jueves, 25 de febrero de 2010

Personajes

Puerto Cabezas es un pueblo de la costa de Nicaragua, ubicado frente al Caribe; estuvimos en este lugar hace muchos años y la verdad, no creo que haya cambiado mucho a pesar del tiempo transcurrido.

Tenía el lugar un mercado que ofrecía, no recuerdo si todos los días o sólo los domingos, una mercancía que no era ni muy abundante ni muy variada. Los misquitos, indígenas de la región, traían plátanos, yucas y otras raíces, cocos y algo de pescado. Se encontraba allí también el único aceite, válido para todo uso, desde cocina hasta remedio y repelente de mosquitos: el aceite de coco. La frutas y verduras, si es que se consideraban muy necesarias, había que mandarlas a traer desde la capital, en un pequeño avión que venía cada semana.

Había en el pueblo algunos restaurantes chinos, por llamarlos de pretenciosa manera, en los que era posible conseguir arroz cantonés, sopa de vegetales, wanton, "chow min" y alguno que otro plato de la variada gastronomía china.

Por supuesto que había en el pueblo también algunas iglesias de diferentes denominaciones, la más popular era la iglesia "Morava", había también cine, bares, algún probable banco y formas de vida bastante... digamos... "liberales".

En aquel tiempo podíamos ahorrar gran parte de lo que ganábamos porque no había en que gastarlo, el único lujo posible era el ya mencionado restaurante chino que no costaba gran cosa.

Conocimos allí a un personaje por demás peculiar, casi diría único en su "genero". Nada ortodoxo ni en su forma de pensar ni en su apariencia, todo esto tomando en cuenta que era un ministro religioso.

Era un viejo pastor de la iglesia, cuyo nombre no mencionaré. Nuestro conspicuo personaje poseía un rebaño de cabras que pastaba y retozaba tranquilamente todo el día debajo de la escuela construída sobre pilares de madera, como era usual en ese lugar, y en el amplio terreno frente a la misma; en la noche dormían debajo del edificio y en los pasillos y corredores junto a las aulas de la escuela.

Esto daba a todo el lugar el distintivo olor de las cabras; en realidad, después de un tiempo allí uno mismo sentía el olor de las cabras pegado a la ropa.

Nuestro pastor, (ministro religioso) aclaro por aquello de las cabras, tenia una singular manera de resolver los problemas. Circulaba por el lugar una anécdota que lo ilustra bien, y que fuimos privilegiados en escuchar del mismo protagonista.

La iglesia de la cual él era pastor, celebraba los servicios religiosos en un edificio destartalado y en peligro de caer en pedazos. Según él mismo nos contó, había pedido ayuda una y otra vez a los dirigentes de su organización para reconstruir el inmueble.

Tal vez porque Puerto Cabezas era un lugar de difícil acceso, habían hecho caso omiso de los pedidos de nuestro pastor, lo cual lo llevó a tomar medidas que algún escrupuloso podría cuestionar, pero evidentemente más efectivas.

Se dirigió a la dependencia del gobierno encargada de dar o cancelar licencias de funcionamiento a los establecimientos públicos, y denunció la condición insegura en la cual se realizaban los servicios religiosos en la ya mencionada iglesia.
Cursiva
Las autoridades del pueblo hicieron una inspección, éstos más atentos a su pedido que los otros, y clausuraron el edificio. Una vez realizado este trámite, el pastor llamó por teléfono a sus dirigentes en la capital y les dijo: "Lo que tanto temía, ha sucedido. La iglesia ha sido clausurada."

Así consiguió el recursivo líder lo que los ruegos y las constantes llamadas no habían logrado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajjajajaja!! Como me he reido con su anecdota (disculpe los acentos pero esta computadora no los tiene) Me hubiera gustado conocer al singular ministro, me encanto este relato. Gracias.