jueves, 18 de febrero de 2010

Lo importante es amarlos

Los niños tienen muchas necesidades y dependen de los adultos para satisfacerlas. Esa condición de dependencia lo hace extremadamente vulnerables; su seguridad sólo es preservada por el amor de sus padres.

A medida que crecen esa necesidad de amor no disminuye, con su crecimiento y desarrollo, con su lucha por adaptarse al mundo que los rodea, como una constante, permanece la necesidad de ser amados y aceptados como son, para aprender de esa manera a amar la vida, la gente, el mundo en que viven.

Desafortunadamente, en nuestro convulsionado mundo pareciera que estamos más preparados para enseñarles a temer, a desconfiar, incluso a odiar, todo lo cual equivoca el enfoque para el desarrollo de un carácter equilibrado.

En los primeros años de su vida el niño entra en contacto con otras personas aparte de su círculo familiar inmediato y muy pronto se encuentra dentro de un aula de clase, rodeado de un ambiente que puede resultar intimidante para el niño por la cantidad de elementos y circunstancias desconocidas para él.

Los niños necesitan herramientas y habilidades con las cuales aprender a tener éxito en el aprendizaje y los maestros están armados con todo tipo de metodologías, estrategias, paradigmas, novedades y tecnología que serán valiosos apoyos para el desarrollo intelectual del niño.

Pero deseo llamar la atención a que todo esto será de poca utilidad si el maestro no realiza su trabajo con el corazón, sus mejores esfuerzos servirán de poco si no los ama. Y este es un importantísimo principio educativo que deben aprender padres y maestros. Lo más importante es amarlos.

La gran necesidad de apoyo y estímulo que tienen los niños para aprender debe ser suplida con amor, pues en cuanto los niños se sientan aceptados y amados, tendrán la seguridad que necesitan para aprender, sabiendo que al equivocarse, olvidar, fallar, el maestro comprenderá estos sucesos como oportunidades para aprender.

Los niños son a su vez excelentes maestros, no sólo de sus compañeros sino también de sus maestros; mientras enseñamos, aprendemos, siempre y cuando nuestra mirada interior esté dispuesta para ver lo que ellos tienen para compartir con nosotros.

El amor hace milagros, es una verdad reconocida, y en el campo de la educación es una realidad que a veces algunos olvidan. Padres y maestros: lo más importante de todo, es amarlos.

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