jueves, 11 de octubre de 2012

Un viaje al sur del continente

SANTIAGO

Intento estas memorias para honrar la amistad siempre generosa de un sobrino chileno que ama ese país y aunque no nació allí, lo siente como suyo porque es la tierra de su padre y porque vivió allí días felices. Se ha dicho ya que el clima y la configuración geográfica influyen en el carácter de los habitantes de determinado lugar y en Chile esto es particularmente especial; el país aparece atrapado entre el mar y la cordillera y la amenaza de un terremoto colosal es una constante en la vida de los chilenos; estos elementos seguramente marcan de alguna manera notoria a sus habitantes.

Los chilenos por ejemplo, establecen fuertes lazos familiares con sus hijos que no se debilitan cuando estos se van. Son tiernos en la expresión de sus sentimientos y la gente gusta de la conversación alegre salpicada de anécdotas y buen humor. Cuando se les conoce más de cerca se hacen presentes exquisitos modales, gran generosidad y finas atenciones; le harán sentirse como en casa. En fin, que para conocer a los chilenos hay que acercarse a ellos, una impresión superficial y rápida no les hará justicia y para corroborar esto, debo decir que conocí allí en Santiago a la persona mas fina, atenta y amorosa que he conocido, un chileno que vuelca todo su interés y atención sobre sus invitados con verdadera y espléndida generosidad, y no creo que este ejemplo sea la excepcion sino la regla en este hermoso pais.

 Llegar a Santiago de Chile es una experiencia emocionante, la presencia de los magníficos Andes como silenciosos vigías al borde de la ciudad, le dan un aspecto asombroso. La ciudad es moderna, hermosa, limpia, pujante y progresista, con un sistema de transporte funcional, ordenado y seguro. Viajar en el metro por la capital es una experiencia del todo agradable, económica y segura. Fuimos al centro de la ciudad; era otoño, hacía frío y empezaban a caer las hojas de los árboles. El centro de la ciudad es como el de muchas ciudades latinoamericanas, abarrotado de negocios de todo tipo, y siempre lleno de gente que camina mirando las vitriinas, paseando, o con el apuro de quien tiene una determinada diligencia que realizar. Percibí pronto el olor a pan recién hecho y a galletas y repostería fresca.

 Los chilenos tienen la costumbre del té, como los ingleses, y en las panaderías la gente hace largas filas para comprar las galletas que serán el complemento perfecto para la hora del té. Recorrimos un barrio cercano al centro con muchos reustarantes pequeños y acogedores que ofrecían comida peruana y chilena. Después por una amplia y conocida avenida, caminando un buen rato, llegamos hasta el mercado, lugar que considero de obligada visita si se quiere conocer el alma de un pueblo, sus costumbres, especialmente su comida. No me sentí defraudada, las mejores empanadas chilenas,las comimos alli, lo mismo que un delicioso mote con huesillo, bebida más frecuente en el verano y hecha con granos de trigo y pulpa de durazno.

Otro día nos dirigimos en el metro en dirección completamente opuesta, hacia otro lado de la ciudad, hacia la cordillera. La presencia de esas montañas me conmueve siempre, me siento como si volviera a casa. El barrio se llama "Dominicos" y es el hogar de un hermoso convento colonial de los padres dominicos, tiene una preciosa iglesia, un parquecito encantador, y un mercado artesanal de lo más variado y concurrido, tal vez porque era domingo. Había todo tipo de trabajos artesanales; trabajos hechos en la hermosa piedra azul de Chile llamada "lapizlásuli" y otras hermosas piedras provenientes de las minas chilenas, tejidos, trabajos en vidrio, en madera, pinturas, cuero, en fin, un surtido verdaderamente representativo de la riqueza cultural de un pueblo y de las hábiles y artísticas manos de sus artesanos.

En la ciudad de Santiago, se han establecido desde hace algún tiempo, buen número de ciudadanos libaneses y palestinos, testimonio de este hecho son los restaurante con la deliciosa comida del medio oriente. Visitamos uno, "Sherahzade", encantador, maravillosamente evocador; creo que leí muchos cuentos de "las mil y una noches" cuando era niña porque todo lo que tiene que ver con la cultura levantina me resulta verdaderamente fascinante. El restaurante estaba ambientado con música que me sugería un mercado árabe por cuyas estrechas callejuelas huían unos esclavos por entre tapices, velos de colores, ánforas, canastas de nueces, frutos secos, especias y aromas. Un hermoso rincón árabe en Santiago.

 Un detalle más llamó mi atención en la ciudad; está llena de edificios altos, verdaderamente altos, y nuevos y más desafientes entán en construcción. Pienso que debido a los grandes terremotos que son historia en Chile, la gente no querría vivir en semejantes alturas, pero la tecnología y la ciencia han desarrollado medidas de seguridad que son evidentes en la ciudad, porque a poco tiempo de un terremoto de nuevo grados en la escala, no vimos ruinas ni cosa parecida. Hermosa ciudad, hermosa experiencia..


. VALPARAISO

Siempre quise conocer este lugar, el sur del continente, este sur ignoto de Neruda, este territorio "al sur de la distancia" como le llama el poeta.

Pongo especial interés en observar la gente, intento descifrar su esencia, deseo ver su índole más amable o su disposición contraria; pero ésta visita será breve y no se puede pretender tanto, aunque es inevitable recibir algunas impresiones y como tales las registraré.

Los chilenos lucen formales y entregados del todo al trabajo. Su país se ve próspero, seguro, con bajos índices de delincuencia y ni siquiera vimos huellas físicas del último terremoto de hace muy pocos años.

Valparaiso merece una mencion aparte, un lugar que me parecio intensamente interesante, que impacta con su presencia desde el primer momento. Pero comenzare por el principio, la mañana del viaje a Valparaiso nos sorprendio con un guia nicaraguense, extrovertido, amiguero, recursivo y hablador que a poco tiempo de haberlo conocido ya nos habia contado sus "obras, vida y milagros", pero era un chileno ma había adoptado su acento y sus costumbres y que nos entretuvo mucho el viaje con toda clase de anecdotas e informacion, a veces algo inverosimil, pero siempre oportuna.

Con nosotros viajaban hacia Valparaiso una familia de brasileros, unas seis personas, y aunque el español y el portugues son dos lenguas romances que nos permiten la posibilidad de alguna comunicacion, nuestro desinhibido guía daba explicaciones e información a diestra y siniestra, con un vocabulario de muy buen nivel y me parecía que los brasileños no estaban siendo muy bien ilustrados, pero como sucede siempre, la mayoria de los extranjeros se encoje de hombros y hace como que entiende.

El viaje a Valparaiso está marcado por la cordillera costera, mas baja que la majestuosa cordillera de los Andes, y fértiles valles ocupados por inmensos viñedos que van haciendo su aparición a lo largo del camino. El primer valle que encontramos fue el de Curacaví, una voz mapuche que segun nuestro guía diletante significa "piedra de la fiesta". Después encontramos otro valle llamado Casablanca donde producen uvas para el vino blanco. En este tramo hay una población en donde el índice de desempleo es cero; todo el mundo encuentra trabajo en la industria próspera del vino.

Me encantó el nombre de un viñedo en particular: "viña indomita", los sonidos de la última palabra tienen tanta fuerza como su significado. Algo curioso entre los letreros o señales al borde de la carretera: "Lo Orozco", "Lo Vasquez", no se si esta forma de decir tiene una historia o una orígen; el guia, que siempre tenia una explicacion para todo, nos dio una que no me parecio convincente. ¿Sera quiza asi debido al acento de los chilenos que con frecuencia omiten la "s" cuando está entre dos vocales?.

Y así nos fuimos acercando a Valparaíso; lo primero que nos mostró el guía fue una cárcel moderna, aparentemente recién construída sobre un cerro, con una espléndida vista al mar. No es algo común para los presos tal privilegio, pero supongo que algún poeta habrá entre ellos. Al llegar a lo alto del cerro, observamos el imenso mar Pacífico golpeando con olas llenas de espuma los altos acantilados; el día fresco y soleado nos permitía observar un paisaje asombroso.

La población de Valparaíso se amontona en los cerros y abajo, junto al mar, en una estrecha franja, el puerto con sus muelles, sus grúas los edificios del gobierno y unas estrechas callejuelas con interesantes construcciones de un pasado sin ninguna duda más próspero y rico en los tiempos cuando el salitre era una fuente de riqueza para Chile y no existía aún el canal de Panamá, haciendo de este puerto un importante lugar para el desembarco de productos de todo el mundo y famosos personajes.

Desafortunadamente los nuevos medios y formas de comunicación, los terremotos con su inmesa carga destructora, hicieron que toda esa prosperidad desapareciera. Valparaíso es un pueblo que me pareció algo así como la representación del mapa físico de Chile, un lugar atrapado entre el mar y la cordillera. La población trepa por los innumerables cerros a lo largo de la costa, lucen poblaciones abigarradas, pintorescas, llenas de color y vida cruzadas por una increíble red de caminos que van por entre callejuelas hasta la cima.

Visitamos el cerro donde está la una de las famosas casa de Neruda, "La Sebastiana", convertida hoy en un interesante museo desde donde se observa el mar y la parte plana de Valparaiso. Me pareció encantador el ambiente al menos en esa calle que pasa frente a la casa del poeta. hay pequeños restaurantes de comida casera, y las casas adornadas con plantas y flores, ostentan en una placa colocada en lugar visible en la pared, hermosas frases de los poetas chilenos, en especial de Neruda. Este cerro en particular es habitación de no pocos pintores y las escaleras estrechas que llevan a sus casas están pintadas con interminales dibujos, pinturas y grafitis, llenas de mensajes y color. Un lugar sumamente interesante y lleno de vida.

En este cerro visitamos también un pequeño parque habitado por las esculturas de tres insignes poetas chilenos: Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Vicente Huidrobo; la pequeña plaza estaba ocupada también por ventas de artesanías, pasamos sin comprar nada aquí, los chilenos no son invasivos, ofrecen amablemente, pero no insisten.

Luego se sale de Valparaíso hacia Viña del Mar, las poblaciones están separadas solamente por un corto tramo de carretera que bordea el mar, en un paisaje absolutamente espléndido, pero el constraste entre las dos ciudades es también asombroso. Las diferencias socioeconómicas son claras, por demás evidentes, una pequeña cuidad, bien cuidada, limpia, con sus elegantes casas y mansiones, edificios de apartamentos con balcones llenos de flores, tiendas de las más famosas y exclusivas marcas, calles sombreadas por árboles frondosos y jardines bien cuidados.

A esta ciudad vienen a trabajar muchas personas desde Valparaiso, y luego, Viña del Mar también se sube a los cerros, un barrio de clase media alta, puebla este cerro que tiene como los de los pobres también, la maravillosa vista al mar, que en sus ignotas profundidades ha guardado por siglos, las olas fatídicas que suelen acompañar los terremotos, aquí, como dice Neruda, "cada ciudadado lleva en sí un recuerdo de terremoto". Y esto es real, hablé con un habitante de estos cerros, que me dijo que aún dormido siente que la tierra se mueve, tiene miedo. "Es un pétalo de espanto adherido al corazón de la ciudad". Visitamos también la ciudad de Chillán, hermoso lugar también, más frío y lluvioso que Santiago, y así nos despedimos de estos bellísimos paisajes, de su gente, su asombrosa geografía y su generosidad. Viaje al sur del continente