martes, 24 de enero de 2012

Amistad

Mucho se ha escrito sobre el concepto "amistad"; hay frases hermosas y memorables que la definen y hasta la Bilbia tiene algo que decir al respecto: "Amigo hay más unido que un hermano" y también: "El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo".

Creo que la amistad se define desde un ámbito muy personal, en realidad, desde esa dimensión se emiten las frases y citas sobre la amistad. Todo depende de la propia cosmivisión, de una forma particular de ser, de una disposición del ánimo que hace a la persona ser sociable o reservada, de su disposición para dar y también para recibir, de un carácter noble y generoso o egoísta y demandante.

Como persona reservada que soy, mi definición de amistad está muy influída por esa disposición de ánimo, de manera que la amistad personificada en alguien siempre presente, casi invasiva no es precisamente lo que yo desearía. Pero debo decir también, que curiosamente me he encontrado personas que contrastan totalmente conmigo en su forma de ser, y llegamos a ser muy buenos amigos, porque definitivamente creo que la primera característica de una amistad verdadera es la aceptación.

Entiendo claramente que cualquiera pude disentir, todos somos diferentes, de forma tan variada como puede ser la manera de entender la amistad. Trato de recordar a mis amigas de la infancia, y tengo recuerdos muy borrosos de vencinitos, compañeros de la escuela, incluso los niños de la familia que en mi caso siempre estuvo lejana en razón de las distancias que nos separaban; pienso que por lo general, los amigos de la primera infancia nos son impuestos por las circunstancias, rara vez tenemos la oportunidad de escogerlos, lo cual no quita que se conviertan en memorables y duraderas.

La primera amistad que recuerdo con mayor claridad, es la de una chica en la secundaria; al salir de la escuela cruzábamos el centro de la ciudad para dirijirnos cada una a su casa; creo que era un poco mayor que yo, muy delicada en sus modales y su trato con los demás, y parecía mayor que todas nosotras sus compañeras, en el hecho de que a todas luces, parecía que cargaba con responsabilidades que los demás aún no teníamos, por eso ella parecía siempre más seria, más hábil en el manejo de las relaciones. Un fin de semana cualquiera,fui con mi madre a una de las tiendas del centro para comprar algo. Ella estaba allí, al otro lado del mostrador, no pareció sorprendida de verme, ni trató de evadirme, me saludo con suavidad y me sonrió ofreciéndome su ayuda. Yo tampoco pregunté nada. Trabajaba en esa tienda los fines de semana, y como en la escuela, nunca se había mencionado el hecho, nunca lo mencioné a nadie, aunque ella tampoco me pidió que guardara el secreto.

Más adelante conocí un par de jovencitas, dos chicas negras de trato dulce y alegre; ellas venían de una población cercana a la ciudad donde yo vivía; en mi época y mi entorno las relaciones interraciales estaban exentas de todo prejuicio, las recuerdo con mucho cariño, compartimos muchas horas de alegres conversaciones y juegos, de estudios y clases y fueron para mi un ejemplo de amistad desinteresada.

Como he mencionado antes, me he cambiado de residencia muchas veces a pesar de un profundo y contradictorio sentimiento de arraigo que siempre me abruma, así que las amistades que recuerdo tuvieron siempre ausente un sentido de permanencia. Siempre me fui, como dice el poeta, "de todas partes a otra parte".

Pero no todas fueron fugaces, algunas han permanecido a pesar del tiempo y la distancia, de esas amistades perdurables que lo superan todo, aunque a intervalos porque a veces perdimos contacto, y alguna circunstancia las hizo presentes de nuevo con el mismo cariño la misma solicitud y generosidad incondicional, y era un volver a empezar como si el tiempo no hubiera transcurrido entre nosotras, sin preguntarnos nada, sin pedir disculpas ni dar explicaciones, la amistad permanecía intacta.

Una de esas entrañables amigas, tiene una curiosa historia, porque se convirtó en mi amiga cuando ella era una niña de 12 años y yo tendría unos 22. Han pasado muchos años, 35 o más, pero su amistad es un motivo de alegría y una fuente de alegres recuerdos cada vez que nos encontramos, yo sé que puedo contar con ella, y ella sabe que cuenta con nosotros. Amiga entrañable y generosa como pocas.

Pero así como todo en la vida de los seres humanos es pasajero, creo que las amistades que hacemos a lo largo de la vida, no tienen necesariamente que ser para siempre. Una amistad puede terminar, y ello no quiere decir que no existió o que no hubo sentimientos puros ni verdaderos en ella, puede ser también fuente de gratos recuerdos, de gratitud, de alegría.

La amistad, es una disposición del corazón para dar, pero también para recibir, es necesario estar abierto en ambas direcciones.
Como con cualquier otra relación humana, pienso que la regla de oro: "has con otros como quieres que sea hecho contigo", es una norma que debe regular una buena amistad, y como toda relación humana también es siempre frágil.

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