lunes, 17 de enero de 2011

Casa de la Memoria



En las maravillosas ciudades de Sevilla, Granada, Toledo, Córdoba y seguramente también en otras ciudades españolas, se encuentra "la judería".

La expresión misma suena despectiva; Borges hace alusión a ellos con el mismo nombre en su poema "El Golem" "... sabemos que hubo un día en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre en las vigilias de la judería..."

Visitamos uno de estos barrios en Córdoba. Estrechas callejuelas entre blancos muros, balcones con geranios florecidos que contrastan maravillosamente con lo blanco de sus paredes; todo el barrio es blanco, no sé si es igual en la judería de otras ciudades.

En este barrio de Córdoba, encontramos un monumento a Maimónides, célebre sabio judío de la edad media y un pequeño museo llamado "Casa de la Memoria". Los judíos tienen sin duda mucho que recordar; desde los tiempos bíblicos se cuentan sus dispersiones y el peligro de ser exterminados.

El museo, o Casa de la Memoria guarda algunos datos históricos de los judíos en "Sefard" (España) . Vinieron a estas tierras españolas durante la edad media y allí quisieron establecerse y vivir en paz, pero al parecer la paz es un tesoro que al pueblo judío le está negada. El museo es precisamente un testimonio de la fiera persecusión de que fueron objeto en los terribles tiempos de la inquisición.

Trajeron a estas tierras su religión, sus tradiciones, sus costumbres, pero debido a la constante vigilancia que ejercían sobre ellos sus perseguidores, muchos por conservar sus vidas fueron abandonando, al menos en forma pública, la religión de sus antepasados. La inquisición decretó leyes contra los judíos, fueron despojados de sus posesiones, hubo conversiones forzadas al catolicismo por todas partes, dejaron de guardar el ¨Sabath ¨ trabajando afanosamente en él con el fin de convencer a sus vecinos de que su conversión era real.

Después, debían probar los desdichados, que no tenían ninguna relación de sangre con sus antepasados judíos pues hasta eso se convirtió en delito y la mas leve sugerencia arrojada sobre alguien era grave motivo de investigación por parte de la inquisición; esto último motivó otra forma de saqueo al pueblo judío; debían pagar fuertes sumas de dinero a abogados que ejercían chantajes sobre ellos, y eran despojados.

Así fueron perdiendo los judíos de Sefard, su esencia, sus nombres, apellidos, costumbres y religión para tratar de conservar la vida. Los registros que leímos en el museo, dicen que algunos de ellos practicaban su religión en secreto, pero a fuerza de ocultarlo, fueron olvidando las fechas y el significado de sus festividades religiosas, y los judíos que hacían esto, eran a su vez rechazados por las comunidades que se mantenían fieles en otros lugares.

¿Debieron mantenerse fieles y arrostrar la muerte? Muchos se fueron, huyeron a lugares más propicios, ¿cómo juzgarlos?. Washington Irwing registra un hermoso pensamiento en relación con el último rey moro al abandonar Granada: "¡ Qué difícil resulta comprender que la vida misma tiene más valor para el infortunado, cuando nada le queda sino ella! ". Estas palabras vienen a mi memoria pensando en los judíos en "Sefard". Las situaciones extremas, creo yo, han de abordarse con suma compasión cuando es otro el que las padece; pero vienen a mí también en este momento otras reflexiones. Dios ha puesto "eternidad en el corazón de los hombres", ¿qué es la vida entonces para el que tiene la certeza de que ésta, es sólo un instante breve que se va "como sombra que declina", para el que sabe que perder la vida es ganarla?.

La Casa de la Memoria no se nos presenta como uno de esos imponentes museos tan comunes en Europa; es pequeño, está ubicado en una casa antigua, oscura, frágil, silenciosa... sin muchos visitantes interesados en lo que guarda. Es como si aún quisieran los judíos en "Sefard" permanecer anónimos, ignorados, para no atraer sobre sí la animadversión que les ha perseguido a través de los siglos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que triste, yo no juzgo, la vida de nuestros seres amados es lo más importante y tuvieron que hacer lo que fuera para conservarla. Gracias por todas sus anécdotas viajeras.

Ruth Grajales dijo...

Muchas gracias Mayita, aprecio mucho que visites mi blog. Abrazos