nos traen los medios, porque en realidad, la vida en este "valle de lágrimas", está llena de ellas, en el ámbito público y en el personal. En realidad la tragedia siempre es personal, puede ser que tenga a veces connotaciones colectivas, pero siempre es personal.

La tragedia de dimensiones aterradoras tocó a la puerta esta vez en Japón; un pueblo que nos ha sorprendido con su comportamiento, con la forma estóica de manejar sus emociones, de enfrentar sus pérdidas, de disimular el miedo y la incertidumbre, con su espíritu altamente cívico, respetuoso, incluso amable. Son las imágenes que la omnipresente televisión y la ineludible internet nos traen a diario.

Es maravilloso como las culturas en nuestros tiempos, gracias a la tecnología , trascienden sus fronteras y la diversidad que llena el hogar común que es nuestro mal cuidado y deteriorado planeta, nos deja ver que tenemos mucho que aprender unos de otros.

Pero éste sería otro tema, ahora quiero hablar de la tragedia, en medio de ella ocurren milagros de supervivencia, de tenacidad y de valor y entrega sin límites. Dos de los grandes valores de la cultura japonesa son el trabajo y el honor; un grupo de hombres, entre técnicos e ingenieros exponen su vida hasta las últimas consecuencias en una colapsada planta nuclear en la que parece que ya no hay nada que hacer; en una playa llena de escombros una pareja de mediana edad busca con desesperación a su hijo, encuentran en ruinas el edificio donde trabajaba, pero se acercan y lo llaman a voces con el ardiente anhelo de que conteste, se levante, esté vivo; un bombero llora frente a su casa después de responder al llamado a cumplir su deber cuando se desató el terremoto. Al regresar, sólo encuentra ruinas... toda su familia ha desaparecido.

Todos observamos conmovidos hoy estas imágenes; la próxima vez, ¿dónde será? seremos observadores u observados. Nadie lo sabe, ni podemos averiguarlo, tal vez la pregunta importante sería ¿cuán preparados estamos para enfrentar la tragedia?. La de grandes dimensiones, la colectiva o la que nos toca de manera personal y solitaria.

En estos días he oído a algunos miembros de la prensa preguntar cuál es el papel de la religión en estas situaciones, en las del dolor y la desgracia, cuando todo recurso humano es rebasado y ya no queda nada. Creo que es difícil saber cómo reaccionaremos frente a la tragedia, pero creo también que hay algo que podemos hacer en tanto llega. Hay preguntas existenciales de suma importancia que debemos estar en condiciones de respondernos: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?,¿por qué estoy aquí? .

Estas respuestas nos llevarían necesariamente al ámbito de la religión, en el que como mencioné antes, algunos han buscado la respuesta a los interrogantes respecto a la conducta de los seres humanos frente a la tragedia. Yo sugieron entender en este caso específico "religión", como una ideología o manera de pensar que nos da las respuestas a las preguntas trascendentales que refiero en el párrafo anterior, llámese evolucionismo, ateísmo, espiritualismo, cristianismo, y tantas como la diversidad humana puede presentar.

En los Evangelios encontramos un ejemplo solemne y contundente de lo que significa tener las respuestas a las grandes preguntas existenciales. Jesús estaba frente a la hora trágica de su pasión y muerte y la enfrentó así: "sabiendo Jesús... que de Dios había salido y a Dios iba, se levantó de la cena, se quitó su manto y tomando una toalla, se la ciñó". Procedía a lavar los pies de sus discípulos después de la última cena con ellos.

Las respuestas que encontremos a las grandes preguntas, son las que generan nuestra actitud frente a la desgracia.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Madre amamantando: ¿pornografía?

Leslie Power, psicóloga chilena, colocó como foto de su perfil en facebook, la imagen de ella amamantando a su bebé de tres meses. Facebook entonces, el archifamosísimo facebook, las omnipresentes redes sociales que se han convertido hoy por hoy en las protagonistas en muchos aspectos de la vida pública, para bien y para mal, cancelaron la cuenta de Leslie y le comunicaron que había quebrantado una ley que le permite mantenerse activa en la red.

Dicha ley o cláusula dice que nadie puede poner en su página, espacio o dirección, algo que pueda ser ofensivo para la comunidad, ni imágenes de consumo de drogas, de maltrato a alguien, desnudos o pornografía. Palabras más, palabras menos, éstos son los términos.

Escuché con atención la entrevista que hacían a la psicóloga chilena, que se mostraba sumamente ofendida y sin poder comprender las razones de la cancelación de su página. Hay que decir que facebook ya reabrió su cuenta con la advertencia a Leslie de que habían retirado del sitio imágenes y fotografías que pudieran resultar polémicas u ofensivas por contener desnudos.

Leslie pregunta: ¿es obscena la imagen de una madre que amamanta a su bebé?. Asegura que esa fotografía es una imagen "universal" de la maternidad, una imagen que transmite un mensaje de amor, ternura y entrega esenciales para la preservación de la raza humana. Es más, ella intenta con esta imagen en facebook, una campaña en favor de la lactancia materna y de los beneficios que reporta a los niños. ¿Cómo puede ser esta hermosa imagen calificada de obscena o de pronográfica?.

El problema comenzó porque alguien o algunos "denunciaron" la foto, que es término que la red utiliza para que cuando alguien se siente agredido u ofendido por otros, lo manifieste y las autoridades de la red, tomen cartas en el asunto.

Pronto apareció en facebook, una página dedicada exclusivamente a apoyar a Leslie Power y a compartir apasionada y ampliamente, en algunos casos, sus puntos de vista. Todos los comentarios que leí están escritos en español. Aquí hay una pista para empezar a dilucidar las razones del conflicto. ¿Es un asunto cultural?

Así me lo parece; yo también comparto las opiniones muy respetables de Leslie y de todos en la página dedicada a apoyarla. Su fotografía me parece una hermosa imagen de la maternidad, es tierna, no hay nada malo en ella, ni mucho menos para caer en el ofensivo extremo de calificarla de pornográfica. ¿Pero es así para todas las culturas de esta aldea global en la que el mundo se ha convertido a través de las redes sociales?

Parece además una cuestión de valores; éstos cambian, varían, se establecen según la cultura y lo que puede parecerme bien a mí aquí, puede ser lo absolutamente opuesto para las personas de otra sociedad con otra cultura y otros valores. La globalización también nos ha traído el conocimiento de estos elementos delicados presentes en todas las sociedades, y aplaudo que así suceda, porque ese conocimiento nos tendría que ayudar a comunicarnos mejor, a entendernos... finalmente.

Cuando vine a Estados Unidos para el nacimiento de mi primer nieto, fuimos a un restaurante con el bebé que tenía un poco más de un mes de nacido. Cuando llegó el momento de alimentarlo, mi hija, se fue al carro para hacerlo. Pregunté con asombro por qué y ella me explicó que en esta sociedad, no es bien visto que la hermosa labor se lleve a cabo en forma pública. No se desprecia ni se demerita el acto de amamantar, el punto es que debe realizarse en privado.

Y supongo que así puede suceder en muchas otras sociedades de nuestro amplio mundo; en estos días muchos hemos visto con una sonrisa de asombro y extrañeza la forma como los árabes manifiestan profundo desprecio y repudio hacia alguien: lo hacen con sus zapatos en la mano, mostrando la suela de forma amenazadora, y en ocasiones lo lanzan hacia el objeto de su repudio, cosa que también hemos presenciado por televisión. Cuestiones culturales, costumbres, valores, diversidad.

A estas alturas, una reflexión me parece importante; es necesario entender que mi forma de pensar y creeer, mis valores, mis costumbres, no son universales y debemos cultivar y desarrollar una actitud abierta para respetar los de los demás en sus propias concepciones. Y con respecto a las redes sociales, es necesario tenerlo muy presente porque éstas no son locales, esas sí abarcan el ámbito global, todos en cualquier parte del mundo pueden verlo, leerlo, compartirlo y como consecuencia pueden aparecer los "choques culturales", como el del caso que hoy nos ocupa.

Y considerando precisamente esas diferencias culturales, creo también que las autoridades de facebook, no manejaron bien el caso de Leslie, si se hubieran dirigido a ella en términos más respetuosos y elegantes, considerando los sentimientos culturales implicados en el asunto de la fotografía, no la hubieran ofendido con la acusación de foto "pornográfica" o foto de desnudo, entendiendo que la psicóloga chilena y la sociedad latinoamericana en general, aprecian y respetan la imagen de la lactancia materna aún en un espacio público.

Viene maravillosamente al caso la regla de oro que Jesús nos enseñó: "Has con otros como quieres que sea hecho contigo".

jueves, 3 de febrero de 2011

Amigos fugaces


Cuando se viaja se pueden encontrar oportunidades de entablar nuevas relaciones, quizá momentáneas, en tanto dura un vuelo o mientras se espera en un aeropuerto. De este tipo de amistades hay un par que merecen recordarse.

Ibamos en el vuelo de Madrid a Ginebra; al llegar a ésta última ciudad el piloto anunció que no se nos permitiría aterrizar debido a una fuerte nevada. Este anuncio hizo que los pasajeros se inquietaran y surgieran toda clase de comentarios.

A mi lado iba una joven española, muy moderna ella, con altas botas, pantalón de mezclilla y suéter rojo; había permanecido silenciosa y ausente hasta ese momento, pero a raiz del anuncio nos miramos y entramos en animada conversación; la chica resultó sumamente amigable y hasta familiar en su trato.

Vino luego otro anuncio; iríamos a Zurich para después intentar el regreso a Ginebra. Más comentarios, conjeturas, preocupación por parte de quienes venían para realizar citas de trabajo o negocios.

Nuevo anuncio: aunque el avión ya había cargado combustible en Zurich, no sería posible regresar a Ginebra porque el aeropuerto había sido cerrado; tendríamos que desembarcar y una vez hecho esto, se nos indicaría el siguiente paso.

Ya en la sala de Iberia, se anunció que a cada pasajero se le daría un boleto de tren, debíamos buscar las maletas en la sección de equipajes y viajar en tren de regreso a Ginebra, un viaje de unas 4 horas.

Nuestra amigable compañera del avión, se mantuvo a nuestro lado; mi esposo fue al mostrador frente al cual se amontonaban los pasajeros para recibir los boletos prometidos, yo me quedaría cuidando las maletas y él le ofreció a ella conseguir su boleto si quería darle su comprobante de vuelo. Ella mientras tanto decidió ir a buscar sandwiches y bebidas que ofrecían a los pasajeros "en desgracia".

Pronto regresó trayendo uno para mí y otro para mi esposo; cuando le pregunté por el suyo me dijo que recibió el último que quedaba y se lo había cedido a un chico, también pasajero, que aún no había recibido nada. Insistí en que compartiera conmigo el que trajo para mí.
Nos dirigimos después a buscar los equipajes, y siguió con nosotros, era una joven que hacía amistad con la gente con gran facilidad; en un momento había entablado animada conversación con otro joven español que se acercó, y así éramos ya cuatro en busca del camino a la estación de tren, pero antes debíamos tomar allí en el aeropuerto otro que nos llevaría hasta allá.

Una vez en el vagón de este primer tren nuestra amiga se preocupaba de encontrar un lugar para nosotros, de ayudarnos a acomodar nuestras maletas junto a la suya, siempre atenta, alegre y conversadora.

Hago aquí un paréntesis para recordar a una mujer latinoamericana que noté en el tren. Me llamó la atención su aspecto anímico, su semblante. Me pareció la viva imagen de la desolación, la tristeza y la amargura. Se veía deprimida o cansada; estaba sentada frente a mí en un vagón bastante lleno de gente y equipajes. Todos pasaban a su lado sin notarla, me hubiera gustado hablarle... busqué su mirada un par de veces, pero ella me devolvió una mirada fría como si quisiera advertir: no quiero, no me interesa hablar con desconocidos.

Pronto llegamos a nuestro destino en la estación. No volvía a verla; eran como las 11 de la noche.¿Qué drama abrumaba el corazón de esta mujer que parecía tan abatida, estaría sola en un país que podría serle muy hostil, por tantas razones?... pensé en los sufrimientos de los migrantes de todas partes del mundo. ¡Dios mío, nada pude darle!

Los caminos de la estación desembocaron en una inmensa plaza helada con inmensas carteleras colocadas estratégicamente en alto en los cuales se registraban muchos destinos y horarios. Seguimos viendo por allí a algunos de nuestros compañeros de viaje tan desorientados como nosotros, tratando de encontrar cuál sería el tren que nos llevaría a Ginebra. La estación me parecía una enorme "Babel", se oían muchos idiomas, inglés, alemán, portugués, español, francés y más.

La intemperie y lo helado de la noche trajeron a mi memoria las escenas tantas veces vistas en las películas de la segunda guerra mundial.
Estuvimos esperando el tren por cerca de hora y media; todos empezamos a hurgar los maletines tratando de encontrar algo abrigado que echarnos encima de lo que ya teníamos. A un lado de la plaza había un hermoso árbol de navidad, blanco, pero este detalle lo hacía armonizar con el gélido ambiente y no me suscitó los gratos sentimientos que en otra circunstancia me hubiera despertado.

Cristina, que era el nombre de nuestra amiga, continuaba a nuestro lado; su improvisado amigo se distrajo con otro grupo y ella pronto encontró otro, esta vez un joven suizo, algo tímido y callado, aquel a quien ella le había cedido su sandwich en el aeropuerto.

Cuando llegó por fin el tren, subimos, acomodamos las maletas y buscamos asientos; Chris, como le gustaba que la llamaran, siempre estuvo pendiente de nosotros, nos preguntó si estábamos cómodos, si nos sentíamos bien, si las maletas estaban seguras, todo esto antes de darse a la tarea de hablar por su móvil, como le dicen los españoles al teléfono celular.

Ella se bajaría una estación antes que nosotros, pero al despedirse efusivamente como si hubiéramos sido antiguos conocidos, nos dio un papelito con su dirección en España. Fue siempre cariñosa y amable y el par de amigos que se atrajo por momentos nos fueron de mucha ayuda en aquella "Babel" y evitó que nos sintiéramos solos.

Yo pensaría que no volveremos a verla... pero... ¡quién sabe!