miércoles, 27 de enero de 2010

Hacia el ocaso

Los años pasan y de la misma manera como al comienzo de la vida nos sentimos tan ligados a nuestra familia de sangre,( padres, hermanos, abuelos), al final nos sentimos estrechamente unidos por misteriosos lazos al compañero de la vida.


Y digo "misteriosos lazos" porque los de sangre nos unen con una cohesión natural de amor filial que ni el tiempo ni la distancia pueden romper; pero los que nos unen a la persona con la que una vez decidimos echar nuestra suerte, resultan misteriosos por su naturaleza.


¿Qué nos une, qué nos ata que hace que después de años de mutua convivencia, uno se sienta más unido a esta persona que a aquellos con quienes comparte los lazos de sangre?...


La vida no es fácil y la vida en pareja está llena de altibajos, pero también está llena de añoranzas, de recuerdos que atesoramos en un álbum o en pequeños objetos que representan etapas de la vida compartida.


En el cuerpo y en el alma se van quedando las huellas de cada jornada sufrida o disfrutada y el compañero de la vida se nos va volviendo una presencia necesaria, una presencia y una compañía que uno desea permanente y perdurable.


Será porque un día dejamos el hogar paterno y porque sabemos que los hijos que criamos con amor y desvelos un día se irán ... pero uno piensa que el compañero no se irá, no esperamos que eso suceda, uno cree, que siempre estará allí.


Entonces pienso en los misteriosos lazos que nos unen, él no es mi familia, pero es más que un hermano, más que una madre, más que un amigo, es ... la relación más íntima y personal que poseo.


Al llegar a esta etapa de la vida, no se necesitan palabras, se comparte con serenidad y aceptación, se recuerda con nostalgia y se agradece cada día.


Creo que hay siempre un sentimiento de íntima soledad que nunca nos abandona, pero aún en esa soledad compartida podemos sentirnos más unidos.


"el tiempo no distingue entre mis manos
o un vuelo de naranjas en las tuyas:
pica con nieve y azadón la vida:
la vida tuya que es la vida mía"... P. N.

Despojos

El poeta mexicano Jaime Sabines, escribe una conmovedora referencia a lo que espera que suceda con su cadáver después de su muerte: Espera que su cadáver sea respetado...

En estos días hemos visto muchas imágenes conmovedoras de la tragedia en Haití. Los niños desamparados, las multitudes que vagan hambrientas sin saber a dónde ir, la angustia de los que buscan a sus seres queridos, una mujer a punto de dar a luz pero sin fuerzas para el alumbramiento por causa de la debilidad producida por el hambre, una anciana atropellada por la multitud que lucha desesperada por alcanzar algo del alimento que reparten, la escena de un joven que agoniza en la vía pública pues la policía le disparó por llevar unas bolsas de arroz, presumiblemente producto del saqueo, la ciudad en ruinas, las calles convertidas en inmensos basureros, y mucho más que se puede añadir a la lista. Dramático, terrible, sin palabras...

Pero he visto una imagen "ominosamente patética" y desoladora: Montañas de cadáveres amontonándose en las afueras de la capital, descomponiéndose bajo el sol inmisericorde, cubiertos de moscas, en un espectáculo sobrecogedor.

Así como amamos y respetamos la vida, los despojos humanos deben ser tratados con respeto. Esos restos pertenecieron a personas que amaron y fueron amadas por los suyos, que estuvieron entre nosotros y sus cuerpos no deberían estar expuestos como desperdicios, como basura. Es muy triste.

La fragilidad humana es vista como solamente la pueden mostrar estas enormes tragedias de la humanidad y en medio de la inmensidad de las urgentes necesidades, alguien pensaría que los muertos no son lo importante ahora, que las circunstancias posiblemente son las que han impedido un mejor tratamiento de los despojos y seguramente tiene razón; pero cuán desolador y absurdo es el espectáculo de los cuerpos irrespetados, deshonrados en su muerte.

"Porque si amo profundamente esta maravillosa indiferencia del mundo hacia mi vida, deseo también fervorosamente que mi cadáver sea respetado". J.S.