martes, 16 de junio de 2009

Lo mejor de la vida

Es bueno estar vivos, es bueno saber que alguien nos ama, es bueno amar a alguien... y así podríamos seguir enumerando las cosas que nos parecen buenas o que nos gustan, y aún más, analizar por qué nos parecen así. Todos somos diferentes y asumimos nuestra realidad de diferente manera, a través de nuestra propia y peculiar manera de percibir.

Me parece que escribir lo que pensamos nos confirma, por eso intento este ejercicio con la idea de que me ayude posiblemente a conocerme un poco mejor, a descubrir esa "conciencia" interna y con ello también abrigo la esperanza de encontrar con quién coincidir o disentir... ¿por qué no?; también es saludable.

Cuando era pequeña y viajábamos con mis padres por las cordilleras de mi país, alimentaba mi imaginación infantil con los espléndidos paisajes de las montañas, con la visión de aquellas aldeas campesinas y los aromas de las madrugadas en aquellos parajes. Quedaron grabados en mi memoria con tal claridad, que pienso que si volviera a verlos hoy, los reconocería de inmediato.

De aquellos paseos me queda un amor rotundo por los paisajes y la naturaleza, los prefiero por mucho a las ciudades, y ahora al reflexionar sobre el tema, estoy convencida de que están en mi lista de lo mejor de la vida. La modernidad nos ha hecho perder un poco, o un mucho, la capacidad de asombro, esa que hace que los niños mantengan los ojos muy abiertos con esa expresión encantadora y peculiar de quien acaba de descubrir lo que ve; pero la naturaleza, en sus aspectos majestuosos tanto como en los mínimos y pequeños, nos permite asombrarnos, y vernos desde una perspectiva más real, ¡ somos tan pequeños !

Y el asombro nos lleva también al ámbito de la reflexión espiritual en el cual, los que creemos que hay un Creador y Sustentador de todo lo que existe, nos sentimos confirmados en nuestra fe ¡ Cuán grande es El ! En la naturaleza es entonces donde encuentro una larga lista de lo que son las mejores cosas de la vida.

El olor de los jazmines, el silencio y la imponente soledad de los desiertos, las majestuosas cordilleras nevadas de los Andes, los ríos cristalinos y rumorosos, el viento fresco que susurra entre los árboles del bosque, el atardecer de espléndidos colores en una tarde de verano, un aguacero tropical, breve, copioso y musical; la sorpresa en los ojos de los vendados al verse sorprendidos cuando se asoman fuera del bosque, las primeras flores de la primavera, un concierto de chicharras en una tórrida y calurosa tarde, las aves que surcan los cielos en sus misteriosas rutas de migración, los velos de neblina sobre las altas montañas, el descubrimiento de un nuevo rincón inimaginado y sorprendente... son lo mejor de la vida.

Hay otros ámbitos en los cuales encontrar abundante material para seguir con esta lista de cosas buenas, el hecho mismo de elaborarla nos lleva a sentir inmensa gratitud por los privilegios que el Dador de la vida nos ofrece al concedérnosla, y la gratitud es uno de los mejores dones porque nos hace contentos, no indiferentes ni desolados, somos objeto de cuidado, y de manifestaciones de amor y bondad inagotables; nos mueve incluso a desear compartir lo que recibimos con otros menos afortunados, porque dar es... lo mejor de la vida.

En el mundo intensamente materialista en que vivimos, vale la pena hacer una lista de aquellas cosas incuestionablemente buenas y que no cuestan dinero; vale la pena, porque muchos se sienten desdichados por la falta de bienes materiales, porque ya muchos no disfrutan y ni siquiera notan cuán ricos son aunque no tengan dinero. ¿ Es esta una visión ingenua de la vida ? Quizas lo sea, pero es feliz en tanto llena el corazón de gratitud y paz porque la alegría no depende de las cosas que se compran. Sin embargo, escribo esto con plena conciencia de que la carencia o ausencia total de bienes materiales llega a ser para los que la padecen, profundamente dolorosa y limitante; compartir con ellos es también nuestra responsabilidad.

La lista de cosas buenas que cada uno puede elaborar puede ser interminable en tanto comience a reconocer y valorar lo que le rodea; el hogar y la familia son definitivamente fuentes de gozo que encierran lo mejor de la vida: el grato aroma, acogedor y delicioso del pan recién horneado, el llamado de los niños que despiertan con toda la expectativa y alegría que el amanecer les trae, la mesa compartida, un jarrón con flores de mi patio, un paseo juntos por las calles de un pueblecito tranquilo, la chimenea encendida, la vigilia con la buena compañía de los hijos, los álbumes viejos repletos de recuerdos y fotografías del pasado, la casa solitaria y silenciosa, la casa llena con los hijos, los nietos, los amigos, la navidad con niños, el árbol junto a la ventana, los ruidos familiares, las voces amadas...

Son todas lo mejor de la vida, son cotidianas, están allí muy cerca, y a veces no las vemos, y estamos tristes por lo que no tenemos. Señor, unge mis ojos "con colirio, para que vea"...


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy positivo, si hacemos el hábito de recordar 5 cosas buenas todos los días al despertar creo que disfrutaríamos más el día.