jueves, 22 de noviembre de 2012

Recuerdo de una casa

Mis padres tuvieron vida de gitanos durante los primeros años de su vida de casados. Continuas mudanzas y cambios de pueblo y de ciudad, me hicieron conocer no pocas casas; puedo recordar algunas con bastante claridad.

Recuerdo perfectamente bien la madrugada en que llegamos a la última de esas casas. Veníamos del sur, de la cordillera fría y mis padres añoraban un clima más cálido. Viajamos toda la noche en el camión de la mudanza; la luna llena nos alumbró todo el camino y vimos el volcán Puracé vomitando fuego a lo lejos.

 Como a las 6 de la mañana llegamos al Valle y a nuestra casa; estábamos en Cali. Un largo pasillo a cielo abierto nos recibió al abrir la puerta, una brisa muy fresca llenaba la casa y la luz y el cielo azul le daban un ambiente de libertad a puertas cerradas. El pasillo daba directamente al fondo de la casa donde estaban el comedor y la cocina y después de éstos, un alto balcón que daba a una espléndida vista de la ciudad y el amplio valle.

 De día y de noche la brisa fresca y el hermoso escenario hacían de ese balcón un lugar verdaderamente acogedor; en las mañanas muy despejadas podía observarse a lo lejos el nevado del Huila con sus blancos picos. Abajo de ese balcón había un pequeño patio con una pila, un lavadero y un pedazo de tierra donde mi madre sembraba, desde semillas de pimentón hasta una hermosa mata de plátanos, helechos y flores.

La casa era antigua, ubicada en un barrio colonial en lo alto de una colina, una casa acogedora y clara; el sol, la luna, la lluvia y el viento estaban siempre de visita en ella y mi madre, que la habitó por 50 años, recibió allí a los hijos que se fueron y a los nietos lejanos; los que se quedaron cerca, fueron asiduos visitantes de la casa de la abuela.

 Mi madre acaba de llamarme para decirme que vendieron la casa y de inmediato me invadió una inmensa nostalgia; mis tres hermanos y yo crecimos o acabamos de crecer en esa casa y sentí como si me anunciaran que un ser querido se iba y que no volveríamos a verlo.

Trato de analizar mis sentimientos y no es apego a las cosas lo que siento, tal vez si, apego a los recuerdos, a los viejos recuerdos que poco a poco se hacen más presentes que las cosas que me ocupan hoy. Pensando en esa casa recuerdo a mis hermanos pequeños, a los viejos y queridos vecinos, doña Margarita y don Alfonso, encantadores y únicos en su amistad, doña Raquel, la querida enfermera amiga de mis padres; don Rafico y la señorita Josefina, que nos invitaban a ver en la sala de su casa las series inolvidables de "El llanero solitario", y la vida en "La Ponderosa".

Pensando en la casa, recuerdo el colegio de monjas, La Merced, donde mi hermana pequeña y yo estudiábamos a pocas cuadras de allí y las inolvidales fiestas navideñas con los diablitos y las murgas bulliciosas. Recuerdo también las novelas de la radio; no teníamos televisión en aquella época y a mi papá le gustaba una novela policiaca y de suspenso que escuchábamos en la cama y con las luces apagadas: "Chan... Li... Po" y también las veladas de comedia que oraganizaba el menor de los hermanos para contarnos chistes y hacer parodias.

 Pero mi madre tendrá ahora otra casa, una casa moderna y bonita como ella siempre quizo, deseo que el Señor le permita disfrutarla por largos y felices días. Ahora que "la casa" ya no es nuestra, que ya no es más la casa de mi madre, el velo del tiempo empezará a cubrir con la bruma del olvido su memoria...

jueves, 11 de octubre de 2012

Un viaje al sur del continente

SANTIAGO

Intento estas memorias para honrar la amistad siempre generosa de un sobrino chileno que ama ese país y aunque no nació allí, lo siente como suyo porque es la tierra de su padre y porque vivió allí días felices. Se ha dicho ya que el clima y la configuración geográfica influyen en el carácter de los habitantes de determinado lugar y en Chile esto es particularmente especial; el país aparece atrapado entre el mar y la cordillera y la amenaza de un terremoto colosal es una constante en la vida de los chilenos; estos elementos seguramente marcan de alguna manera notoria a sus habitantes.

Los chilenos por ejemplo, establecen fuertes lazos familiares con sus hijos que no se debilitan cuando estos se van. Son tiernos en la expresión de sus sentimientos y la gente gusta de la conversación alegre salpicada de anécdotas y buen humor. Cuando se les conoce más de cerca se hacen presentes exquisitos modales, gran generosidad y finas atenciones; le harán sentirse como en casa. En fin, que para conocer a los chilenos hay que acercarse a ellos, una impresión superficial y rápida no les hará justicia y para corroborar esto, debo decir que conocí allí en Santiago a la persona mas fina, atenta y amorosa que he conocido, un chileno que vuelca todo su interés y atención sobre sus invitados con verdadera y espléndida generosidad, y no creo que este ejemplo sea la excepcion sino la regla en este hermoso pais.

 Llegar a Santiago de Chile es una experiencia emocionante, la presencia de los magníficos Andes como silenciosos vigías al borde de la ciudad, le dan un aspecto asombroso. La ciudad es moderna, hermosa, limpia, pujante y progresista, con un sistema de transporte funcional, ordenado y seguro. Viajar en el metro por la capital es una experiencia del todo agradable, económica y segura. Fuimos al centro de la ciudad; era otoño, hacía frío y empezaban a caer las hojas de los árboles. El centro de la ciudad es como el de muchas ciudades latinoamericanas, abarrotado de negocios de todo tipo, y siempre lleno de gente que camina mirando las vitriinas, paseando, o con el apuro de quien tiene una determinada diligencia que realizar. Percibí pronto el olor a pan recién hecho y a galletas y repostería fresca.

 Los chilenos tienen la costumbre del té, como los ingleses, y en las panaderías la gente hace largas filas para comprar las galletas que serán el complemento perfecto para la hora del té. Recorrimos un barrio cercano al centro con muchos reustarantes pequeños y acogedores que ofrecían comida peruana y chilena. Después por una amplia y conocida avenida, caminando un buen rato, llegamos hasta el mercado, lugar que considero de obligada visita si se quiere conocer el alma de un pueblo, sus costumbres, especialmente su comida. No me sentí defraudada, las mejores empanadas chilenas,las comimos alli, lo mismo que un delicioso mote con huesillo, bebida más frecuente en el verano y hecha con granos de trigo y pulpa de durazno.

Otro día nos dirigimos en el metro en dirección completamente opuesta, hacia otro lado de la ciudad, hacia la cordillera. La presencia de esas montañas me conmueve siempre, me siento como si volviera a casa. El barrio se llama "Dominicos" y es el hogar de un hermoso convento colonial de los padres dominicos, tiene una preciosa iglesia, un parquecito encantador, y un mercado artesanal de lo más variado y concurrido, tal vez porque era domingo. Había todo tipo de trabajos artesanales; trabajos hechos en la hermosa piedra azul de Chile llamada "lapizlásuli" y otras hermosas piedras provenientes de las minas chilenas, tejidos, trabajos en vidrio, en madera, pinturas, cuero, en fin, un surtido verdaderamente representativo de la riqueza cultural de un pueblo y de las hábiles y artísticas manos de sus artesanos.

En la ciudad de Santiago, se han establecido desde hace algún tiempo, buen número de ciudadanos libaneses y palestinos, testimonio de este hecho son los restaurante con la deliciosa comida del medio oriente. Visitamos uno, "Sherahzade", encantador, maravillosamente evocador; creo que leí muchos cuentos de "las mil y una noches" cuando era niña porque todo lo que tiene que ver con la cultura levantina me resulta verdaderamente fascinante. El restaurante estaba ambientado con música que me sugería un mercado árabe por cuyas estrechas callejuelas huían unos esclavos por entre tapices, velos de colores, ánforas, canastas de nueces, frutos secos, especias y aromas. Un hermoso rincón árabe en Santiago.

 Un detalle más llamó mi atención en la ciudad; está llena de edificios altos, verdaderamente altos, y nuevos y más desafientes entán en construcción. Pienso que debido a los grandes terremotos que son historia en Chile, la gente no querría vivir en semejantes alturas, pero la tecnología y la ciencia han desarrollado medidas de seguridad que son evidentes en la ciudad, porque a poco tiempo de un terremoto de nuevo grados en la escala, no vimos ruinas ni cosa parecida. Hermosa ciudad, hermosa experiencia..


. VALPARAISO

Siempre quise conocer este lugar, el sur del continente, este sur ignoto de Neruda, este territorio "al sur de la distancia" como le llama el poeta.

Pongo especial interés en observar la gente, intento descifrar su esencia, deseo ver su índole más amable o su disposición contraria; pero ésta visita será breve y no se puede pretender tanto, aunque es inevitable recibir algunas impresiones y como tales las registraré.

Los chilenos lucen formales y entregados del todo al trabajo. Su país se ve próspero, seguro, con bajos índices de delincuencia y ni siquiera vimos huellas físicas del último terremoto de hace muy pocos años.

Valparaiso merece una mencion aparte, un lugar que me parecio intensamente interesante, que impacta con su presencia desde el primer momento. Pero comenzare por el principio, la mañana del viaje a Valparaiso nos sorprendio con un guia nicaraguense, extrovertido, amiguero, recursivo y hablador que a poco tiempo de haberlo conocido ya nos habia contado sus "obras, vida y milagros", pero era un chileno ma había adoptado su acento y sus costumbres y que nos entretuvo mucho el viaje con toda clase de anecdotas e informacion, a veces algo inverosimil, pero siempre oportuna.

Con nosotros viajaban hacia Valparaiso una familia de brasileros, unas seis personas, y aunque el español y el portugues son dos lenguas romances que nos permiten la posibilidad de alguna comunicacion, nuestro desinhibido guía daba explicaciones e información a diestra y siniestra, con un vocabulario de muy buen nivel y me parecía que los brasileños no estaban siendo muy bien ilustrados, pero como sucede siempre, la mayoria de los extranjeros se encoje de hombros y hace como que entiende.

El viaje a Valparaiso está marcado por la cordillera costera, mas baja que la majestuosa cordillera de los Andes, y fértiles valles ocupados por inmensos viñedos que van haciendo su aparición a lo largo del camino. El primer valle que encontramos fue el de Curacaví, una voz mapuche que segun nuestro guía diletante significa "piedra de la fiesta". Después encontramos otro valle llamado Casablanca donde producen uvas para el vino blanco. En este tramo hay una población en donde el índice de desempleo es cero; todo el mundo encuentra trabajo en la industria próspera del vino.

Me encantó el nombre de un viñedo en particular: "viña indomita", los sonidos de la última palabra tienen tanta fuerza como su significado. Algo curioso entre los letreros o señales al borde de la carretera: "Lo Orozco", "Lo Vasquez", no se si esta forma de decir tiene una historia o una orígen; el guia, que siempre tenia una explicacion para todo, nos dio una que no me parecio convincente. ¿Sera quiza asi debido al acento de los chilenos que con frecuencia omiten la "s" cuando está entre dos vocales?.

Y así nos fuimos acercando a Valparaíso; lo primero que nos mostró el guía fue una cárcel moderna, aparentemente recién construída sobre un cerro, con una espléndida vista al mar. No es algo común para los presos tal privilegio, pero supongo que algún poeta habrá entre ellos. Al llegar a lo alto del cerro, observamos el imenso mar Pacífico golpeando con olas llenas de espuma los altos acantilados; el día fresco y soleado nos permitía observar un paisaje asombroso.

La población de Valparaíso se amontona en los cerros y abajo, junto al mar, en una estrecha franja, el puerto con sus muelles, sus grúas los edificios del gobierno y unas estrechas callejuelas con interesantes construcciones de un pasado sin ninguna duda más próspero y rico en los tiempos cuando el salitre era una fuente de riqueza para Chile y no existía aún el canal de Panamá, haciendo de este puerto un importante lugar para el desembarco de productos de todo el mundo y famosos personajes.

Desafortunadamente los nuevos medios y formas de comunicación, los terremotos con su inmesa carga destructora, hicieron que toda esa prosperidad desapareciera. Valparaíso es un pueblo que me pareció algo así como la representación del mapa físico de Chile, un lugar atrapado entre el mar y la cordillera. La población trepa por los innumerables cerros a lo largo de la costa, lucen poblaciones abigarradas, pintorescas, llenas de color y vida cruzadas por una increíble red de caminos que van por entre callejuelas hasta la cima.

Visitamos el cerro donde está la una de las famosas casa de Neruda, "La Sebastiana", convertida hoy en un interesante museo desde donde se observa el mar y la parte plana de Valparaiso. Me pareció encantador el ambiente al menos en esa calle que pasa frente a la casa del poeta. hay pequeños restaurantes de comida casera, y las casas adornadas con plantas y flores, ostentan en una placa colocada en lugar visible en la pared, hermosas frases de los poetas chilenos, en especial de Neruda. Este cerro en particular es habitación de no pocos pintores y las escaleras estrechas que llevan a sus casas están pintadas con interminales dibujos, pinturas y grafitis, llenas de mensajes y color. Un lugar sumamente interesante y lleno de vida.

En este cerro visitamos también un pequeño parque habitado por las esculturas de tres insignes poetas chilenos: Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Vicente Huidrobo; la pequeña plaza estaba ocupada también por ventas de artesanías, pasamos sin comprar nada aquí, los chilenos no son invasivos, ofrecen amablemente, pero no insisten.

Luego se sale de Valparaíso hacia Viña del Mar, las poblaciones están separadas solamente por un corto tramo de carretera que bordea el mar, en un paisaje absolutamente espléndido, pero el constraste entre las dos ciudades es también asombroso. Las diferencias socioeconómicas son claras, por demás evidentes, una pequeña cuidad, bien cuidada, limpia, con sus elegantes casas y mansiones, edificios de apartamentos con balcones llenos de flores, tiendas de las más famosas y exclusivas marcas, calles sombreadas por árboles frondosos y jardines bien cuidados.

A esta ciudad vienen a trabajar muchas personas desde Valparaiso, y luego, Viña del Mar también se sube a los cerros, un barrio de clase media alta, puebla este cerro que tiene como los de los pobres también, la maravillosa vista al mar, que en sus ignotas profundidades ha guardado por siglos, las olas fatídicas que suelen acompañar los terremotos, aquí, como dice Neruda, "cada ciudadado lleva en sí un recuerdo de terremoto". Y esto es real, hablé con un habitante de estos cerros, que me dijo que aún dormido siente que la tierra se mueve, tiene miedo. "Es un pétalo de espanto adherido al corazón de la ciudad". Visitamos también la ciudad de Chillán, hermoso lugar también, más frío y lluvioso que Santiago, y así nos despedimos de estos bellísimos paisajes, de su gente, su asombrosa geografía y su generosidad. Viaje al sur del continente

lunes, 12 de marzo de 2012

El pasado

El otoño es una época hermosa en estos parajes del norte; hermosa pero de una belleza frágil, vulnerable, que durará muy poco y después de eso, los árboles perderán sus hojas con todo su esplendor y colorido y su interior descarnado y sin atractivo, quedará expuesto.

Se pueden ver entonces árboles de troncos fuertes, robustos, altos, otros de tronco y ramas retorcidas que exhiben deformidades y los hay cuyas ramas parecen brazos que terminan en manos de largos dedos suplicantes. La naturaleza es muchas veces un espejo de las épocas de la vida humana, cada una hermosa en sí misma, la que corresponde al otoño, más frágil que las anteriores... aunque puede ser la más fuerte... quién sabe... la mejor.¿?

En el otoño de nuestra vida, es posible que nos veamos enfrentados con el pasado, en una época cuando ya nos sentíamos a salvo de él, cuando somos cuestionados o peor aún, juzgados y esos juicios no nos favorecen. Sentimos entonces un llamado a la reflexión, a la introspección, para tal vez emitir nuestro propio juicio sobre aquellas acciones.

Habrá que juzgar nuestros propios motivos, hay que considerar las circunstancias y tratar de ubicarlo todo en su justa dimensión. ¿Podremos hacerlo? La edad nos proporciona algunas ventajas: un poco de madurez como para concedernos el derecho a equivocarnos y no juzgarnos con tanta dureza; algo de sabiduría que nos ayude a ver nuestras fallas, reconocer las debilidades y buscar los motivos que animaron nuestros hechos.

Para algunos, no encontraremos justificación; estuvo mal. Para otros habrá atenuantes: juventud, inexperiencia, impulsividad, falta de valor.

Pero... ¿se puede desandar el camino? De alguna manera, tal vez sí, tal vez se pueda hablar de ello, con calma, con serenidad. Consigo mismo primero y después con quien nos juzga, si es que nos brinda la oportunidad.

Cargamos a nuestras espaldas, a medida que envejecemos, un enorme fardo de recuerdos, algunos de los cuales quiesiéramos abandonar, en la medida en que en ocasiones, son capaces de quitarnos la paz de la mente y del espíritu.

Creo que cada recuerdo e incidente que amenace la paz del alma, hay que traerlo a juicio y resolverlo, y finalmente... saber que, "por la entrañable misericordia de Dios", es posible recibir y retener la paz de su presencia en nuestra vida.

"Con una sola vida
no aprenderé bastante,

Con la luz de otras vidas
vivirán otras vidas en mi canto". P.N

martes, 6 de marzo de 2012

Cabos sueltos

Me encantan los aromas que despiden algunas hierbas y especias como la albahaca y la canela.

Me gustan sólo los perfumes con suave olor cítrico.

Odio los zoológicos. No me gusta ver los animales encerrados en jaulas, atrapados, tristes.

Me encantan las tormentas, con agua o con nieve, son emocionantes.

La carcajada de un niño pequeño, me parece el sonido más gozoso y encantador que existe.

Me gusta la gente sencilla y buena, sin pretensiones.

La gente efusiva, que expresa sentimientos buenos de forma libre y generosa, me cae bien.

Los zapatos con diseños femeninos y delicados, como de muñecas, me encantan.

Me gusta mucho el colo azul, tal vez por melancólico.

No me asusta la soledad, me gusta mi compañía.

Considero la gratitud como la mejor de las virtudes.

Me siento absolutamente feliz en un espacio abierto y oscuro que me permita ver la noche estrellada.

Sueño con conocer Marruecos, pero no me gusta viajar... ¿?

Sueño con ser la dueña de una parra y verla producir.

No hay para mí mejor compañía que la de un buen libro.

Me gustan los caminos rurales, largos y sombreados.

Me asombra y me sorprende la variedad y la belleza de la naturaleza vegetal.

Amo las montañas y me entristecen las planicies.

Me encanta hacer pan, es como participar en la realización de un milagro.

Extraño el sonido de las campanas en la torre de la iglesia de un pueblecito lejano.

Me gustan las camas blandas y las almohadas suaves.

Me encantan los sonidos seductores de un hermoso poema..

Me encanta la hora del crepúsculo.

No me gustan las dicusiones porque no creo que alguien tenga que ganarlas; creo más bien en el respeto por la opinión o el credo ajeno.

Desconfío de los conservadores, prefiero a los liberales.

Siento desconfianza de los que aseguran saber lo que Dios quiere que los demás hagan. Intentan manipular.

No me gustan las imposiciones.

Detesto las posiciones "machistas"

Creo que debemos proteger a los más débiles.

Creo en el amor, en la bondad, en la buena voluntad de las personas.

Me gustan las ciudades cruzadas por un río.

Odio que me tomen fotografías; no soy fotogénica.

Rechazo totalmente la intolerancia y la violencia; defiendo el derecho que cada uno tiene de ser respetado en sus ideas y creencias.

Un vaso de leche fría y un banano pecocito, pueden ser una comida perfecta.

Me conmueven los ancianos con la fragilidad expresada en los ojos húmedos.

Extraño las cartas escritas a mano que el cartero traía a mi puerta.

Me encanta una cocina con ventanas que me permitan mirar afuera mientras cocino.

Me encantan los pisos de madera, color miel.

Me encantan la navidad y los niños.

Me fascina la calidez y el encanto de la familia reunida.

martes, 24 de enero de 2012

Amistad

Mucho se ha escrito sobre el concepto "amistad"; hay frases hermosas y memorables que la definen y hasta la Bilbia tiene algo que decir al respecto: "Amigo hay más unido que un hermano" y también: "El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo".

Creo que la amistad se define desde un ámbito muy personal, en realidad, desde esa dimensión se emiten las frases y citas sobre la amistad. Todo depende de la propia cosmivisión, de una forma particular de ser, de una disposición del ánimo que hace a la persona ser sociable o reservada, de su disposición para dar y también para recibir, de un carácter noble y generoso o egoísta y demandante.

Como persona reservada que soy, mi definición de amistad está muy influída por esa disposición de ánimo, de manera que la amistad personificada en alguien siempre presente, casi invasiva no es precisamente lo que yo desearía. Pero debo decir también, que curiosamente me he encontrado personas que contrastan totalmente conmigo en su forma de ser, y llegamos a ser muy buenos amigos, porque definitivamente creo que la primera característica de una amistad verdadera es la aceptación.

Entiendo claramente que cualquiera pude disentir, todos somos diferentes, de forma tan variada como puede ser la manera de entender la amistad. Trato de recordar a mis amigas de la infancia, y tengo recuerdos muy borrosos de vencinitos, compañeros de la escuela, incluso los niños de la familia que en mi caso siempre estuvo lejana en razón de las distancias que nos separaban; pienso que por lo general, los amigos de la primera infancia nos son impuestos por las circunstancias, rara vez tenemos la oportunidad de escogerlos, lo cual no quita que se conviertan en memorables y duraderas.

La primera amistad que recuerdo con mayor claridad, es la de una chica en la secundaria; al salir de la escuela cruzábamos el centro de la ciudad para dirijirnos cada una a su casa; creo que era un poco mayor que yo, muy delicada en sus modales y su trato con los demás, y parecía mayor que todas nosotras sus compañeras, en el hecho de que a todas luces, parecía que cargaba con responsabilidades que los demás aún no teníamos, por eso ella parecía siempre más seria, más hábil en el manejo de las relaciones. Un fin de semana cualquiera,fui con mi madre a una de las tiendas del centro para comprar algo. Ella estaba allí, al otro lado del mostrador, no pareció sorprendida de verme, ni trató de evadirme, me saludo con suavidad y me sonrió ofreciéndome su ayuda. Yo tampoco pregunté nada. Trabajaba en esa tienda los fines de semana, y como en la escuela, nunca se había mencionado el hecho, nunca lo mencioné a nadie, aunque ella tampoco me pidió que guardara el secreto.

Más adelante conocí un par de jovencitas, dos chicas negras de trato dulce y alegre; ellas venían de una población cercana a la ciudad donde yo vivía; en mi época y mi entorno las relaciones interraciales estaban exentas de todo prejuicio, las recuerdo con mucho cariño, compartimos muchas horas de alegres conversaciones y juegos, de estudios y clases y fueron para mi un ejemplo de amistad desinteresada.

Como he mencionado antes, me he cambiado de residencia muchas veces a pesar de un profundo y contradictorio sentimiento de arraigo que siempre me abruma, así que las amistades que recuerdo tuvieron siempre ausente un sentido de permanencia. Siempre me fui, como dice el poeta, "de todas partes a otra parte".

Pero no todas fueron fugaces, algunas han permanecido a pesar del tiempo y la distancia, de esas amistades perdurables que lo superan todo, aunque a intervalos porque a veces perdimos contacto, y alguna circunstancia las hizo presentes de nuevo con el mismo cariño la misma solicitud y generosidad incondicional, y era un volver a empezar como si el tiempo no hubiera transcurrido entre nosotras, sin preguntarnos nada, sin pedir disculpas ni dar explicaciones, la amistad permanecía intacta.

Una de esas entrañables amigas, tiene una curiosa historia, porque se convirtó en mi amiga cuando ella era una niña de 12 años y yo tendría unos 22. Han pasado muchos años, 35 o más, pero su amistad es un motivo de alegría y una fuente de alegres recuerdos cada vez que nos encontramos, yo sé que puedo contar con ella, y ella sabe que cuenta con nosotros. Amiga entrañable y generosa como pocas.

Pero así como todo en la vida de los seres humanos es pasajero, creo que las amistades que hacemos a lo largo de la vida, no tienen necesariamente que ser para siempre. Una amistad puede terminar, y ello no quiere decir que no existió o que no hubo sentimientos puros ni verdaderos en ella, puede ser también fuente de gratos recuerdos, de gratitud, de alegría.

La amistad, es una disposición del corazón para dar, pero también para recibir, es necesario estar abierto en ambas direcciones.
Como con cualquier otra relación humana, pienso que la regla de oro: "has con otros como quieres que sea hecho contigo", es una norma que debe regular una buena amistad, y como toda relación humana también es siempre frágil.

miércoles, 4 de enero de 2012

La única abuela que conocí

Tendría yo unos diez cuando mis padres regresaron a su tierra para visitar sus hogares paternos, o mejor, la casa paterna de mi madre, porque los padres de mi papá ya habían muerto.

Mis padres había salido de su tierra, dentro del mismo país, para ir lejos, hacia el occidente; la razón básica para ello creo que era el hecho de que mis padres se habían enamorado y los padres de la joven, familia con recursos, no veían con buenos ojos al advenedizo pretendiente que no tenía mucho que ofrecer. En tales circunstancias, los dos decidieron escapar y casarse más adelante en el camino de la huída.

Escuché a mi padre varias veces contar esta historia con lujo de detalles, ya he dicho que era un excelente narrador. El primer pueblo adonde decidieron establecerse, creo que fue el pueblecito donde nací, Miranda, muy lejos del hogar que mi madre había dejado. Sirva esto como introducción al relato que quiero hacer sobre mi abuela. Pasaron años antes de que mis padres se decidieran a volver; unos doce. Largo tiempo, especialmente en aquellos días todavía muy lejos del desarrollo de las comunicaciones que tenemos hoy. Quizás en todo ese tiempo nunca se habían comunicado, no lo sé con seguridad.

Mis padres organizaron el regreso para visitar a mis abuelos maternos; tengo la vaga idea de que mi madre preparó regalos para llevar a su familia; ella siempre los tuvo en mente, tanto a sus padres como a sus hermanos, a quienes ella mencionaba y de quienes contaba anécdotas siempre. Imagino que ella extrañaba a su familia, pero nunca le oí quejarse. De vez en cuando alguno de sus hermanos nos visitaba, pero era una familia muy lejana por causa del tiempo y la distancia.

Emprendimos el largo viaje en autobus, en aquellos tiempos eran mas de 20 horas por increibles paisajes de montaña; habia que cruzar la alta y fria cordillera y volver a bajar hasta llegar a la ciudad donde mis abuelos vivian. Recuerdo que habia cierta tension por la inminente visita, no llegamos directamente a casa de la abuela, sino que nos hospedamos en un hotel del centro. La ciudad era pequeña, ubicada al borde de la selva al oriente del pais.

Los abuelos ya no vivian en la casa de la finca, ahora vivian en la ciudad en una amplia casa muy cerca del centro, la casa era del estilo colonial de las casas en mi pais, con altas paredes, un gran patio interior a cielo abierto, y al fondo de la casa, las cocinas y el comedor.
Fue alli donde vi a mi abuela por primera vez, hubo mucho revuelo ese dia cuando llegamos y los recuerdos son confusos, mis padres se preguntaban cómo los recibiria mi abuela a doce años de la huida y ahora con cuatro hijos, yo, la mayor de ellos.

Recuerdo que la vi sentada en una mecedora, me pareció una señora grande y robusta, de gesto adusto, con fuertes rasgos de autoridad
en su rostro, su peinado era sencillo, recogido atrás, usaba aretes con piedras grandes de hermoso color, y anillos de igual estilo. Cerca de ella estaba mi abuelo, un hombre que me pareció pequeño con grandes y gruesos lentes. Es curioso, pero no recuerdo abrazos ni emociones, recuerdo unos abuelos muy distantes, lo que sí recuerdo es la cocina, aún los aromas que las ollas despedían. Los alimentos que se sirvieron esos dias, me dan una medida de la alegria y las emociones que nuestra visita provocó en nuestros abuelos, la comida era la expresión de amor y bienvenida, de emociones contenidas por tantos años.

La abuela tenía a su servicio unas señoras que seguian sus indicaciones en la cocina, pero ella dirigia todo con cuidado. Recuerdo que los sabores y los aromas me hicieron entender el origen de la cocina de mi madre, había fogones de leña que le daban a los platillos sabores muy auténticos y peculiares, las aves y las carnes frescas acabadas de llegar del campo, las hierbas sembradas en el patio, los quesos artesanales de varios tipos hechos en su propia finca, el chocolate espumoso, caliente y delicioso en cada desayuno y cada cena, los diversos pnecillos de queso, horneados en horno de leña, todo me parecía asombroso por la cantidad y la variedad.

Mi abuela me pareció una mujer fuerte, mi madre contaba en sus anécdotas que aunque en aquellos tiempos la última palabra la tenia el jefe de familia, mi abuelo siempre la consultaba antes de cerrar un negocio, y no tomaba decisiones importantes sin escuchar la opinión de ella.

Después del buen recibimiento dejamos el hotel para trasladarnos a la casa de los abuelos. Al día siguiente, hubo un paseo a los lugares donde mi madre habia crecido y trabajado con sus padres antes de casarse e irse lejos. Mi madre amaba los caballos, la música de guitarras y las canciones que cantaban en las tertulias y fiestas. En la finca hubo una reunión con los hermanos y sus familias y una comida memorable.. Habia mucha comida al estilo campesino, carnes de aves y animales criados en la finca, plátanos, yucas, arroz, hierbas frescas, todo cultivado allí mismo. Un río enorme y caudaloso cruzaba la finca. La comida fue preparada de una manera que no he vuelto a ver; habian abierto un hueco en la tierra, el fuego ardia en el fondo, la comida fue puesta sobre el fuego en vasijas de barro y tapado luego con grandes hojas de plátano, y luego las piedras y la tierra que se habia sacado para abrir el hueco. Después de unas horas, se destapó de nuevo el hueco y la mítica comida fue servida en una gran mesa sobre enormes hojas de plátano, limpias y frescas. El olor que aquella comida despedia removía todas las papilas gustastivas, y el sabor...verdaderamente inolvidable.

En medio de todas estas andanzas, yo no recuerdo a mi abuela, no veo a los niños con ella... y asi nos despedimos y regresamos a casa.
Volvi a ver a mi abuela una sola vez más, cuando era una jovencita de 16 o 18 años, fui con uno de mis tíos que haría un viaje en su camión y regresaría a nuestra ciudad. Estuve una semana con mis abuelos, y la experiencia fue muy parecida, los abuelos tenian ahora un hotel en la ciudad, que ellos mismos administraban; me presentaron a parientes cercanos y lejanos que pasaban en las mañanas o en las tardes a saludarlos, eran unos señores muy respetados. Eran cariñosos conmigo, me invitaban a comer con ellos, pero siempre algo distantes. Durante esa semana pasé algún tiempo con una tia amable y cariñosa que me invitaba a visitarla en su casa. Tenía ella unas manos maravillosamente hábiles, capaces de convertir cualquier cosa o material en un objeto hermoso. Tenía un taller de costura y artesanías de mucho prestigio en la ciudad, yo la admiraba profundamente, era la encarnación de mujer virtuosa de aquellos tiempos; cosia, pintaba, hacía muñecas, bolsos, y muy diversos objetos, cocinaba con verdadera maestria, era emprendedora y dueña de su propio negocio.

Mi abuela me regaló esta vez un vestido azul y un anillo de oro con una hermosa piedra de color rosa. No recuerdo abrazos en esta visita tampoco ni amorosas expresiones físicas de cariño, pero sí las atenciones con las que me lo expresaba. Creo que alguna otra vez vino a visitarnos a nuestra casa. Eran otros tiempos...muy lejanos ya, y entre padres e hijos, abuelos y nietos la relación era muy respetuosa, el amor se expresaba de otras formas; hoy las cosas han cambiado, y lo celebro, pero el tiempo fugaz que pasé con mi abuela lo recuerdo con vaga nostalgia, simplemente ése era el orden de las cosas... No volvi a verla más.

martes, 3 de enero de 2012

Arianita

"Babú, cuando tu eras pequeñita, ¿te pusieron ese nombre?" Creo que empieza a pensar que es un nombre muy extraño, como de hechicero medieval, aunque a mí me parece encantador. " No mi amor, ese nombre me lo pusiste tú cuando eras pequeñita y empezabas a hablar." "¿Y tienes otro nombre?" Sus ojos oscuros chispean de curiosidad esperando mi respuesta. "Si, tengo otro, me llamo Ruth" ¿Si? dice ella como tratando de asimilar el descubrimiento. "Te llamas Ruth, así que perdiste tu nombre..." reflexiona con seriedad; " y Papo (el abuelo), ¿tambièn perdió su nombre? " "Si, se llama Tevni, igual que tu tío... "

Ella asume que los nombres que nos da, son los verdaderos nombres; me abraza, me da besitos en las manos y en la cara y me dice: ¡"Babú, te quiero tanto!". ¡Qué maravilloso regalo es el amor de los nietos! Esta encantadora conversación sucede una noche en mi casa, mientras la acompañaba a dormirse, o al menos a intentarlo, porque a ella le parece que dormir es perderse un poco de la vida que acontece a cada minuto..

Arianita es una niñita encantadora, alegre como un cascabel, activa, independiente, espontánea, extrovetida, y conversadora. Le encantan los niños y la gente, sin importar si los conoce o no, si vienen a su casa o están en la calle, en el parque o en las tiendas. Es decidida y valiente frente a las circunstancias que le toque afrontar ya sea que las elija ella o que le sean impuestas, como la noche de sábado cuando salimos a pasear para ver el alumbrado de navidad y al llegar al parque quiso bajarse para caminar sobre la nieve; le dije que hacía mucho frío y que aún bien abrigadas, lo íbamos a sentir, pero me dijo: "no importa Babú, vamos". Después de caminar unos 100 metros en el intenso frío, le dije: "Mira, allí nos viene siguiendo el Papo en el carro por si nos da mucho frío y queremos regresar." ¿Dónde? me dijo vivamente interesada. "Allí, míralo" Entonces lo vio y tomándome decidida de la mano me dijo: "Aaah, entonces vamos al carro". Era evidente que tenía mucho frío, y al encontrar una salida honrosa, la aprovechó; de otra manera, creo que habría caminado un poco más.

La escuela es para ella un lugar fascinante, porque está lleno de niños, y tiene allí muchos amigos; un buen día llegó a su casa con una novedad: "mami, me voy a casar con Dovanan (Donovan), y vamos a tener un perro. (La madre suspira aliviada). Ama a sus maestras, "mis Missy" y "mis Tifany", y a pesar de ser tan extrovertida y conversadora, cuenta sus aventuras en casa dosificándolas y reservando información según le parece conveniente. Si la madre comienza a indagar sobre algún detalle más de lo "prudente", ella no cuenta más y dice simplemente "no sé". "Arianita, dice la mamá, ¿qué más hicieron después de jugar?". La niña contesta: "aaaahh, no sé mami, no sé" y es mejor dejar las cosas allí porque ella no hablará más del asunto.

Tiene toda la incansable curiosidad de los niños de su edad; tengo entre los adornos del estante de libros, un pequeño cuadro que presenta la fotografía de un hermoso tigre posando en un paisaje de montaña, de pronto me pregunta: "Babú, ¿cómo hiciste para tomarle esa foto a este tigre?, ¿cómo hiciste para que no te mordiera?". Oh, estaba distraído, le digo yo que no quiero deshacer su inocente suposición.


A sus 4 años, ama la navidad con todas sus luces y sus adornos, "Santa" es su personaje favorito, ella asegura que es real, que existe y que vendrá en la nochebuena a traerle regalos, a pesar de que la madre le ha dicho claramente que lo de "Santa" es un cuento y que sus padres son los que compran los regalos. Ella reacciona enojada ¡Sí existe, él va a traer los regalos, sí existe!. Ella creerá lo que ha decidido creer. Fin de la discusión.

Es una edad maravillosas la de los 4 años, la niña cree que es de ley comer palomitas de maíz mientras ve una película y piensa que el día que nieve, será navidad y "Santa" bajará por la chimenea; le encanta comer en McDonald, aunque no le permiten ir allí más que de vez en cuando. Le gusta la ropa y los accesorios con adornos de lentejuelas, su color favorito es el rosa, aunque, bueno... también el azul y el café. Es feliz en el carrusel que está cerca de nuestra casa y el animal favorito para montar es "el soldado caballo", un caballito verde con aparejos de batalla. Le encanta dibujar unos alegres y risueños renos de larga cornamenta; supongo que el tema cambiará cuando pase la época navideña.

Le gustaría mucho ser niño para que no le desenreden el cabello, pero no quiere que se lo corten. Le encanta hacer galletas de navidad y después decorarlas con chocolate derretido y con "sprinkles" (adornitos diminutos para decorar galletas o pasteles), los cuales añadió generosamente, mientras estuvo conmigo, a cualquier otro alimento, desde la sopa hasta un taquito de frijoles y queso; varias veces me lo ofreció asegurándome que estaba riquísimo, y me pareció que tenía razón. Le gusta desayunar con 7 pancakes, (no creo que sea una cábala bíblica) muy pequeñitos y untados de "nutela" (el comercial es gratuito).

Es feliz jugando a las escondidas con los abuelos, pero es tan miedosa que no toma su turno sola para evitar sufrir un susto muy grande al ser sorprendida. No le gustan las muñecas, pero ama los peluches, los perfumes, las botas brillantes y los tenis con lentejuelas, y tener el cabello largo.

Sus juguetes favoritos son los carritos de "cars 2" los "legos", los rompecabezas, los juguetes electrónicos como todos los niños de su generación; es amorosa, expresiva y peliona (nadie es perfecto), le encanta una historia de la Biblia antes de dormir, venir a casa de sus abuelos sola, aunque después de algunas días de no ver a sus padres, se pone loca de contenta cuando los vuelve a encontrar.

Los niños son los personajes más ingeniosos y divertidos que existen y pasar un tiempo con ellos es absolutamente refrescante y una experiencia afectiva maravillosa. Cierro mi pequeño texto con una frase de mi nieto de 7 años, un niño reflexivo y tranquilo que siempre me ha brindado su amor y su confianza. Estaban ya todos listos para el ritual de abrir los regalos de navidad, y yo volví a la cocina por un momento para buscar algo; el niño notó mi ausencia y fue a buscarme; me dijo: "Nana, ven porque la navidad no va a ser buena sin tí".

Dios bendiga a mis preciosos nietos, su amor y aceptación incondicional no tienen precio, son un maravilloso regalo.