martes, 29 de septiembre de 2009

Cuando enseñar se vuelve un reto

Por mucho tiempo se ha pensado que cualquiera puede ser maestro, sabemos que es una profesión subvalorada, pero ¡cuánto bien puede hacer un maestro que ama su trabajo y desea hacer todo el bien que pueda en favor de sus alumnos!

La verdad es, y los maestros lo sabemos, que enseñar no es nada fácil; puede disfrutarse, es un trabajo apasionante, pero tiene grandes retos.

Cada persona es única y diferente y ese es uno de los primeros retos que enfrenta el maestro: tratar con las diferencias individuales, no todos avanzan al mismo ritmo, no todos aprenden de la misma manera ni responden al estímulo con el mismo entusiasmo.

El problema agobia más intensamente al maestro cuando las diferencias que algunos alumnos presentan se salen del ámbito de lo normal y esperado y aún de lo que estamos capacitados para manejar.

Hay varias salidas al problemas; una muy común, en algunos lugares en especial, es recomendar a los padres que el niño sea llevado a un especialista en problemas de aprendizaje, y otra, es trabajar duro para ayudar al niño a superar sus problemas.

¿Cuál de las dos es la correcta?. Todo depende en realidad de la gravedad del problema, por supuesto que el maestro tiene que admitir que no es maestro de enseñanza especial, pero esto no quiere decir que no haya mucho que puede hacer por el alumno en cuestión.

Hay algunos principios que pienso que son claves y aplicables a cualquier situación; comentarlos siempre vale la pena.

En primer lugar, todo niño necesita una gran dosis de "estímulo y apoyo" y debe ser administrado en forma sincera y generosa por el maestro. La gran mayoría de estos niños sufren porque mientras sus compañeros progresan y reciben buenas calificaciones, ellos permanecen rezagados, y son capaces de percibir plenamente que no pueden rendir de la misma manera que los demás, que están en situación de desventaja.

En una ocasión supervisaba el trabajo de una de mis alumnas mientras ella trabajaba con alumnos de segundo grado de primaria. Ella le pidió a una de las niñas que se uniera a cierto grupo de trabajo, pero la niña no se movió y mi alumna no lo notó ocupada como estaba con todos los demás. Me acerqué a la pequeña y le pregunté si quería que le ayudara con sus cosas para que pudiera ir al grupo y lo que me contestó ilustra la manera como un niño puede percibir la forma como es evaluado y adoptar la etiqueta, limitando así sus posibilidades: la niña me dijo "yo no voy a ir, es que yo soy de lento aprendizaje".

Lo interesante es que muchas veces estos niños que son señalados por el maestro como niños con problemas de aprendizaje, podrían avanzar y rendir de manera satisfactoria si tan solo "alguien" les diera la ayuda que necesitan, alguien que sepa entender su necesidad y conocer sus propios ritmos, el lenguaje que necesitan, la simpatía, y el interés para ayudarles a tener el éxito a que todos tienen derecho.

Para dar estímulo y apoyo el maestro debe involucrarse, sentir verdadero interés por el niño con problemas, entiéndase esto como lentitud para aprender, dificultades para estar al nivel determinado para su edad, y en fin todo lo que tiene que ver con un bajo rendimiento escolar.

Estos niños necesitan una oportunidad, tienen derecho no sólo a asistir a la escuela, sino también a tener éxito en ella, y esta posibilidad debe ser provista por el maestro.

Recuerdo un alumnito que tuve en estas condiciones en tercer grado de la primaria; era un niño tierno, inofensivo, algo atolondrado, sin mucha capacidad de concentración, y con muy bajo rendimiento escolar; simplemente venía a clase cada día y yo no lograba que el niño avanzara; estaba realmente preocupada por él y deseaba mucho poder ayudarlo.

Me dedidí por la primera opción que ya mencioné; llamé a la madre, le expliqué las dificultades del niño y le dije que necesitaba conseguir un maestro especializado en problemas de aprendizaje.

La madre en efecto consiguió una maestra para atender al niño en las tardes. Después de algunos días le pregunté al pequeño, cómo le iba en la escuela de las tardes y me dijo que muy bien porque en la nueva escuela "si me explican".


Lo que el niño me dijo me hizo pensar mucho, ¿cuáles eran las explicaciones que yo no le había dado y que su maestra especial le daba?. Me dispuse entonces a visitar a la maestra. Ella amablemente accedió a mostrarme algunos de sus "secretos": El primero, estímulo y apoyo; por ejemplo, sus problemas con las operaciones básicas en matemáticas, las hacía junto con él, paso a paso y después de resueltos algunos ejercicios, recibía un abrazo de felicitación, entusiastas comentarios positivos, y un gran "cien" de calificación en su cuaderno, aquellos que el niño estaba acostumbrado a ver en los cuadernos de los otros compañeros, pero nunca en el suyo.

Es decir, que una de las primeras tareas era mejorar la auto-estima del alumno, y después ayudarlo, guiarlo de la mano en el desarrollo de destrezas. Lo que vi fue una gran lección para mí, me propuse desandar el camino con otros de mis alumnos rezagados, me dí cuenta de que muchos de los llamados "problemas de aprendizaje", en realidad no son tales y que lo que necesitamos es buscar tiempo y oportunidades para ayudar a esos niños que pueden tener éxito pero sus maestros no han aprendido a reconocer sus ritmos, sus formas de aprender y sus necesidades individuales.

No quiero decir con esto que los problemas de aprendizaje no existen, por supuesto que no; pero hay mucho que podemos hacer si prestamos atención a las diferencias entre los niños; hay estrategias, técnicas, métodos que podemos implementar para ayudarlos, y estar atentos porque si bien es cierto que podemos encontrarnos con un verdadero problema que esté fuera del alcance de nuestros conocimientos y en cuyo caso hay que acudir a especialistas para las debidas valoraciones y diagnósticos, también es real el hecho de que muchos de los llamados problemas de aprendizaje, son de fácil solución cuando se pone verdadero interés en el niño y se dispone de tiempo para ayudarlo. Como decía siempre a mis alumnas, para resolver muchos de los problemas del aula hay que trabajar con el corazón, y hacer un verdadero esfuerzo para lograr que todos los niños logren aquello a lo que todos tienen derecho: el éxito en el aprendizaje.


martes, 1 de septiembre de 2009

Asomándose al pasado

Angel, Víctor, Lorenzo, Carlos, Marco, eran mis primos de la familia paterna. Tenían una hermosa casa en su hacienda, con ganado, plantaciones de azúcar y arroz, plátano y yuca.
Venían con frecuencia a nuestra casa, especialmente para traer invitaciones a sus fiestas familiares, que mis padres aceptaban sin dudar.

A mi me consideraban su "primita" aunque no me miraban precisamente como tal, éramos todos jóvenes entre 15 y 25 años, y disfrutábamos lo mejor de la vida de aquellos tiempos.
Organizábamos emocionantes cabalgatas desde el pueblo hasta la finca de ellos o hasta la nuestra cuando ellos decidían ir a acompañar a la "primita" , así me llamaban siempre...

Y así evocaba mi madre estos recuerdos sentada junto conmigo a la mesa de mi cocina, me hacía estos relatos con un dejo de nostalgia y alegría en la mirada, y recuerda con asombrosa lucidez muchos detalles de aquellos tiempos; nombres de personas, lugares, incidentes, algunos que noto son recuerdos muy caros a su corazón, y que por la misma razón, creo que no mencionaré aquí.

El camino que recorríamos en tiempo de verano era como de unas tres horas que podían convertirse fácilmente en seis cuando los ríos se crecían en el tiempo de lluvia.

En aquellos tiempos, había una abundancia tal de provisiones en las cocinas campesinas, como no he vuelto a ver en estos tiempos, abundaban la leche y sus derivados casi tanto como el agua; las carnes de res, de cerdo, de aves, el pan, los dulces, en fin todo lo necesario para las deliciosas comidas de nuestra región y nuestro tiempo.

Una boda, por ejemplo, era un acontecimiento inolvidable, los novios se casaban, muy probablemente en la misa de las siete de la mañana, después los invitados que asistieron a la ceremonia y los que llegaban a la casa de la fiesta en nutrida cabalgata, eran esperados con un copioso desayuno: panes de queso, arepas, envueltos de choclo, de maíz, carne asada, caldo de gallina, chocolate, café, tamales, y mucho más.

La fiesta de bodas, como todas las demás, era amenizada por músicos acompañados de tiples, guitarras, bandolas y violines, y los bailes se prolongaban hasta el día siguiente, todo acompañado siempre de muy buena y abundante comida: además de esto, cuando los invitados estaban listos para regresar a sus casas, la mayoría distantes, eran invitados a llevar "fiambres" para sus hogares. La generosidad y la hospitalidad eran ley en aquellos tiempos.

Eran tiempos también en los que se hacía gran aprecio de los valores familiares y en especial de los valores femeninos; cuando a un joven le gustaba una muchacha, apreciaba su belleza por supuesto, pero antes de ir más lejos, se tomaba tiempo de averiguar por quien y cómo era la madre de la joven y cuáles eran los valores de la familia en cuestión. Las canciones populares de aquellos tiempos daban fe de estos hechos, una de ellas decía así: "yo siempre me enamoraba de mujer sencilla y buena, así como era mi mama."

Por supuesto que tenía más primos, vivían cerca de los que ya mencioné, eran de la familia Lozada Plaza, los recuerdo con claridad: Ricardo, Jesús, Isidro, José Dolores que era sastre y peluquero, todos ellos también asiduos asistentes a las alegres fiestas de familia.

Mis hermanos eran Ignacio, Arturo, Pachito, Mery y Margarita; Ignacio y yo eramos los mayores, lo cual nos daba ciertos privilegios. Los domingos nos daban permiso de ir al pueblo, a misa, esa era la misión, el viaje era largo, pero se hacía una delicia montados en briosos caballos.

Cumplíamos fielmente con el encargo de ir a la misa, pero el resto del día lo dedicábamos a pasear por el pueblo y vernos con amigos, a veces casi hasta caer la tarde y entonces emprendíamos el regreso a galope tendido, para llegar casi al anochecer a casa donde los padres nos recibían con gesto adusto y la pregunta solemne:¿por qué se demoraron tanto?

En aquellos tiempos en nuestra tierra, la política jugaba un papel muy importante en las relaciones, en nuetra casa mis padres eran conservadores, y por supuesto, todos en casa también; en tiempo de elecciones, yo misma me encargaba de ir con los trabajadores como si levantase una encuesta, a preguntar quien iba a votar con el patrón y a amenazarles con que si no lo hacían así, serían despedidos. Recuerdo que había un trabajador, don... que al escuchar mi exigencia, respondía indignado que entonces él se iría buscar trabajo en otro lado. Después de algunas semanas, mi padre se iba a buscarlo y convencerlo de que volviera, sin duda porque era hombre honrado y muy trabajador.

Era fama en la región que en la finca de don Pacho, así llamaban a mi padre, se trabajaba duro, pero daban muy buena comida. Mi madre junto con las mujeres de la casa, trabajábamos muy duro en tiempo de cosecha. El desayuno, muy temprano antes de salir el sol, eran dos roscas de pan de queso, y una taza de café o chocolate; a las diez de la mañana regresaban los hombres para el almuerzo que era un cocido grande y suculento preparado con mucha carne, plátano y yuca, servido humeante sobre hojas de plátano recién cortadas. A las tres de la tarde se servía la "segundilla": envueltos de choclo con carne asada. La cena se servía a las siete de la noche: sopa de maíz, arroz y carne.

Era mucho el trabajo que se preparaba desde días antes de que llegaran los trabajadores para la cosecha, se mataba por lo menos una res; había un trabajador de la casa que era el encargado de tasar la carne, salarla para su conservación y guardarla en arcones de madera, no había refrigeración en aquellos tiempos, pero la gente sabía mucho sobre su conservación especialmente de las carnes.

El chocolate también se preparaba en casa, se traía el cacao y se tostaba para después molerlo, y aderezarlo con especias, clavos de olor, canela, nuez moscada, vino y carne molida; así se guardaba en latas bien tapadas, y el resultado era una bebida espumosa, perfumada y deliciosa.

Mi abuelo, que era muy católico, siempre decía que quien era liberal, era enemigo de Dios, y ante tales aseveraciones, ningún pretendiente con tal filiación era aceptado en nuestra casa, el color político era la mayor virtud o el mayor defecto...

A la finca de mi padre venían muchos trabajadores en tiempo de cosecha, a las de arroz, quizás unos 40 . Teníamos también un trapiche y la panela que se sacaba era de lo mejor de la región, siempre se vendía toda en el pueblo, en un solo día.

Mi madre era muy trabajadora, y además muy hábil para los negocios, mi papá no decidía con respecto a ellos sin escuchar primero su opinión, o sin que el interesado le preguntara directamente a ella si le parecía bien.

Las relaciones entre padres e hijos en aquellos tiempos no tenían el tenor amigable y distendido que tienen hoy en día, nuestros padres eran severos y poco expresivos en el afecto; eran buenos y se preocupaban por el bienestar de los hijos, pero no había lugar para confidencias o bromas; les contestábamos "sí señor" o "sí señora" y jamás se discutían sus decisiones.

Aquí acaba el relato de la abuela, pero muchos otros recuerdos hay guardados en su mente, cuanto más lejos estén en el tiempo, con más lucidez y detalle los recuerda, los que quiere contar a otros le causan evidente alegría, otros, que menciona en voz más baja y con dolorosa nostalgia, son breves, escasos en detalle, y hay preguntas frente a las que calla por completo y siento que es mejor no insistir, si lo recuerda, parece que preferiría olvidar.

He escrito esto para mis hijos y mis nietos, los nombres de este relato son personajes de un pasado lejano y desconocido para ellos, pero no por eso inexistente y el pasado y nuestras raíces es algo que también nos pertenece y nos ayuda a formar nuestra identidad.

"El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño es la rutina del reloj. El año no es menos vano que la vana historia." Borges