lunes, 12 de marzo de 2012

El pasado

El otoño es una época hermosa en estos parajes del norte; hermosa pero de una belleza frágil, vulnerable, que durará muy poco y después de eso, los árboles perderán sus hojas con todo su esplendor y colorido y su interior descarnado y sin atractivo, quedará expuesto.

Se pueden ver entonces árboles de troncos fuertes, robustos, altos, otros de tronco y ramas retorcidas que exhiben deformidades y los hay cuyas ramas parecen brazos que terminan en manos de largos dedos suplicantes. La naturaleza es muchas veces un espejo de las épocas de la vida humana, cada una hermosa en sí misma, la que corresponde al otoño, más frágil que las anteriores... aunque puede ser la más fuerte... quién sabe... la mejor.¿?

En el otoño de nuestra vida, es posible que nos veamos enfrentados con el pasado, en una época cuando ya nos sentíamos a salvo de él, cuando somos cuestionados o peor aún, juzgados y esos juicios no nos favorecen. Sentimos entonces un llamado a la reflexión, a la introspección, para tal vez emitir nuestro propio juicio sobre aquellas acciones.

Habrá que juzgar nuestros propios motivos, hay que considerar las circunstancias y tratar de ubicarlo todo en su justa dimensión. ¿Podremos hacerlo? La edad nos proporciona algunas ventajas: un poco de madurez como para concedernos el derecho a equivocarnos y no juzgarnos con tanta dureza; algo de sabiduría que nos ayude a ver nuestras fallas, reconocer las debilidades y buscar los motivos que animaron nuestros hechos.

Para algunos, no encontraremos justificación; estuvo mal. Para otros habrá atenuantes: juventud, inexperiencia, impulsividad, falta de valor.

Pero... ¿se puede desandar el camino? De alguna manera, tal vez sí, tal vez se pueda hablar de ello, con calma, con serenidad. Consigo mismo primero y después con quien nos juzga, si es que nos brinda la oportunidad.

Cargamos a nuestras espaldas, a medida que envejecemos, un enorme fardo de recuerdos, algunos de los cuales quiesiéramos abandonar, en la medida en que en ocasiones, son capaces de quitarnos la paz de la mente y del espíritu.

Creo que cada recuerdo e incidente que amenace la paz del alma, hay que traerlo a juicio y resolverlo, y finalmente... saber que, "por la entrañable misericordia de Dios", es posible recibir y retener la paz de su presencia en nuestra vida.

"Con una sola vida
no aprenderé bastante,

Con la luz de otras vidas
vivirán otras vidas en mi canto". P.N

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