miércoles, 4 de enero de 2012

La única abuela que conocí

Tendría yo unos diez cuando mis padres regresaron a su tierra para visitar sus hogares paternos, o mejor, la casa paterna de mi madre, porque los padres de mi papá ya habían muerto.

Mis padres había salido de su tierra, dentro del mismo país, para ir lejos, hacia el occidente; la razón básica para ello creo que era el hecho de que mis padres se habían enamorado y los padres de la joven, familia con recursos, no veían con buenos ojos al advenedizo pretendiente que no tenía mucho que ofrecer. En tales circunstancias, los dos decidieron escapar y casarse más adelante en el camino de la huída.

Escuché a mi padre varias veces contar esta historia con lujo de detalles, ya he dicho que era un excelente narrador. El primer pueblo adonde decidieron establecerse, creo que fue el pueblecito donde nací, Miranda, muy lejos del hogar que mi madre había dejado. Sirva esto como introducción al relato que quiero hacer sobre mi abuela. Pasaron años antes de que mis padres se decidieran a volver; unos doce. Largo tiempo, especialmente en aquellos días todavía muy lejos del desarrollo de las comunicaciones que tenemos hoy. Quizás en todo ese tiempo nunca se habían comunicado, no lo sé con seguridad.

Mis padres organizaron el regreso para visitar a mis abuelos maternos; tengo la vaga idea de que mi madre preparó regalos para llevar a su familia; ella siempre los tuvo en mente, tanto a sus padres como a sus hermanos, a quienes ella mencionaba y de quienes contaba anécdotas siempre. Imagino que ella extrañaba a su familia, pero nunca le oí quejarse. De vez en cuando alguno de sus hermanos nos visitaba, pero era una familia muy lejana por causa del tiempo y la distancia.

Emprendimos el largo viaje en autobus, en aquellos tiempos eran mas de 20 horas por increibles paisajes de montaña; habia que cruzar la alta y fria cordillera y volver a bajar hasta llegar a la ciudad donde mis abuelos vivian. Recuerdo que habia cierta tension por la inminente visita, no llegamos directamente a casa de la abuela, sino que nos hospedamos en un hotel del centro. La ciudad era pequeña, ubicada al borde de la selva al oriente del pais.

Los abuelos ya no vivian en la casa de la finca, ahora vivian en la ciudad en una amplia casa muy cerca del centro, la casa era del estilo colonial de las casas en mi pais, con altas paredes, un gran patio interior a cielo abierto, y al fondo de la casa, las cocinas y el comedor.
Fue alli donde vi a mi abuela por primera vez, hubo mucho revuelo ese dia cuando llegamos y los recuerdos son confusos, mis padres se preguntaban cómo los recibiria mi abuela a doce años de la huida y ahora con cuatro hijos, yo, la mayor de ellos.

Recuerdo que la vi sentada en una mecedora, me pareció una señora grande y robusta, de gesto adusto, con fuertes rasgos de autoridad
en su rostro, su peinado era sencillo, recogido atrás, usaba aretes con piedras grandes de hermoso color, y anillos de igual estilo. Cerca de ella estaba mi abuelo, un hombre que me pareció pequeño con grandes y gruesos lentes. Es curioso, pero no recuerdo abrazos ni emociones, recuerdo unos abuelos muy distantes, lo que sí recuerdo es la cocina, aún los aromas que las ollas despedían. Los alimentos que se sirvieron esos dias, me dan una medida de la alegria y las emociones que nuestra visita provocó en nuestros abuelos, la comida era la expresión de amor y bienvenida, de emociones contenidas por tantos años.

La abuela tenía a su servicio unas señoras que seguian sus indicaciones en la cocina, pero ella dirigia todo con cuidado. Recuerdo que los sabores y los aromas me hicieron entender el origen de la cocina de mi madre, había fogones de leña que le daban a los platillos sabores muy auténticos y peculiares, las aves y las carnes frescas acabadas de llegar del campo, las hierbas sembradas en el patio, los quesos artesanales de varios tipos hechos en su propia finca, el chocolate espumoso, caliente y delicioso en cada desayuno y cada cena, los diversos pnecillos de queso, horneados en horno de leña, todo me parecía asombroso por la cantidad y la variedad.

Mi abuela me pareció una mujer fuerte, mi madre contaba en sus anécdotas que aunque en aquellos tiempos la última palabra la tenia el jefe de familia, mi abuelo siempre la consultaba antes de cerrar un negocio, y no tomaba decisiones importantes sin escuchar la opinión de ella.

Después del buen recibimiento dejamos el hotel para trasladarnos a la casa de los abuelos. Al día siguiente, hubo un paseo a los lugares donde mi madre habia crecido y trabajado con sus padres antes de casarse e irse lejos. Mi madre amaba los caballos, la música de guitarras y las canciones que cantaban en las tertulias y fiestas. En la finca hubo una reunión con los hermanos y sus familias y una comida memorable.. Habia mucha comida al estilo campesino, carnes de aves y animales criados en la finca, plátanos, yucas, arroz, hierbas frescas, todo cultivado allí mismo. Un río enorme y caudaloso cruzaba la finca. La comida fue preparada de una manera que no he vuelto a ver; habian abierto un hueco en la tierra, el fuego ardia en el fondo, la comida fue puesta sobre el fuego en vasijas de barro y tapado luego con grandes hojas de plátano, y luego las piedras y la tierra que se habia sacado para abrir el hueco. Después de unas horas, se destapó de nuevo el hueco y la mítica comida fue servida en una gran mesa sobre enormes hojas de plátano, limpias y frescas. El olor que aquella comida despedia removía todas las papilas gustastivas, y el sabor...verdaderamente inolvidable.

En medio de todas estas andanzas, yo no recuerdo a mi abuela, no veo a los niños con ella... y asi nos despedimos y regresamos a casa.
Volvi a ver a mi abuela una sola vez más, cuando era una jovencita de 16 o 18 años, fui con uno de mis tíos que haría un viaje en su camión y regresaría a nuestra ciudad. Estuve una semana con mis abuelos, y la experiencia fue muy parecida, los abuelos tenian ahora un hotel en la ciudad, que ellos mismos administraban; me presentaron a parientes cercanos y lejanos que pasaban en las mañanas o en las tardes a saludarlos, eran unos señores muy respetados. Eran cariñosos conmigo, me invitaban a comer con ellos, pero siempre algo distantes. Durante esa semana pasé algún tiempo con una tia amable y cariñosa que me invitaba a visitarla en su casa. Tenía ella unas manos maravillosamente hábiles, capaces de convertir cualquier cosa o material en un objeto hermoso. Tenía un taller de costura y artesanías de mucho prestigio en la ciudad, yo la admiraba profundamente, era la encarnación de mujer virtuosa de aquellos tiempos; cosia, pintaba, hacía muñecas, bolsos, y muy diversos objetos, cocinaba con verdadera maestria, era emprendedora y dueña de su propio negocio.

Mi abuela me regaló esta vez un vestido azul y un anillo de oro con una hermosa piedra de color rosa. No recuerdo abrazos en esta visita tampoco ni amorosas expresiones físicas de cariño, pero sí las atenciones con las que me lo expresaba. Creo que alguna otra vez vino a visitarnos a nuestra casa. Eran otros tiempos...muy lejanos ya, y entre padres e hijos, abuelos y nietos la relación era muy respetuosa, el amor se expresaba de otras formas; hoy las cosas han cambiado, y lo celebro, pero el tiempo fugaz que pasé con mi abuela lo recuerdo con vaga nostalgia, simplemente ése era el orden de las cosas... No volvi a verla más.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, pues yo soy fan de sus anécdotas, es que las describe muy bien y me imagino los paisajes y las montañas y las costumbres de antes :) Gracias por compartirnos esos pedazos de su vida con nosotros.

angelita dijo...

Me deleito en sus relaatos. Es buena escritora. Vivo y disfrutos las historias que narra. Que tiempos tan bellos. Afortunadamente hoy podemos mostrar amor de mas formas y no por ello dejamos de ser respetuosos.
"Todo tiene su tiempo"
Felicidades maestra!!

Ruth Grajales dijo...

Y yo no puedo dejar de dar las gracias, May, por leerlos y por tus amables comentarios que tanto aprecio. un abrazo.

Ruth Grajales dijo...

asi es Angelita, estos tiempos son de mas expresion de los sentimientos, y esta bien asi, creo yo. Gracias por acercarte a leer. cuentame de tu niño, esta bien? Un abrazo, Dios te bendiga siempre.

Ruth Grajales dijo...

Y yo no puedo dejar de dar las gracias, May, por leerlos y por tus amables comentarios que tanto aprecio. un abrazo.