lunes, 10 de enero de 2011

El paso por La Mancha.



Poco después de salir de Madrid, el paisaje algo escarpado de áridas colinas se extiende por algunas horas después de las cuales se llega a unas inmensas planicies que se extienden hasta el horizonte a un lado y otro de la autopista. Estas enormes llanuras están sembradas en algunos tramos con algo de verdor y olivares.

De pronto aparece un gran letrero que dice :¨La Mancha¨... entonces, todo se vuelve mágico, desaparece la monotonía, vienen a mi mente los imprescindibles don Quijote, el ingenioso hidalgo, y su ocurrente y fiel escudero, Sancho Panza. Más adelante aparecen los ilustres caminantes a lo lejos en una escultura, y parece como si aún recorrieran los viejos caminos.

Es emocionante, vienen a mi mente las palabras... ¨En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme¨... El sentimiento es de inmensa ternura hacia estos entrañables personajes que entretuvieron mis horas en la infancia y en la juventud, porque los leí primero en fragmentos que aparecían en los libros escolares de lectura, y años después la obra completa.

En algún lugar del camino vi un letrero que ofrecía guía para recorrer algunas de las rutas de los famosos don Quijote y su escudero; se observan pequeñas casas vetustas, algunas grandes, en las que imaginaba las posadas en las que el valiente soñador tuvo tan señalados y temibles encuentros.

Más adelante, un restaurante se anunciaba con otro nombre ilustre: Dulcinea, la hermosa dama del ¨desfacedor de entuertos¨ , y ¡Oh maravilla! a lo lejos divisamos tres maravillosos molinos de viento, tal como los recordaba en las ilustraciones de los libros que poblaron mi infancia, con sus aspas inmóviles como esperando el viento o el ataque del arrojado caballero de la ¨triste figura¨. Estaban en lo alto de una pequeña colina, los miré perderse a lo lejos con los ojos llenos de lágrimas; me conmovieron profundamente.

Cuando regresábamos por el mismo camino, volvimos a verlos y volví a emocionarme como la vez anterior. ¡Dios mío, es un maravilloso regalo! Nunca pensé ver estos lugares tan desconocidos y lejanos pero tan amados como un acariciado y secreto sueño guardado mucho tiempo en los recónditos e íntimos espacios del corazón.

Y el paso por la Mancha fue sólo una sorpresa del camino, ignorábamos que pasaríamos por ella y aunque fue nada más que un vistazo a lado y lado de la autopista, la siento como una visita muy grata porque lo que vi y los sentimientos que despertó me transportaron a tiempos lejanos y me conmovieron hondamente, fue como haber visitado a unos viejos y queridos amigos.

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