martes, 2 de junio de 2009

Ser abuela

Creo con toda convicción que ser abuela es maravilloso. Para las que ya lo son, las explicaciones no hacen falta, pero una "descripción del puesto" puede arrojar alguna luz con respecto a las responsabilidades inherentes al "cargo" el cual, siendo ocupado por personas con tal diversidad de culturas, costumbres, idiosincracias y mentalidades, sólo puede ser abordado desde una perspectiva muy personal.

Una abuela no es lo mismo que una madre y aunque recibimos "el nombramiento" el mismo día, hay que tener en cuenta los fuertes sentimientos que la maternidad conlleva; no reconocerlos puede entrañar graves riesgos para la relación entre madres e hijas o nueras, pero afortunadamente todas tenemos la capacidad de reflexionar y recordar cómo nos sentíamos el día en que la hija o el hijo nació .

Con esto quiero decir que debemos ocupar un discreto lugar en la escena para permitir que la madre despliegue toda la abrumandora carga de sentimientos y sentido de responsabilidad que el recién nacido provoca en ella. En este punto la abuela puede llegar a sentirse una experta, pero ¡cuidado! posiblemente sea una experta como madre, pero como abuela, es una novata.

Los nuevos padres están llenos de expectativas y además felices y emocionados con sus nuevas funciones, con el corazón henchido de buenos deseos y amor desbordante hacia el pequeñito recién nacido; lo mejor en este momento es permitirles desempeñarse sin estorbos, sin abrumarlos con consejos y acciones que les hagan sentir como si estuviéramos usurpando su nuevo papel.

En estos casos la abuela debe ser algo así como un "jugador en la banca", lista para entrar en acción cuando sea llamada, (y con toda seguridad que lo será). La ansiedad de lo padres y especialmente de la madre poco a poco se va tornando en seguridad, y la abuela tendrá el camino más libre para ejercer suavemente sus encantadoras funciones.

La responsabilidad que entraña el ser abuela genera un sentimiento diferente, que se anuncia con más serenidad, con una paz nueva y hermosa. Tener de nuevo en el regazo a un bebé que es nuestro es un sentido tan entrañable es una experiencia que conmueve el corazón y después, mientras observamos como crece y se desarrolla su inteligencia notamos también como se van desarrollando fuertes lazos afectivos entre ese niño y nosotros. La ternura y entusiasmo con que esos pequeños nos ofrecen amor y aceptación sin condiciones, es absolutamente conmovedor. Los nietos aportan a la vida un sentido de renovación, de nuevo comienzo, de expectativa, sin el cual la vida se tornaría gris y rutinaria.

No todas las personas tienen el privilegio de poder establecer una buena comunicación con los niños, tal vez la clave del asunto estribe en la capacidad de poder disfrutar su compañía, de ser sensibles a sus necesidades de afecto y atención. En este sentido es posible que las abuelas tengamos una especial disposición natural para brindar a los niños tiempo y espacio para fortalecer una relación que nos permita ofrecer a mediano y largo plazo apoyo, amor y compañía a los nietos.

Una abuela debe apoyar y enriquecer el desarrollo espiritual de los pequeñitos. Desde esta posición tenemos oportunidades que no hay que desaprovechar, cierta especial y privilegiada posición en el corazón de los nietos, nos permitirá animarles en la fe y el amor a Jesús, en hacerles notar lugares, objetos, situaciones que puedan contribuir a fortalecer su conocimiento acerca de lo eterno y trascendente.

Debemos también estar dispuestos a escucharles; esto implica necesariamente estar dispuestas a escuchar de forma afectuosa y paciente, como dice Tromelli "con el corazón y la mente, los sentidos y las emociones." Los niños tienen una gran necesidad de ser escuchados y los adultos parecen estar siempre demasiado ocupados para prestarles atención. "Nadie sabe escuchar como mi abuela" , "es que ella sí me escucha", son expresiones que alguna vez habremos dicho u oído y que confirman esa necesidad de la que hablamos y es muy dulce para una abuela cumplir esa función, que puede dejar verdadera huella en el alma del niño que tiene la oportunidad de pasar tiempo con sus abuelos y recibir ese valioso aporte de afectividad en una relación tan rica y especial. Alguien dijo que quien crea que el arte de conversar ya no existe, es porque no ha tenido que acompañar a un niño a la hora de dormir. Es inagotable en los pequeños la necesidad de ser escuchados, aunque también es cierto que les gusta escuchar.

La construcción de la relación entre una abuela y sus nietos, crece mientras aumenta el grado de confianza y complicidad al compartir pequeños secretos de cosas descubiertas en la mutua compañía, al ayudarle al niño a entender y reconstruir incidentes que pueden ser muy significativos e importantes en el desarrollo de su carácter, en la solución de sus constantes (y nada fáciles) preguntas, en el relato de sueños, temores y expectativas.

Ésta es también una posición de privilegio para ayudar a transmitir los valores familiares, y en este ámbito la abuela puede valerse de toda su imaginación para enriquecer la de los niños en la inagotable tarea de relatar cuentos e historias, reales e inventadas casi siempre de la manera más improvisada, mientras dan un paseo, trabajan en el jardín, colorean un dibujo, o acompañan una improbable siesta.

La edad nos hace más reflexivos, al menos eso creo, y tenemos muy identificadas frases, anécdotas que circulan en las reuniones familiares, gestos personales, relatos que se transmiten desde tiempos lejanos y que van constituyéndose en una especie de acervo y legado para nuestra familia. Pues bien, hay que pasar la herencia a los pequeñitos del presente, ayudar a mantener vivos esos valores que las prisas de la vida moderna pudieran poner en peligro.

Una abuela debe proveer "amor incondicional, serenidad, bondad, paciencia, buen humor y lecciones de vida" R. Giuliani. Y todo parece dicho en esta frase; los padres se sienten a menudo abrumados por la carga de la responsabilidad en la educación de sus hijos y la lucha por proveer para todas sus necesidades, y la serenidad de la abuela puede ayudarles a ver un aspecto menos grave y más pasajero con respecto a incidentes que no tienen una trascendencia mayor, y la infancia está llena de ellos.

Una abuela apoyará la buena disciplina, entendida ésta como enseñanza y formación del autodominio, aplicada en el ambiente de un hogar amoroso.Cursiva En este aspecto será importante que la abuela sea muy respetuosa en reconocer el importante papel de los padres al disciplinar a sus niños y apoyarlos cuando su consejo sea solicitado.

Hay que trabajar para transmitir a los niños el conocimiento de miembros de la familia ausentes; me gusta hacer álbumes de fotografías que atesoran momentos lejanos, personajes del pasado y del presente que no comparten nuestra cotidianidad, pero que pertenecen a los entrañables; no debemos permitir que se mantengan anónimos para nuestros niños. Construir árboles genealógicos, escribir anécdotas y relatos familiares para ellos, será de imponderable valor para ayudarles a construir memorias sobre sus vidas y darles un sentido de identidad y pertenencia.

Una abuela también estará dispuesta a cuidar de sus nietos, mientras los padres se toman un respiro; puede proveer además un hogar con aromas y cosas interesantes para la curiosidad de los niños; les enseñará a ver las estrellas, a oler las flores, a admirar la luna, a observar las caprichosas formas de las nubes, a reconocer el encanto de los caminos rurales, a observar con asombro el fuego de la chimenea, a mojar los pies en el agua fresca, a mirarse en un charco cristalino, a mojarse en la lluvia, a jugar y explorar sin preocuparse de ensuciar la ropa, a amar los libros, a observar a la gente, a conmoverse con lo cotidiano, a entender que las cosas no son más importantes que las personas, a ser agradecido y a estar feliz con lo que posee, a amar a los animales, a soñar, a pensar, a imaginar.......

Desde mi perspectiva, ser abuela es emocionante, una experiencia rica e inagotable, y como alguien dice: si hubiera sabido antes como era ser abuela, no habría tenido hijos, sino nietos, ¡Dios los bendiga!





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