martes, 2 de noviembre de 2010

Infancia

Siempre me ha parecido que los niños son absolutamente interesantes y encantadores. Cada edad tiene su encanto, y también sus particulares retos para los padres.

Ahora que soy abuela y que constantemente reflexiono sobre el pasado, pienso que las madres no nos damos tiempo para disfrutar el encanto de cada etapa en la vida de nuestros niños, nos dejamos abrumar por la ansiedad y el estrés cotidiano, por las preocupaciones acerca de su futuro, por todo lo que no es el presente, que es al que realmente hay que darle la oportunidad, porque es lo único que nos pertenece.

Lo más triste es que cada etapa en la vida de un niño es muy breve, demasiado breve e irrepetible, lo que pasó queda en el tiempo y ya no habrá posibilidad de recuperarlo ni siquiera en la memoria que se vuelve borrosa y oscura con el tiempo.

Cuando escucho fascinada las preciosas ocurrencias de mi nietecita de tres años, y las agudezas de mi nieto más grande, pienso que hubiera sido un tesoro tener grabaciones de las primeras palabras y frases de mis hijos cuando eran pequeños, más fotografías, ropitas que les pertenecieron, algún juguete favorito, hojas con sus primeras letras, libros y otros valiosos recuerdos.

Si volviera a ser madre ahora que soy abuela y puedo valorar mejor el tiempo que se pasa con los niños, creo que me esforzaría por ser mucho menos estricta, tomaría con mucho más humor las repentinas ocurrencias y los súbitos deseos de los pequeños y les daría la alegría de complacerlos y participar en sus juegos con mucha más frecuencia; trataría de ser más sensible hacia ellos y sus necesidades para no lastimarlos y para mostrarles una mejor imagen de su Padre; procuraría no reprimir su curiosidad sino fomentarla y satisfacerla; trataría de refrenar la necesidad de decir "no" casi todo el tiempo y si pudiera tener cerca a sus abuelos, les permitiría disfrutarse mutuamente sin restricciones porque las oportunidades que ambos tienen hoy, no se repetirán, seguramente.

Noto además, que como muchas cosas en la vida, lo inmediato es pasajero, lo que hoy vemos como un gran problema, en pocos meses o años ya no lo será porque como decía, cada etapa de la vida de un niño dura poco y sería tan hermoso saber disfrutarlas y vivirlas con ellos!
El beneficio sería mutuo: ellos más felices y sus padres más plenos, menos estresados, más serenos, más sabios y tal vez ... más amados y mejor recordados.

jueves, 10 de junio de 2010

Gabriel

A menudo las circunstancias nos ponen en situaciones insospechadas, embarazosas a veces y no queda otra alternativa mejor que enfrentarlas con ánimo sereno.

Como maestra sé que en nuestro trabajo aprendemos tanto o más que los alumnos y son los diarios y pequeños incidentes los que más nos enseñan; las lecciones recibidas son de todo tipo: algunas conmovedoras, otras divertidas, las hay especialmente gratas y casi todas dignas de atesorar en el recuerdo.

Tuve una vez un pequeño alumno, cuando enseñaba en la escuela primaria. Lo recuerdo de unos 9 ó 10 años, era el mayor de tres hermanos y su padre los había abandonado a ellos y a su madre para irse con otra mujer y no sólo eso sino que se había instalado a vivir en una casa muy cercana de su esposa e hijos.

El niño sufría profundamente el hecho pero se comportaba, o quería comportarse, como el "hombre de la casa" ahora que su madre se había quedado sola.

Un lunes en la mañana, mientras revisaba los folders con los trabajos de los niños, noté que no estaba el de Gabriel. El era un niño brillante, con gran sentido del honor y muchas ganas de aprender; lo llamé a mi escritorio y le dije: "Gabriel, no encuentro tus trabajos, tal vez olvidaste dejar aquí el folder esta mañana al entrar al salón"... "Maestra, me dijo, lo que pasa es que... mi papá se fue anoche de la casa y..."

En este momento Gabriel, con la voz entrecortada me dio la espalda para secarse dos lágrimas valientes que traicionaban sus deseos de ser "un hombre fuerte" frente a las dolorosas circunstancias.

Me conmovió profundamente, quería levantarme y darle un abrazo, pero pronto se volvió y me dijo con entereza: "No volverá a pasar... se lo prometo, y ahora mismo me pongo al día."
"Está bien, Gabriel, no hay problema, confío en tí", le dije y el niño regresó a sus trabajos escolares.

Comprendí de pronto que lo que el niño necesitaba en ese momento no era compasión ni abrazos, sólo quería ser comprendido y respetado.

Educar a los niños requiere gran sensibilidad y tacto porque algunas veces, el amor que se desborda sin previsión ni inteligencia, hace más daño que bien; hay que entender que el dolor y el sufrimiento pueden proporcionar mucha fuerza al carácter en desarrollo.

No se debe ayudar al polluelo a romper el cascarón ni a la mariposa a salir de su capullo; al privarlos de ese esfuerzo, debilitamos sus facultades, ellos necesitan nuestro amor siempre pero hay que estar atentos a expresarlo de la manera adecuada según las circunstancias.

Experiencias de aprendizaje

Dicen los expertos en docencia que aprendemos verdaderamente cuando somos puestos en una situación de aprendizaje en la cual participamos de forma activa; en una de estas me encontré una vez, de la forma más insospechada y accidental.

Asistía a una reunión de capacitación con unos cincuenta compañeros docentes; fuimos organizados en grupos de trabajo y estos equipos a su vez fueron formados por medio de alguna de las "ingeniosas" maneras ya conocidas: "todos los que recibieron un triángulo rojo, trabajarán en la mesa número 5".

Así formé parte de un grupo de agradables maestros, todos con muy buena disposición para el trabajo; recuerdo vagamente que el tema a tratar era relacionado con asuntos éticos en nuestra profesión. Se determinó un tiempo para el trabajo y la discusión y al final cada grupo expondría las conclusiones a que habrían llegado.

La conversación en nuestro grupo se fue volviendo cada vez más animada con relatos y referencias de algunos hechos a todas luces cesurables desde la perspectiva ética.

Algunos relatos abundaron en precisiones como nombres, fechas, lugares y además se incriminaba en ellos a miembros del personal; se comentó con indignación que tales conductas por parte de profesores iban en contra de la filosofía y buen nombre de la institución.

Absortos en la animada conversación, ni siquiera sentimos pasar el tiempo asignado, muy pronto oímos a la persona encargada de moderar la reunión que anunciaba el inicio de las participaciones.

Yo estaba un poco preocupada con respecto a las conclusiones que presentaríamos ya que el tiempo se nos había ido escuchando los "jugosos chismes",o los hechos, no lo sé a ciencia cierta.

El primer grupo presentó interesantes conclusiones de su trabajo; cuando ellos terminaron, para sorpresa de nuestro grupo, que intentaba afanosamente organizarse para presentar algo, una de las compañeras, por su propia iniciativa, levantó la mano, pidió el micrófono, "y dijo así, con inspirado acento": "Aquí en nuestro grupo hemos discutido asuntos muy graves; algunos maestros han incurrido en actos penosos y reprobables....... " y continuó con los detalles escabrosos.

Nos quedamos como petrificados, deseando que nos tragara la tierra porque mientras tanto, todos tenían fijas sus miradas en nuestro grupo, sin perder palabra de nuestra decidida "representante".

Un sentimiento de vergüenza y confusión nos invadió a todos, pues nunca pensamos que los "interesantes asuntos" que se habían discutido en la intimidad del grupo pequeño, serían expuestos en pleno de la manera "franca y valiente" en que lo hacía nuestra compañera que ya invocaba a la "guerra santa" con tal de restituir la pureza y las buenas costumbres en la institución.

Pero ya estaba hecho y no había posibilidad de volver atrás. Creo que fue una lección bien aprendida; en fin, que era una reunión de maestros y de aprender se trataba.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Las emociones

Para fortuna de las actuales y nuevas generaciones, las emociones hoy en día están de moda. No era así en mis tiempos de infancia y juventud. A nosotros no se nos enseñaba a expresarlas; nuestros padres a su vez habían sido criados de manera muy rígida y estricta, y el hecho de sostener la mirada del padre o la madre durante un regaño, era considerado un franco desafío que tenía de seguro fuertes consecuencias.

Én nuestra cultura latinoamericana, el castigo físico no estaba censurado; hasta en las escuelas estaba no sólo permitido sino recomendado por padres y autoridades: "la letra con sangre entra" era el conocido refrán y se aplicaba sin miramientos ni distingos de ninguna clase.

Los padres amaban a sus hijos por supuesto, pero no les estaba permitido por los antiguos cánones expresar sus emociones ante ellos ni hacia ellos. Eran personas que respetábamos en primer lugar y que admirábamos por sus virtudes y su honradez a toda prueba.

Las cosas han cambiado y hay mucho de bueno en ello; ahora el expresar las emociones no es considerado patrimonio exclusivamente femenino, los padres dicen constantemente a sus hijos que los aman y enseñan a sus niños a hacer lo mismo; dan ejemplo haciéndolo con los demás miembros de la familia y con sus amigos también. Muy positivo. Somos seres emocionales, las emociones juegan un papel tan importante como el raciocinio y son una vía de expresión del pensamiento.


Recuerdo un pequeño de la escuela primaria, mi alumno de cuarto grado. Era cariñoso y amable, pero tenía bastantes problemas de conducta. Cada vez que los niños salían al patio de recreo para jugar, yo me preparaba para recibir un torrente de quejas que los compañeros de Fernando me traían, desfilando uno tras otro por cerca de 40 minutos, quejándose de las palabras ofensivas y las expresiones soeces que con que él los agredía constantemente.

Ya había intentado algunas estrategias para intentar resolver el problema: había hablado con el niño varias veces y se mostraba apenado y dispuesto a hacer lo que yo le proponía para tratar de mejorar su conducta, pero nada parecía dar resultado; las quejas diarias y constantes de los demás niños, estaban haciendo la situación insostenible.

Un día lo llamé aparte para hablar con él cuando los demás se habían ido; le dije: "¿Qué vamos a hacer Fernando, parece que nada funciona y tus compañeros no soportan tu maltrato?, "Qué vamos a hacer?" Sin pensarlo no intentar evitarlo en ese momento, me puse a llorar y abracé al chico. Esto pareció causar en él un fuerte impacto, me miró muy sorprendido y con los ojos llenos de lágrimas me dijo:" Maestra, le prometo que voy a cambiar".

Mis lágrimas le transmitieron a este niño mi profundo interés por él y especialmente mi cariño incondicional; creo que esto lo comprometió conmigo y en verdad el cambio de conducta fue notable y sus compañeros empezaron a aceptarlo mejor, como compañero y amigo.

¿Pude haber ocultado o "manejado" mejor mis emociones? Posiblemente, pero vi el resultado positivo de expresarlas, de compartirlas con otra persona que estaba necesitada de interés, aceptación y amor. Estoy segura de que da grandes resultados "ligar a los hijos, y a los alumnos, al corazón" como dice una conocida autora; las emociones pueden ser para esto
grandes aliadas.

Por supuesto que además de expresar las emociones que sentimos, debemos enseñar a los niños a entenderlas, porque entendiéndolas pueden llegar a estar en control de las mismas y de sus vidas. Dominio propio, es como podríamos llamar el tener las emociones bajo control, enseñando a los niños que el manejo correcto de las emociones redundará en su propio beneficio y en el de los que les rodean. En otras palabras, conectar las emociones con el raciocinio es importante para desarrollar caracteres sanos.


martes, 4 de mayo de 2010

Mujeres

La ciudad de San Salvador fue mi primera residencia en Centroamérica. Me sorprendieron allí muchas cosas; todo era nuevo para mí y cuando uno está lejos de su casa, su país, su familia, se vuelve un observador agudo con el fin de conocer y adaptarse lo más pronto posible.

Como todos los mercados de América Latina, el de San Salvador tenía una sorprendente variedad de cosas para comprar: verduras, frutas, pan, dulces, quesos, carnes de toda clase, pescados y mariscos, ropa, jaulas para pájaros, canastas de mimbre, banquitos en diferentes colores y tamaños, especias según las costumbres y preferencias culinarias del país, utensilios de cocina tallados en madera, hechos de metal, en una variedad inmensa, vasijas de barro de colores brillantes, pintadas, en crudo, juguetes fabricados en el país (antes de la"invasión china"), anafres, carbón, leña, flores y coronas de papel y de otros elementos en gran variedad de formas y colores e infinitamente mucho más, todo ello bien organizado en un edificio grande y acogedor con secciones que clasificaban los productos y establecían el orden en aquel maremágnum.

El bullicio y la actividad hacían pensar en un panal de abejas o en un hormiguero, porque otro hecho que me sorprendió fueron las inmensas multitudes que llenaban las calles en esta ciudad, como no lo había visto antes en ningun lugar de mi país.

Pero lo más sorprendente para mí fue encontrar que todos los puestos, sin excepción, estaban a cargo de las mujeres, ellas eran las dueñas, las que administraban y dirigían el negocio, las que movían el comercio en esa ciudad; mujeres jóvenes, de mediana edad y de la tercera edad también. Me sorprendió porque yo venía de un país donde, en aquellos años, las mujeres se quedaban en casa cuidando de los niños y la familia mientras el marido salía en busca del sustento diario.

Ellas se movían en el ambiente con la seguridad y la confianza de personas con gran experiencia, con habilidades quizás heredadas de generaciones pasadas; él mismo fenómeno lo observé en los demás mercados a todo lo largo y ancho del pequeño país superpoblado. Los pocos hombres que participaban en la actividad, cargaban bultos y arrastraban carritos de ruedas llevando a los diferentes locales mercancía de mayor tamaño; la "fuerza bruta". Perdón por la ironía, aprecio mucho el aporte de los hombres valiosos que viven y trabajan por sus familias.

Mi pregunta era: ¿Dónde están los hombres? Poco a poco fui descubriendo una sórdida realidad detrás del hecho tan positivo de ver a tantas mujeres aportando con su talento y actividad a la economía del país, a medida que observaba otro sorprente hecho; mujeres mayores, de 50 y de 60 años, casadas con hombres de 20 años y hasta menos. ¿por qué? la respuesta se fue haciendo evidente a medida que los conocía y me relacionaba con este pueblo. Era común que los hombres buscaran una mujer establecida, con un buen negocio, grande o pequeño, lo suficiente como para que ellos pudieran dedicarse a su deporte favorito: mujeres más jóvenes, ocio y licor; y así vivían a expensas de ellas si era posible hasta arruinarles sus prósperos negocios.

El hecho no era asunto que sorprendiera a nadie, pero para mí era nuevo; muy recién llegada conocí una dama agradable que trabajaba en la librería; una tarde la encontré cargando a un bebé de unos 8 meses, me pareció con toda seguridad que ella debía ser la abuela del niño, dado su aspecto. Después de saludarla, le dije inocente: "¡qué hermoso su nietecito!""no es mi nieto... es mi hijo". Me disculpé lo mejor que pude sonrojada por mi imprudencia, pero mayor fue mi sorpresa cuando el esposo llegó y ella me lo presentó orgullosa. Era un joven que no tendría más de 25 años.

Volvamos al mercado. ¿Dónde estaban los niños de aquellas mujeres que trabajaban sin descanso? Allí con ellas, en el trabajo; posiblemente los mayorcitos estaban en la escuela, pero los bebés estaban con ellas, en pequeños cochecitos, en improvisadas cunas en cajas vacías de frutas o vegetales. El sacrificio de estas mujeres era enorme; hacían todo esto simultáneamente en más de doce horas de trabajo al día. Fue también el lugar donde se veía, el mayor índice de alcoholimo; los alcóholicos llenaban las calles y dormían en ellas cuando ya ni recordaban dónde vivían.

¿Qué hacía que estas valientes mujeres asumieran solas la enorme tarea de sostener la economía familiar y además permitir que los hombres permanecieran como parásitos a su lado? Es difícil encontrar una respuesta aceptable, me gustaría pensar que la situación ha cambiado en ese país. Por supuesto que conocí hombres buenos que trabajaban duro cada día por el sustento de sus familias, pero no era la imagen que proyectaban las inmensas multitudes donde se vivía la odiosa explotación de las mujeres sin apreciar siquiera lo mucho que ellas aportaban a la economía del país.

Tal vez una infame tradición de machismo, muchas veces transmitido por la madre, que evita que los varones participen en las actividades domésticas y en cambio cría a las niñas en el entendido de que nacieron para servir a los hombres. Podría ser una explicación; no es mi intención hacer el análisis antropológico de un pueblo que conocí hace tantos años y que no he vuelto a visitar. Sólo quiero registrar un recuerdo; a veces debe uno obligarse a recordar, por todo lo que puede ayudarnos a vivir, un pasado del que tuvimos que haber aprendido mucho.

"Ordenadora pasas vibrando como abeja
tocando las regiones perdidas por la sombra
conquistando la luz con tu blanca energía.

y se construye entonces la claridad de nuevo:
obedecen las cosas al viento de la vida
y el orden establece su pan y su paloma." P.N


viernes, 30 de abril de 2010

Niños del siglo XXI

Siempre se ha dicho que cada nueva generación es diferente de la anterior; los sociólogos las representan dándoles curiosos nombres: los baby boomers, generación X, y los expertos las caracterizan de manera muy precisa; el actual desafío son los niños del Tercer Milenio.

Los tiempos que vivimos, altamente tecnificados, con sofisticados sistemas de comunicación que además están al alcance de una gran mayoría, especialmente en los países desarrollados y también en vías de desarrollo, crea una especie de sobreestimulación que tiene un efecto muy evidente en los niños del nuevo milenio.

Todo esto me hace pensar en el gran reto planteado a los padres y maestros de esta nueva generación de niños. Tíenen la necesidad de mantenerse informados y actualizados acerca de nuevos paradigmas y tendencias educativas, y ser muy reflexivos con respecto a lo que creen y a lo que saben para examinarlo constantemente y replantearlo con una mente crítica y abierta.

Yo me sorprendo cuando veo a pequeñitos de sólo dos años manipulando con toda naturalidad y éxito un "ipod", no sólo poniéndolo a funcionar sino también buscando juegos, fotografías familiares y ejecutando una llamada. Absolutamente asombroso para mí, de muchas generaciones atrás y por demás torpe para descifrar toda la veretiginosa producción de facilidades y novedades tecnológicas que surgen con sorprendente rapidez.

Y sigo sorprendida, con la boca abierta, viendo en un noticiero sobre tecnología a un periodista que hace una entrevista a un jovencito de sólo 13 años que produce aplicaciones para el "ipad" otro milagro de la tecnología que nos hace temer a los amantes del papel que un día no lejano el libro como lo conocemos y amamos, desaparezca. Pues bien, el jovencito en cuestión le vende sus aplicaciones a nada menos que Apple, y hace más dinero que sus padres con ello.

Son solamente algunas reflexiones sobre lo serio y grave que puede ser la responsabilidad de criar y educar niños en estos tiempos. Estuve leyendo sobre investigaciones que revelan lo precoces que pueden ser estos niños debido sin duda a que reciben constante y abundante estímulo como ya mencionábamos. Antropólogos y psicólogos recomiendan la búsqueda de nuevos paradigmas porque estos niños requieren también de nuevas formas para educarlos.

Los investigadores y especialistas dicen que los niños del tercer milenio son más precoces y maduros; que si se les permite, pueden ser muy autónomos desde muy pequeños, con una inteligencia emocional supradesarrollada.

Se dice que estos niños pueden ser sumamente sensibles, con inteligencia emocional muy
desarrollada, capacidad de asimilación y entendimiento muy rápidos, gran sensibilidad hacia las artes y que así mismo deben ser cultivados en ellos todos los tipos de inteligencia que se conocen hasta ahora. Psicólogos y pediatras aseguran observar en estos niños características de desarrollo varios años más avanzados que la edad que representan.

Por lo que veo sigue vigente la necesidad de ofrecer una educación integral que desarrolle los apectos físicos, mentales, emocionales y espirituales. Esto requiere de padres verdaderamente sensibles a las necesidades de sus niños, dispuestos a dedicarle tiempo a su educación y a su desarrollo con verdadera apertura de mente y de corazón.

Creo que en estos tiempos el hecho de que un padre de familia no tenga ninguna relación profesional con la educación, no le excusa de la necesidad de estar atento, informarse, leer y preguntar en las escuelas acerca del conocimiento que los maestros tienen acerca de estas cosas.

Ayudar a los niños a crecer en contacto con la naturaleza, procurar que su niñez discurra de la forma más natural posible, fortalecer constantemente su autoestima, conferirles responsabilidades, enseñarles a ser útiles combinando la actividad práctica con las que contribuyen a su desarrollo cognitivo, ponerles en contacto con las actividades humanas hermosas y creativas, enseñarles a amar a otros y a ser sensibles a sus necesidades, ayudarles a formar conciencia de la condición de nuestro mundo como la casa que habitamos y crear conciencia ecológica en ellos, mientras ocupamos como padres, maestros y adultos el papel de modelos que brindan ejemplos que les animen a ser buenos ciudadanos y mejores seres humanos.

Todo lo que constituye educación y desarrollo integral es importante, siempre lo ha sido, y si hoy hay más conciencia de ello, pues enhorabuena, sin olvidar que parte de ese desarrollo es el aspecto espiritual. Un niño necesita creer, necesita una fe a que aferrarse, y si sus padres pueden darle esto como un valioso legado, él niño posee una herramienta con la cual hacerle frente a sus miedos, frustraciones, desilusiones, fracasos y todo aquello que los adultos sabemos que es parte de la vida. No podemos sustraerlos de los episodios dolorosos del camino, lo que me parece realmente importante es que les enseñemos como superarlos, como convertirse en un ser humano bueno y noble. El desarrollo espiritual es de vital importancia para el desarrollo de un carácter equilibrado y su escenario principal es el hogar.

Tal vez nunca antes fue tan necesario buscar sabiduría y dirección de lo Alto. ¡Dios ayude a estos padres privilegiados del Tercer Milenio!





miércoles, 14 de abril de 2010

Personajes 2

Le llamé pomposamente "mi secretario particular". No es que tuviera o hubiera tenido alguna vez un contrato para trabajar conmigo o con los miembros de mi familia. Ni siquiera recuerdo con claridad la forma como lo conocimos, pero se convirtió en un personaje muy conocido y a veces hasta cercano.

Era fácil localizarlo, porque siempre venía al campus universitario en busca de trabajo, y solía mantenerse ocupado lavando carros, limpiando jardines, haciendo mandados, en fin, era lo que se llama un "experto en todo".

Me simpatizaba porque nunca pedía que le regalaran dinero, simplemente pedía trabajo, y no es que fuera un perfeccionista, más bien todo lo contrario, pero el tipo era bastante simpático y sin pretensiones.

Nunca confesaba desconocer algún oficio, como un día en que le pregunté si sabía limpiar chimeneas, y me contestó que sí desviando rápidamente la mirada para evitar cualquier inoportuna vacilación. Ingenuamente le pedí entonces que procediera con la limpieza.

Como única herramienta me pidió una escoba; pero el pedido me hizo sospechar que no era un "profesional" en el ramo. Al entregarle la escoba le pregunté. "José, ¿cuántas chimeneas ha limpiado?" "Esta es la primera" me contestó con toda sinceridad y sin distraerse de la labor.

Más frecuente era que le pidiera limpiar el patio, cortar la grama, recoger las hojas, etc, a todo lo cual accedía sin demora. Creo que el trabajo que más le gustaba hacer era el de lavar el carro, si no se lo pedíamos, él mismo venía a preguntar.

Era un personaje sencillo, un hombre de pueblo, humilde y sin letras, pero armado con toda la picardía y malicia de la raza; cuando sucedió la caída de las torres en Nueva York, le pregunté si no le preocupaba el hecho de que hubieran cerrado la frontera y no se podía entrar a Estados Unidos y recurriendo a la lógica más elemental, me comentó: "Pos si, será un problema, pero pos el río no lo van a poder cerrar". Su experiencia de turista "mojado" lo delataba.

Venía cumplidamente más o menos cada quince días para solicitar la limpieza del patio y cortar la grama; unos vecinos bondadosos, que también le daban trabajo, le prestaban además una vieja cortadora de césped manual, con la cual José pretendía ganarse algunos pesos para sobrevivir el día y con ésta venía a trabajar en mi patio.

Como ya mencioné, la calidad de su trabajo no era lo que pudiéramos llamar medianamente bueno y se pueden imaginar el duro trato que le daba a la cortadora de césped que además era prestada. Como era de esperarse, un día al pasarla encendida sobre un borde de cemento, la máquina, entre estertores y llamaradas, dejó de funcionar.

Como siempre sucede, mientras que algunos podían simpatizar con nuestro personaje por simpático e "ingenioso", a pesar del pobre desempeño, había quienes no lo querían por las mismas razones.

Al ver dañada una de sus principales fuentes de ingresos, se dirigió con toda decisión hacia la casa de otra familia, que como ya él había observado, poseía una flamante podadora nueva, grande, con varias velocidades, bien equipada y ya que él la necesitaba, supuso que sólo sería cuestión de pedirla para trabajar en mi patio.

Como José vino a decirme que no podía terminar su tarea porque la máquina se había dañado, no supe yo de las diligencias que realizaría, aunque sí me había sugerido la ya mencionada solución, pero yo me negué rotundamente a que lo hiciera.

Como ilustre representante de su raza, José mentía con descaro; después de mi negativa de pedir prestada otra máquina, se fue directamente a la casa de los vecinos y le pidió olímpicamente a la señora que le prestara la máquina, a lo que por supuesto ella se negó y José se fue tranquilamente a su casa.

Lo supe porque la misma vecina me lo contó una mañana y me dijo tener mucha pena conmigo por no haber prestado su máquina explicando a su vez que no lo había hecho porque conocía lo descuidado e irresponsable que era José. Más avergonzada me sentí yo porque no sabía exactamente en nombre de quién el susodicho había hecho el pedido, y me deshice en explicaciones también tratando de convencer a la señora de que yo no había tenido nada que ver con el atrevimiento de José.

Cuando volví a ver a mi "secretario", estaba yo algo disgustada con él por el incidente de la máquina y le pregunté sobre el asunto, pero sin inmutarse un ápice me dijo "¿cuál?, noooo, yo no he ido a pedir nada, no conozco a nadie en esa casa...

Dirán ustedes qué clase de personajes son los que colecciono en mi memoria, pero a mí estos curiosos individuos me resultan encantadores, me parecen sobrevivientes de la vida, una vida por demás dura y difícil.

Osadía

Hay un pequeño patiecito de cemento junto a la puerta de mi cocina y después de éste, un amplio jardín muy verde.

Como muchas cosas aquí, cada cosa debe estar en el debido y estratégico lugar, lo cual hace que todo se vea muy bonito y cuidadosamente planeado. Los árboles grandes, uno a la izquierda y otro a la derecha del terreno, los arbustos, ubicados cerca de los límites de la propiedad y en el centro un lugar para las plantas de flores y hermosas hojas. También una "casita" alta para poner alimento a los pájaros.

He puesto semillas para ellos en este lugar, muchos pájaros llegan especialmente en el crudo invierno, pero cuando la nieve se va y llega la primavera, a mí me gusta derramar las semillas en el pequeño patiecito de cemento, eso hace que los pajaritos vengan muy cerca y yo me deleite contemplándolos.

Estoy rompiendo las reglas, lo sé, ¿pero qué importa? me pongo a pensar que en la naturaleza todo convive maravillosamente como en el aparente caos del bosque o de la selva, allí no se ve ese cuidadoso planeamiento que limita y ubica cada árbol, cada planta, grande, mediana y pequeña; es el ser humano que parece tener la necesidad apremiante de establecer un orden que le permita sentirse en control de la situación. Supongo que no hay nada malo en esto, es la pequeñez del ser que no puede con la grandeza que no es capaz de abarcar.

Mis pequeños visitantes, vienen tímidos, inseguros, en estado de total alerta, como si supieran (seguramente saben) que es peligroso acercarse mucho a los humanos.

Algunos son muy hermosos como los cardenales rojos y los azules, otros tienen plumajes de colores menos brillantes; unos son grandes y otros son muy pequeñitos, diminutos; he observado que los grandes son más nerviosos y están más tensos que los pequeñitos, al menor movimiento que observan a traves de la puerta de vidrio, vuelan a los árboles cercanos, en cambio los pequeñitos se quedan comiendo las semillas, siempre en actitud de alerta, pero más confiados.

También como entre los humanos, los pájaros luchan por la supremacía, he visto venir a algunos más grandes y más fuertes, forzar a los pequeños a levantar el vuelo mientras ellos se quedan con toda la comida; pero también los pequeñitos se pelean y tratan de evitar con fuertes aleteos amenazantes que otros sigan llegando.

Algunas veces un visitante inusitado hace presencia; un ardillita, sólo una; aparece y todos los pájaros vuelan en desbandada; ella no tiene que pelearle a nadie el espacio ni la comida, su sola presencia hace todo el trabajo.

De todo este maravilloso espectáculo me perdería si no tuviera la pequeña osadía de alterar
el orden y derramar las semillas en el lugar menos indicado, pero vale la pena!!!!

"Porque no engraso los ejes, me llaman "abandonao"
si a mí me gusta que suenen, pa que los quiero engrasaos...." A. Y

jueves, 25 de marzo de 2010

Inventario de cosas perdidas

El camino recorrido parece largo, mirar atrás hace ver las cosas irreales a través del tiempo, pero en realidad, el camino de la vida es corto, muy breve, "como la flor de la hierba", como la sombra de una nube pasajera, como el viaje de una estrella fugaz.

Uno va atesorando cosas y recuerdos a lo largo del camino; como yo he tenido que realizar muchas mudanzas, todas ellas involuntarias, he tenido que ir deshaciéndome de muchas;
el tener que desprenderme de mis cosas por causa de tantos traslados, me ha hecho pensar que no se necesitan tantas para vivir, es mas, entre menos se tengan, mejor... habrá menos nostalgia y más fácil olvido...

¿Qué fue de las cosas que poblaron las casas que habitamos, a dónde fueron a parar sus tesoros?
¿Dónde está el piano blanco en el que dos niñas practicaban sus lecciones?
¿En dónde una pintura con una luna clara que alguna vez adornó mis paredes?
¿Y el niño y las dos chicas de la fotografía?
¿A dónde fueron a parar los libros que acompañaron mis insomnios y mi soledad? sus nombres se pierden en los laberintos de la memoria, hemos dejado muchos esparcidos a lo largo del camino; me consuela el hecho de haberlos leído, mejor que acumulado.

¿Qué fue de las aulas felices pobladas de niños? ¿Qué fue de aquellos niños? Sus caritas casi se han borrado como formas definidas y con identidad, pero el recuerdo de que formaron parte de mi pasado persiste en mi memoria.

¿Cómo será ahora aquél pueblecito de montaña con aquella casa cuya puerta se abría a un patio con árboles perfumados de arrayán y azahares, con amplios corredores con macetas y flores?

¿Qué habrá sido de los ancianos sentados en las bancas de aquel parque de barrio?
¿Y aquella viejita amorosa y solidaria que compartió conmigo deliciosos bocados de sus recetas mágicas?
¿Y aquella joven madre y sus tres niños? ¿y la vecina inolvidable que me abrió las puertas de su corazón y de su casa?
¿Qué será de aquella calle de amable vecindario con sus niños bulliciosos, con los ancianos que contaban la historia y los relatos?
No escucho las campanas de las torres lejanas, ¿habrán cortado la ceiba de la entrada?,¿florecerá todavía el guayacán en sus jardines?
¿Y el vestido de color verde esmeralda que lucía una niña los domingos?
El hombre joven y la mujer bonita de ojos claros, aún caminan juntos?
El limonero de generosos frutos con sus flores diminutas, milagro de blancura y de belleza, ¿estará en pie todavía?
La miel clara de azahares, ¿se seguirá vendiendo en aquella misma esquina?

"...desandar los caminos y llegar al puerto sorprendido del retorno..." J de I.

jueves, 25 de febrero de 2010

Personajes

Puerto Cabezas es un pueblo de la costa de Nicaragua, ubicado frente al Caribe; estuvimos en este lugar hace muchos años y la verdad, no creo que haya cambiado mucho a pesar del tiempo transcurrido.

Tenía el lugar un mercado que ofrecía, no recuerdo si todos los días o sólo los domingos, una mercancía que no era ni muy abundante ni muy variada. Los misquitos, indígenas de la región, traían plátanos, yucas y otras raíces, cocos y algo de pescado. Se encontraba allí también el único aceite, válido para todo uso, desde cocina hasta remedio y repelente de mosquitos: el aceite de coco. La frutas y verduras, si es que se consideraban muy necesarias, había que mandarlas a traer desde la capital, en un pequeño avión que venía cada semana.

Había en el pueblo algunos restaurantes chinos, por llamarlos de pretenciosa manera, en los que era posible conseguir arroz cantonés, sopa de vegetales, wanton, "chow min" y alguno que otro plato de la variada gastronomía china.

Por supuesto que había en el pueblo también algunas iglesias de diferentes denominaciones, la más popular era la iglesia "Morava", había también cine, bares, algún probable banco y formas de vida bastante... digamos... "liberales".

En aquel tiempo podíamos ahorrar gran parte de lo que ganábamos porque no había en que gastarlo, el único lujo posible era el ya mencionado restaurante chino que no costaba gran cosa.

Conocimos allí a un personaje por demás peculiar, casi diría único en su "genero". Nada ortodoxo ni en su forma de pensar ni en su apariencia, todo esto tomando en cuenta que era un ministro religioso.

Era un viejo pastor de la iglesia, cuyo nombre no mencionaré. Nuestro conspicuo personaje poseía un rebaño de cabras que pastaba y retozaba tranquilamente todo el día debajo de la escuela construída sobre pilares de madera, como era usual en ese lugar, y en el amplio terreno frente a la misma; en la noche dormían debajo del edificio y en los pasillos y corredores junto a las aulas de la escuela.

Esto daba a todo el lugar el distintivo olor de las cabras; en realidad, después de un tiempo allí uno mismo sentía el olor de las cabras pegado a la ropa.

Nuestro pastor, (ministro religioso) aclaro por aquello de las cabras, tenia una singular manera de resolver los problemas. Circulaba por el lugar una anécdota que lo ilustra bien, y que fuimos privilegiados en escuchar del mismo protagonista.

La iglesia de la cual él era pastor, celebraba los servicios religiosos en un edificio destartalado y en peligro de caer en pedazos. Según él mismo nos contó, había pedido ayuda una y otra vez a los dirigentes de su organización para reconstruir el inmueble.

Tal vez porque Puerto Cabezas era un lugar de difícil acceso, habían hecho caso omiso de los pedidos de nuestro pastor, lo cual lo llevó a tomar medidas que algún escrupuloso podría cuestionar, pero evidentemente más efectivas.

Se dirigió a la dependencia del gobierno encargada de dar o cancelar licencias de funcionamiento a los establecimientos públicos, y denunció la condición insegura en la cual se realizaban los servicios religiosos en la ya mencionada iglesia.
Cursiva
Las autoridades del pueblo hicieron una inspección, éstos más atentos a su pedido que los otros, y clausuraron el edificio. Una vez realizado este trámite, el pastor llamó por teléfono a sus dirigentes en la capital y les dijo: "Lo que tanto temía, ha sucedido. La iglesia ha sido clausurada."

Así consiguió el recursivo líder lo que los ruegos y las constantes llamadas no habían logrado.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Confianza

El ser humano es frágil por naturaleza, sumamente vulnerable en todos los sentidos, por eso, hacer que los hijos se conviertan en personas emocional y espiritualmente sanas, no es nada fácil.

Lograr que los hijos tengan clara conciencia de sí mismos y se asuman como personas responsables, tampoco es sencillo.

Es un hecho que todos estamos afectados para bien y para mal por la infancia que tuvimos; la forma como fuimos criados suele determinar con mucha fuerza los conceptos de disciplina y educación que asumimos como propios.

Hay pues un elemento sumamente importante en la educación y crianza de los hijos: la confianza. Creo que si un niño crece con la certeza de que sus padres confían en él, en lo que dice y hace, se sentirá más responsable y con mayor disposición de no defraudar a quienes creen en él.

Creo también que la confianza es un ingrediente básico de la autoestima. La autoestima es ese sentido de su propio valor, de saber quién es, de amor a sí mismo que a su vez puede proyectar hacia los demás.

Quien no se ama a sí mismo no está en condiciones de amar a otros, por eso es tan importante ayudar a desarrollar y fortalecer la autoestima en los niños.

Los padres y los maestros que confían en los niños no lanzarán juicios con respecto a sus hechos y conducta, contradiciendo alevosamente lo que ellos afirman.

Los niños pueden fallar, como nosotros lo hacemos, pero la confianza otorgada es un tesoro que un hijo no quiere perder, porque lo hace sentirse respetado y responsable de sus actos.

Construir sobre un ambiente de confianza será siempre mucho más positivo y productivo que aquel en el cual la acusación y el prejuicio son la norma.

El niño que es respetado como persona, aprende que debe merecer ese respeto; el que recibe confianza aprende que debe responder con honor y veracidad por la palabra dada.

Administrar confianza mientras se educa a un niño requiere de mucha sabiduría, porque la naturaleza humana es débil y siempre falla.

Que el padre busque sabiduría en la verdadera fuente y enseñe a sus hijos donde buscar gracia y fortaleza, darán como resultado una autoestima sana, tan necesaria para enfrentar la vida.


jueves, 18 de febrero de 2010

Lo importante es amarlos

Los niños tienen muchas necesidades y dependen de los adultos para satisfacerlas. Esa condición de dependencia lo hace extremadamente vulnerables; su seguridad sólo es preservada por el amor de sus padres.

A medida que crecen esa necesidad de amor no disminuye, con su crecimiento y desarrollo, con su lucha por adaptarse al mundo que los rodea, como una constante, permanece la necesidad de ser amados y aceptados como son, para aprender de esa manera a amar la vida, la gente, el mundo en que viven.

Desafortunadamente, en nuestro convulsionado mundo pareciera que estamos más preparados para enseñarles a temer, a desconfiar, incluso a odiar, todo lo cual equivoca el enfoque para el desarrollo de un carácter equilibrado.

En los primeros años de su vida el niño entra en contacto con otras personas aparte de su círculo familiar inmediato y muy pronto se encuentra dentro de un aula de clase, rodeado de un ambiente que puede resultar intimidante para el niño por la cantidad de elementos y circunstancias desconocidas para él.

Los niños necesitan herramientas y habilidades con las cuales aprender a tener éxito en el aprendizaje y los maestros están armados con todo tipo de metodologías, estrategias, paradigmas, novedades y tecnología que serán valiosos apoyos para el desarrollo intelectual del niño.

Pero deseo llamar la atención a que todo esto será de poca utilidad si el maestro no realiza su trabajo con el corazón, sus mejores esfuerzos servirán de poco si no los ama. Y este es un importantísimo principio educativo que deben aprender padres y maestros. Lo más importante es amarlos.

La gran necesidad de apoyo y estímulo que tienen los niños para aprender debe ser suplida con amor, pues en cuanto los niños se sientan aceptados y amados, tendrán la seguridad que necesitan para aprender, sabiendo que al equivocarse, olvidar, fallar, el maestro comprenderá estos sucesos como oportunidades para aprender.

Los niños son a su vez excelentes maestros, no sólo de sus compañeros sino también de sus maestros; mientras enseñamos, aprendemos, siempre y cuando nuestra mirada interior esté dispuesta para ver lo que ellos tienen para compartir con nosotros.

El amor hace milagros, es una verdad reconocida, y en el campo de la educación es una realidad que a veces algunos olvidan. Padres y maestros: lo más importante de todo, es amarlos.

miércoles, 17 de febrero de 2010

En tono distendido

Como este día me siento generosa, voy a compartir con ustedes mis queridos lectores, (y los que no me leen se lo pierden) una receta de cocina de lo más básica y saludable.

Resulta tan fácil de preparar y tan sabrosa que estoy segura que la volverá a hacer una y otra vez, añadiendo cada oportunidad de su propia creatividad; como dice el chef Oropeza, poniendole "su firma" hasta hacerla propia.

Apelando a lo poco o mucho de vanidad que todos llevamos dentro, le animo a probar la receta, no sólo la disfrutará la familia sino que podrá presumirla a los invitados y se sentirá recompensada con la satisfacción de los elogios que recibirá. ¿Usted la hizo? ¿En serio? ¡Qué maravilla, está deliciosa!. Como estoy segura de que le pedirán la receta, desde ya, le autorizo a compartirla.

Bueno, aquí viene: GRANOLA no, por favor no se desanime, es saludable si, pero es muy sabrosa, se lo garantizo, además, sus ingredientes son muy fáciles de conseguir, es una receta de bajo costo y pocas calorías. La podrá preparar para disfrutarla en forma de barra o suelta. Viene...


Ingredientes:
2 tazas de avena entera
1/2 taza de nueces picadas
1/2 taza de coco rallado (opcional)
1/4 taza de semillas de ajonjolí (opcional)
3 cucharadas de aceite vegetal
5 cucharadas de miel de abeja
Una pizca de sal
1/2 cucharadita de vainilla

Mezcle bien todos estos ingredientes en un tazón; pero bien mezclados, con manos limpias, cariño y corazón alegre.

Después, coloque todo esto en una bandeja o lata de esas que se usan para hornear galletas, o para hacer pizza, o en fin, el asunto es que el recipiente le permita extender toda la mezcla más o menos holgadamente. Si le gusta la granola suelta, debe esparcirla con toda comodidad, pero si le gusta en barra o pedazos algo grandes, pues entonces la capa debe quedar un poco más gruesa, digamos de un centímetro de grosor y presionar un poco la mezcla hacia abajo, para hacerla compacta.

Ahora viene lo más delicado, que es el tiempo de horneado, pero no se preocupe demasiado; si se le quema, pues vuelva a intentarlo, total, nadie tiene por qué saberlo. Ponga la bandeja en el horno a fuego o calor más bien bajo; bien pueden ser unos 200°. Déjelo allí por unos 20 ó 30 minutos, o hasta que lo vea seco y doradito. Si preparó una capa gruesa como para barra, déjelo enfriar antes de cortarla o partirla, pero si la prefiere suelta, entonces debe abrir el horno de vez en cuando y revolverla un poco; esta última forma estará lista más pronto.

¡Buena suerte! Cuénteme cómo le fue con la receta, y ojalá que supere todas las expectativas.
Prometo, la próxima vez, olvidar lo saludable y proponerles algo más riesgoso y aventurado.

Ahora, que si se siente en ánimo de desafiar las dietas y lo saludable, puede esparcir la granola suelta sobre unas buenas cucharadas de helado de vainilla y rociarlo con una salsa de caramelo o de chocolate... y algo de fruta picada para sosegar la culpa.








lunes, 15 de febrero de 2010

Sin miedo

Al menos en los lugares en que fui a la escuela y en los que después trabajé como maestra, solía ser cosa común el miedo. ¿Miedo a qué?. En realidad a muchas cosas, uno podía estar ansioso y asustado por las más variadas razones, pero que yo recuerde, casi todos los miedos podían achacarse al maestro.

Cuando recuerdo ese pasado lo encuentro inexcusable, ¿acaso no debería ser la escuela el lugar más placentero y feliz?. Alguna vez ví una película cuya trama se desarrollaba en la época de la segunda guerra mundial; una escena presentaba el bombardeo de los nazis sobre una ciudad inglesa durante la noche. Al día siguiente, cuando los niños llegan a la escuela y la encuentran en ruinas, estalla el alborozo y gritan entusiasmados: ¡Gracias Hitler!, ¡Gracias!.

Constantemente están apareciendo nuevos paradigmas, propuestas que traen la esperanza de escuelas más felices, escuelas en donde el miedo no sea protagonista, y el aprendizaje se vista de alegría, de feliz expectativa y de curiosidad que genere deseo de saber y de aprender.

Creo que una de las cosas básicas que la vida nos enseña, es la constante y casi inevitable posibilidad de equivocarnos, lo extraño es, que siendo esto así, los maestros parecieran desconocerlo y como extraña consecuencia, siempre niegan a los niños esa realidad; es más, es un hecho que aprendemos mucho a partir de nuestros errores. ¿Por qué entonces en el aula de clase pareciera prohibido equivocarse?

Los maestros necesitan despojar al niño de sus miedos si es que en verdad desean que ellos aprendan, especialmente en razón de que esos miedos son inculcados por los mismos maestros; esto es válido también para los padres. Es necesario mirar al niño y al alumno de cualquier edad con comprensiva paciencia y con respeto.

Equivocarse debe constituirse en una libre y feliz oportunidad de aprender, la ausencia de miedo propiciará preguntas, declaraciones espontáneas, alegres iniciativas en la búsqueda de la verdad. Cuando el maestro descubre esto, abre la puerta a un amplio horizonte de posibilidades para el niño que no sólo es respetado en su ignorancia sino animado en su búsqueda de soluciones y respuestas a cada situación problematica.

Cuando no hay miedo en el aula, empezarán a surgir además las interrogantes y curiosidades naturales en el interior del niño lo cual le puede resultar más motivador ya que la búsqueda partirá de un interés personal.

Imagino un aula feliz, sin miedo a las preguntas no importa en que dirección vayan, del alumno al maestro y del maestro al alumno, sin miedo a moverse de su lugar, sin miedo a satisfacer su curiosidad, sin miedo a compartir, sin miedo a ayudar o a pedir la ayuda de un compañero, sin miedo ... porque su maestro "entiende".

Enseñaba una vez a un grupo de niños de primer grado elemental, era un grupo muy activo, sumamente despiertos y curiosos; me enfermé y no pude ir a clases por cerca de una semana.
Cuando regresé, uno de los pequeños corrió a abrazarme y me dijo ¡Maestra, qué bueno que regresó, es que olvidé mi mochila en el carro de mi mamá, y yo sabía que usted si iba a entender!

Me parece además sumamente liberador para el maestro el que sus alumnos comprendan que él o ella también se equivocan, que los padres también se equivocan , que en fin todos los seres humanos nos equivocamos constantemente, y que todos comprendamos que concedernos la libertad de dejar saber a los alumnos que equivocarse es un camino propicio para aprender, es una lección valiosísima y elemental.

Equivocarse es válido, y más válido aún el esfuerzo hecho para enmendar o corregir el error.
Escuelas sin miedo... no un sueño, debe ser una feliz realidad en cada aula, para cada niño.

miércoles, 27 de enero de 2010

Hacia el ocaso

Los años pasan y de la misma manera como al comienzo de la vida nos sentimos tan ligados a nuestra familia de sangre,( padres, hermanos, abuelos), al final nos sentimos estrechamente unidos por misteriosos lazos al compañero de la vida.


Y digo "misteriosos lazos" porque los de sangre nos unen con una cohesión natural de amor filial que ni el tiempo ni la distancia pueden romper; pero los que nos unen a la persona con la que una vez decidimos echar nuestra suerte, resultan misteriosos por su naturaleza.


¿Qué nos une, qué nos ata que hace que después de años de mutua convivencia, uno se sienta más unido a esta persona que a aquellos con quienes comparte los lazos de sangre?...


La vida no es fácil y la vida en pareja está llena de altibajos, pero también está llena de añoranzas, de recuerdos que atesoramos en un álbum o en pequeños objetos que representan etapas de la vida compartida.


En el cuerpo y en el alma se van quedando las huellas de cada jornada sufrida o disfrutada y el compañero de la vida se nos va volviendo una presencia necesaria, una presencia y una compañía que uno desea permanente y perdurable.


Será porque un día dejamos el hogar paterno y porque sabemos que los hijos que criamos con amor y desvelos un día se irán ... pero uno piensa que el compañero no se irá, no esperamos que eso suceda, uno cree, que siempre estará allí.


Entonces pienso en los misteriosos lazos que nos unen, él no es mi familia, pero es más que un hermano, más que una madre, más que un amigo, es ... la relación más íntima y personal que poseo.


Al llegar a esta etapa de la vida, no se necesitan palabras, se comparte con serenidad y aceptación, se recuerda con nostalgia y se agradece cada día.


Creo que hay siempre un sentimiento de íntima soledad que nunca nos abandona, pero aún en esa soledad compartida podemos sentirnos más unidos.


"el tiempo no distingue entre mis manos
o un vuelo de naranjas en las tuyas:
pica con nieve y azadón la vida:
la vida tuya que es la vida mía"... P. N.

Despojos

El poeta mexicano Jaime Sabines, escribe una conmovedora referencia a lo que espera que suceda con su cadáver después de su muerte: Espera que su cadáver sea respetado...

En estos días hemos visto muchas imágenes conmovedoras de la tragedia en Haití. Los niños desamparados, las multitudes que vagan hambrientas sin saber a dónde ir, la angustia de los que buscan a sus seres queridos, una mujer a punto de dar a luz pero sin fuerzas para el alumbramiento por causa de la debilidad producida por el hambre, una anciana atropellada por la multitud que lucha desesperada por alcanzar algo del alimento que reparten, la escena de un joven que agoniza en la vía pública pues la policía le disparó por llevar unas bolsas de arroz, presumiblemente producto del saqueo, la ciudad en ruinas, las calles convertidas en inmensos basureros, y mucho más que se puede añadir a la lista. Dramático, terrible, sin palabras...

Pero he visto una imagen "ominosamente patética" y desoladora: Montañas de cadáveres amontonándose en las afueras de la capital, descomponiéndose bajo el sol inmisericorde, cubiertos de moscas, en un espectáculo sobrecogedor.

Así como amamos y respetamos la vida, los despojos humanos deben ser tratados con respeto. Esos restos pertenecieron a personas que amaron y fueron amadas por los suyos, que estuvieron entre nosotros y sus cuerpos no deberían estar expuestos como desperdicios, como basura. Es muy triste.

La fragilidad humana es vista como solamente la pueden mostrar estas enormes tragedias de la humanidad y en medio de la inmensidad de las urgentes necesidades, alguien pensaría que los muertos no son lo importante ahora, que las circunstancias posiblemente son las que han impedido un mejor tratamiento de los despojos y seguramente tiene razón; pero cuán desolador y absurdo es el espectáculo de los cuerpos irrespetados, deshonrados en su muerte.

"Porque si amo profundamente esta maravillosa indiferencia del mundo hacia mi vida, deseo también fervorosamente que mi cadáver sea respetado". J.S.