lunes, 31 de enero de 2011

Una tarde en Ginebra


Estamos ahora en Francia, muy cerca de Suiza, a sólo 15 minutos de Ginebra. Nuestra estadía aquí obedecía a asuntos del trabajo de mi esposo, así que no disponíamos precisamente de tiempo para el turismo. Así pues, el sábado en la tarde nos dispusimos a dar un paseo por la ciudad.

Lo primero en observar son las callecitas estrechas y los edificios antiguos; supongo que estos escenarios se repiten por toda Europa... la historia que se remonta a la época medieval y más atrás. La ciudad de Ginebra fue uno de los baluartes de la reforma protestante, la ciudad de Calvino.

El ambiente de la ciudad es alegre y bullicioso, mucha gente en las calles, restaurantes colmados de comensales; un evento deportivo se celebraba esa tarde y las calles estaban llenas de observadores apoyando a los participantes en una carrera por las estrechas callejuelas, grupos de músicos amenizaban el ambiente a pesar el intenso frío.

Ginebra es una ciudad elegante; las vitrinas de lujosas tiendas exhiben ropa y accesorios de marcas exclusivas, la mayoría exhibe joyería y relojería muy fina y de altos precios, la gente en las calles luce también muy elegante, se oyen varios idiomas, francés, alemán, portugués, inglés. Una sociedad rica y secular pero no me pareció muy cálida, supongo que por las naturales barreras que el idioma y alguna otra circunstancia imponen.

Visitamos el museo de la reforma, y la catedral donde predicó Calvino el gran reformador, lugares interesantes sin duda, especialmente para los interesados en la historia religiosa y la teología. En particular me resultan difíciles esos registros y recuerdos de total intoleracia y crueldad por parte de uno y otro bando ya que los protestantes que habían sufrido la grave persecución de la iglesia católica, la aplicaban a su vez a quienes no creían como ellos; una época terrible.

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