martes, 23 de junio de 2009

Una mano amiga

Algunos maestros conciben el aula de clase como un lugar "cerrado", como de su exclusiva intervención y pierden la oportunidad de recibir aportes que pueden resultar muy ricos, ya por la novedad de los que intervienen, ya por el valor mismo del conocimiento especializado que la persona tenga.

Me refiero especialmente al nivel primario, al trabajo con niños; recuerdo incidentes que fueron especialmente valiosos y ricos en la experiencia que vivimos todos en el aula. Tenía un tercer grado muy heterogéneo en cuanto a nivel socioeconómico se refiere, y decidí que de acuerdo con los temas que el programa escolar fuera presentando, yo iba a incorporar la visita de los padres al aula.

Hablé con ellos en la siguiente reunión de padres de familia que tuve, y los encontré muy receptivos y encantados con la idea de participar con algún tema o actividad en el aula de clase.

Contábamos con un padre de familia que era médico, otro que era arquitecto, una mamá que era fotógrafa de profesión, una que trabajaba en una fábrica de quesos y embutidos, otra dedicada a las artesanías y manualidades regionales, en fin, había muy buen recurso para trabajar.

Así pues, comencé a ordenar los temas y actividades y a organizar un calendario que fuera factible para ellos de manera que pudieran visitarnos en el aula y participar. Los niños también estaban enterados de la novedad, y se mostraron muy entusiasmados frente a la posible visita de sus padres, incluso enpezaron a "informarme" de las habilidades que conocían de sus padres con el fin de que los invitara a venir: un papá era excelente árbitro de fútbol, una mamá sabía preparar deliciosos postres, otro era muy bueno haciendo reparciones en casa, uno más trabajaba en el departamento de policía... al parecer todos deseaban ver a sus padres colaborando en el salón de clases. El asunto pareció aportar novedad y motivación a nuestras rutinas diarias.

El primero en venir fue un médico, y vino para hablarnos de los huesos, a propósito del tema que debíamos abordar en la clase de ciencias. El doctor llegó al salón con su bata blanca y su estetoscopio colgado al cuello, y armado con interesante material didáctico, una serie de huesos de varias partes del cuerpo, unas diapositivas; desarrolló el tema de forma muy amena. Creo que su intervención fue un valioso aporte al aprendizaje de los niños incluso con respecto a una visión a futuro sobre lo que quieren ser cuando sean grandes.

Sin embargo, lo que me pareció el mayor logro de la experiencia fue la expresión de sumo orgullo, satisfacción y alegría en el rostro del hijo del doctor que era alumno de mi clase, un pequeño con algunos problemas de aprendizaje, incluso de autoestima debido al gran esfuerzo que le reportaba presentar un rendimiento medianamente aceptable. La experiencia de que sus compañeros y su maestra conocieran a su padre fue grandiosa, le ganó el respeto de sus compañeros, lo hizo sentir importante, protagonista, fue un gran día en su experiencia escolar e imprimió motivación a su vida como estudiante. Cuando agradecimos al doctor por su visita y lo despedimos, el niño estaba radiante.

La madre de otro de nuestros estudiantes vino con todo su equipo para enseñar a los niños cómo se elabora el queso y fue un mañana verdaderamente excitante, los niños estuvieron todo el tiempo interesados, quizás por el hecho de que el queso era un producto muy conocido y familiar en sus hogares; ese día aprendieron tocando, dando forma, probando. Fue emocionante, y se repitió la experiencia antes descrita, ahora con el hijo de la señora que muy ufano ayudó y apoyó la labor de la mamá mientras nos enseñaba su técnica.

Esto se convirtió en una verdadera vivencia que se repitió a lo largo de algunos meses, mientras una de las mamás nos enseño a elaborar adornos de navidad, otro de los padres vino con sus "herramientas" de arquitecto para enseñar algunas nociones sobre construcción de puentes y caminos, y responder además las preguntas de los niños, otro más era un abuelo que conocía muy bien la comunidad desde sus inicios unos sesenta años atrás, y nos trajo interesantísimos relatos y anécdotas del pasado que los niños disfrutaron mucho.

Recomiendo ampliamente la experiencia; los beneficios en el ánimo y la motivación de los niños son notables, y enriquece el aprendizaje ayudando a los alumnos a entender que no es el maestro el único que enseña, sino también a valorar que fuera del ámbito del aula, hay mucho para aprender.

También hay que tomar en cuenta que en la comunidad en que la escuela esté ubicada, puede haber mucho recurso humano que puede ser muy útil dentro del aula, es sólo cuestión de explorar y hacer un poco de relaciones públicas alrededor con el fin de convertir el aula de clase en un lugar abierto a las oportunidades y los aportes que pueden venir de afuera, que es finalmente el lugar donde los niños más aprenden, aunque esto último pueda sonar un poco a crítica.

Incluso, se puede incluir entre los colaboradores del aula a los compañeros maestros, que puedan venir en determinado momento para alguna aportación de acuerdo a lo que conocemos de sus habilidades; del personal que administra, incluso del conserje de la escuela, porque creo que todos, incluso el más humilde tiene algo que enseñarnos.

En resumen, incluir a personas fuera del aula para contribuir al aprendizaje puede ser una herramienta importante también para la transmisión de valores, resaltando a su vez el hecho de que todas las personas, no importa el campo de trabajo y su posición en la escala socioeconómica, tienen mucho que aportar y debemos mirar con respeto a todos, tanto los de origen humilde como los que tienen una posición destacada en la sociedad. Al fin y al cabo, la tarea más importante de la educación lo constituye la formación de un carácter noble, para dar como producto un ser humano bueno, solidario, generoso, compasivo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy cierto, cuando la familia, la comunidad y los amigos se involucran el aprendizaje se vuelve más divertido e inolvidable-