miércoles, 14 de abril de 2010

Personajes 2

Le llamé pomposamente "mi secretario particular". No es que tuviera o hubiera tenido alguna vez un contrato para trabajar conmigo o con los miembros de mi familia. Ni siquiera recuerdo con claridad la forma como lo conocimos, pero se convirtió en un personaje muy conocido y a veces hasta cercano.

Era fácil localizarlo, porque siempre venía al campus universitario en busca de trabajo, y solía mantenerse ocupado lavando carros, limpiando jardines, haciendo mandados, en fin, era lo que se llama un "experto en todo".

Me simpatizaba porque nunca pedía que le regalaran dinero, simplemente pedía trabajo, y no es que fuera un perfeccionista, más bien todo lo contrario, pero el tipo era bastante simpático y sin pretensiones.

Nunca confesaba desconocer algún oficio, como un día en que le pregunté si sabía limpiar chimeneas, y me contestó que sí desviando rápidamente la mirada para evitar cualquier inoportuna vacilación. Ingenuamente le pedí entonces que procediera con la limpieza.

Como única herramienta me pidió una escoba; pero el pedido me hizo sospechar que no era un "profesional" en el ramo. Al entregarle la escoba le pregunté. "José, ¿cuántas chimeneas ha limpiado?" "Esta es la primera" me contestó con toda sinceridad y sin distraerse de la labor.

Más frecuente era que le pidiera limpiar el patio, cortar la grama, recoger las hojas, etc, a todo lo cual accedía sin demora. Creo que el trabajo que más le gustaba hacer era el de lavar el carro, si no se lo pedíamos, él mismo venía a preguntar.

Era un personaje sencillo, un hombre de pueblo, humilde y sin letras, pero armado con toda la picardía y malicia de la raza; cuando sucedió la caída de las torres en Nueva York, le pregunté si no le preocupaba el hecho de que hubieran cerrado la frontera y no se podía entrar a Estados Unidos y recurriendo a la lógica más elemental, me comentó: "Pos si, será un problema, pero pos el río no lo van a poder cerrar". Su experiencia de turista "mojado" lo delataba.

Venía cumplidamente más o menos cada quince días para solicitar la limpieza del patio y cortar la grama; unos vecinos bondadosos, que también le daban trabajo, le prestaban además una vieja cortadora de césped manual, con la cual José pretendía ganarse algunos pesos para sobrevivir el día y con ésta venía a trabajar en mi patio.

Como ya mencioné, la calidad de su trabajo no era lo que pudiéramos llamar medianamente bueno y se pueden imaginar el duro trato que le daba a la cortadora de césped que además era prestada. Como era de esperarse, un día al pasarla encendida sobre un borde de cemento, la máquina, entre estertores y llamaradas, dejó de funcionar.

Como siempre sucede, mientras que algunos podían simpatizar con nuestro personaje por simpático e "ingenioso", a pesar del pobre desempeño, había quienes no lo querían por las mismas razones.

Al ver dañada una de sus principales fuentes de ingresos, se dirigió con toda decisión hacia la casa de otra familia, que como ya él había observado, poseía una flamante podadora nueva, grande, con varias velocidades, bien equipada y ya que él la necesitaba, supuso que sólo sería cuestión de pedirla para trabajar en mi patio.

Como José vino a decirme que no podía terminar su tarea porque la máquina se había dañado, no supe yo de las diligencias que realizaría, aunque sí me había sugerido la ya mencionada solución, pero yo me negué rotundamente a que lo hiciera.

Como ilustre representante de su raza, José mentía con descaro; después de mi negativa de pedir prestada otra máquina, se fue directamente a la casa de los vecinos y le pidió olímpicamente a la señora que le prestara la máquina, a lo que por supuesto ella se negó y José se fue tranquilamente a su casa.

Lo supe porque la misma vecina me lo contó una mañana y me dijo tener mucha pena conmigo por no haber prestado su máquina explicando a su vez que no lo había hecho porque conocía lo descuidado e irresponsable que era José. Más avergonzada me sentí yo porque no sabía exactamente en nombre de quién el susodicho había hecho el pedido, y me deshice en explicaciones también tratando de convencer a la señora de que yo no había tenido nada que ver con el atrevimiento de José.

Cuando volví a ver a mi "secretario", estaba yo algo disgustada con él por el incidente de la máquina y le pregunté sobre el asunto, pero sin inmutarse un ápice me dijo "¿cuál?, noooo, yo no he ido a pedir nada, no conozco a nadie en esa casa...

Dirán ustedes qué clase de personajes son los que colecciono en mi memoria, pero a mí estos curiosos individuos me resultan encantadores, me parecen sobrevivientes de la vida, una vida por demás dura y difícil.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja!! Que José tan malhecho y descarado!!Jajaja

Anónimo dijo...

Jaja...como me acuerdo de Jose....y tambien recuerdo muy bien "quienes" no lo querian .. jaja
Lili

Ruth Grajales dijo...

Muchas gracias por visitar mi blog. De veras lo aprecio mucho.

Anónimo dijo...

No tiene que agradacer que visite su blog, para mí es un gusto, el otro día lo leí todo y puse más comentarios porque las primeras entradas yo no las había visto... Muchos besitos para usted y su esposo, los recuerdo con mucho cariño.