martes, 3 de mayo de 2011

Ayer

Dicen que no todo tiempo pasado fue mejor, y seguramente que es así, pero hay que admitir también que hubo muchas cosas buenas y que tenemos magníficos recuerdos de décadas pasadas.

El mundo de hoy nos maravilla con sus avances científicos y tecnológicos, me siento agradecida por ellos, pero me invade la nostalgia al recordar los tiempos de mi infancia. ¡Cuánto han cambiado las cosas! . En mis tiempos por ejemplo, no había televisión, pero las veladas eran maravillosas.

Recuerdo que mi padre era un gran narrador de cuentos y aventuras que sasonaba muy bien con detalles bastante increíbles de su juventud y sus tiempos como marino en el ejército. Nos contaba sus travesías por el río Amazonas, la forma como aprendió a manejar un carro, los días cuando conocío a mi madre y se enamoró de ella, sus negocios en sociedad con los curas, historias de sus hermanos y familiares lejanos y así, incontables relatos que llenaban las horas antes de irnos a dormir y en las sobremesas de los domingos. Había ocasiones en que dedicábamos las veladas a los cuentos de miedo, con los clásicos aquellos que nos hacían erizar la piel como "la llorona", "el jinete si cabeza", "los vampiros", y a la hora de dormir y apagadas las luces, todos queríamos juntarnos en una sola cama para ahuyentar a los fantasmas de los sueños.

Creo que la imaginación se enriquecía mientras escuchábamos y creo que la televisión ha hecho que las nuevas generaciones pierdan un poco de esto porque ya no hay nada que imaginar, todo está dado en la pantalla, es como ver la película en lugar de leer el libro.

Hay además formas de juegos que se perderán o se perdieron hace tiempo ya; en las noches los niños salíamos a jugar con los vecinos en plena calle mientras nuestros mayores conversaban sentados a la puerta de sus casas, y alrededor de las 10 de la noche el llamado a dormir volvía a traer silencio y serenidad a las calles, ausente por fin el vocerío alegre de los niños; me parece que no teníamos miedo de peligros acechando en los alrededores.

Cuando teníamos sed, bebíamos agua de la llave, no se vendía en botellas, eso lo conocí muchos años después. El castigo físico solía ser la solución a los problemas de comportamiento y la relación con los padres era muy respetuosa, no tenía ese sentido de igualdad que es tan natural en nuestros días. A los padres en aquellos tiempos no se les trataba de "tu", el tratamiento era de usted y cuando llamaban se les contestaba con un "señora" o "señor", al menos así era en mi tierra, y la verdad es que no quedamos traumados ni con huellas psicológicas por causa de ese trato en el que era más marcada y evidente la autoridad de los padres que la amistad entre padres e hijos.

Cuando veo los cuidados que se toman los padres para equipar a sus niños antes de aprender a usar la bicicleta, río para mis adentros, recordando mis tiempos; no había cosas tales como cascos, rodilleras, bicicletas con ruedines para el aprendizaje, se aprendía así no más, los golpes eran parte del proceso, y probablemente eso era lo que hacía que se aprendiera aceleradamente, en cuestión de un par de angustiosos intentos, todo quedaba resuelto y el ciclista podía presumir sus destrezas frente a sus amigos, puede que con un par de dientes menos, pero ya muy seguro.

Los vecinos eran casi parte de la familia y no era porque las madres pasaran el tiempo en las casas de unas y otras, creo que era porque estaban siempre dispuestos todos, hombres y mujeres, a ayudarse solidariamente en caso de necesidad, y las señoras se compartían bocados y recetas de sus cocinas con generosidad y alegría.

En aquellos tiempos tampoco se conocían cosas tales como "comida rápida", se comía en casa, y el concepto de rápido era quizás lo menos probable ya que la hora de comer era haciendo acto de presencia a la mesa y había que esperar que todos llegaran a la convivencia gastronómica; mi madre siempre se lucía con deliciosos platillos. Ni se conocía tampoco la "comida orgánica", ya que posiblemente toda lo era y tampoco existía preocupación por la obesidad, esto no era cosa común en las ciudades y menos en el campo. La gente caminaba mucho todos los días; para ir a la escuela caminábamos largos tramos y los adultos lo hacían para ir al trabajo; las bicicletas eran de uso común y el juego al aire libre era de ley todas las noches entre los niños del barrio. Los paseos de los domingos siempre estaban constituídos por largas caminatas aún si era necesario llegar al lugar en autobús, a partir de allí había que caminar un largo trecho hasta el lugar de recreo. Creo que era la razón por la cual la obesidad no era conocida en esos días como un problema de salud pública.

Me parece además que la transmisión de valores familiares era más evidente y marcada que hoy tal vez en razón del tiempo que los padres podían dedicarle a sus hijos: "mijo, salude al señor, déle de mano, ayude a la abuelita a cruzar la calle, esas cosas no las dice la gente decente, no hables con la boca llena, etc, etc, etc". Había tiempo para todo eso, la ausencia del televisor, las computadoras, los juegos electrónicos y demás, lo hacían posible. Y no es que esté en contra de estas cosas que resultan tan útiles e imprescindibles hoy, sólo hago un recuento nostálgico de tiempos idos.

Creo que todo el ambiente contribuía a ayudarnos a apreciar lo que teníamos y a disfrutar la vida valorando la mutua compañía, la amistad, el tiempo pasado en compañía de otros, el poder escuchar a los mayores con los relatos de su pasado y sus antepasados y poder conocer a los ausentes ya fuera por la distancia o porque ya no eran parte de este mundo. Creo que hoy hay menos tiempo para todas esas cosas valiosas, pero si el lector coincide en alguna de estas añoranzas conmigo, sólo significa que éste no es nuestro tiempo, el nuestro es de varias décadas atras... no digamos cuántas.

"Ahora,
tiempo, te enrollo,
te deposito en mi caja silvestre
y me voy a pescar
con tu hilo largo
los peces de la aurora!" P.N

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Encantador, me gustaría que me contara esas historias de su infancia en vivo. Es una conversadora tan amena. Y además me gusta que me diga los modismos de su tierra. Un beso.

Ruth Grajales dijo...

Gracias Mayita, aprecio mucho tu amistad, y aprovecho para enviarte un abrazo de felicitacion por el dia de la madre. Saludos al guapisimo de Said.

LydG dijo...

Claro que hay mucho de bueno en el pasado!
Antes con una cuerda, un elástico o un pedazo de gis nos podíamos divertir toda la tarde. Ahora, no consigo mantener la atención de los niños ni por una hora! jajaja

Ruth Grajales dijo...

gracias por tu comentario Karen, no lo habia visto, y tienes mucha razon.