miércoles, 29 de julio de 2009

¡¡ Tere !!

Era yo muy joven cuando la conocí, en un pequeño pueblecito con un nombre que puede sonar algo amenazador, "Volcán", pero que nada tiene que ver con la tranquilidad de un ambiente rural y provinciano.

Llegué allí con un niña de un año y un embarazo de nueve meses; era un lugar nuevo para nosotros; mi esposo y yo estábamos solos en este lugar, no conocíamos a nadie.

Recuerdo que nos asignaron para vivir una casa vieja de madera, que crujía de forma siniestra y esos ruidos se agigantaban durante la noche. En la mañana nos levantamos con la firme determinación de buscar otra casa en el pueblo.

Como una bendición, muy temprano apareció Miguel, hermano de Tere; su bondadosa madre lo enviaba a saludarnos con un delicioso tazón de "chicheme" y unas hojaldras para desayunar.

Aún recuerdo lo reconfortante que fue saber que no estábamos tan solos; a nuestra querida
" hermana Dora" la habíamos conocido en la ciudad de Panamá y ahora estaba en Volcán con su familia.

Nuestra buena suerte no terminó allí; encontramos una casita precisamente al lado de la casa de nuestra "hermana Dora" ¡qué dulce bendición fue esto para nosotros!

Y he aquí nuestro personaje favorito: Tere, una jovencita alta y espigada, de unos doce años, con más energía y ganas de jugar que un cachorrito.

Tan pronto llegamos ella apareció acompañada de su madre, la mujer más bondadosa, servicial y amable que he conocido. Nunca venía a casa con las manos vacías, tampoco ese día cuando nos trajo a Tere, su hija. La madre regresó a su casa y Tere se quedó... se quedó para siempre.

Recordarla produce siempre la misma reacción en mis hijos: una mezcla de ternura y nostalgia, aún hoy después de muchos años. Su nombre evoca alegría, travesuras, risa, juegos...

Su disposición para el juego era sorprendente, parecía lamentar siempre la obligación de ir a la escuela en lugar de emplear su tiempo en actividades más "nobles y divertidas".

La más afortunada fue Tita, la primera de los hijos en conocerla, tenía un año y ambas se adoptaron mutuamente desde el primer momento.

Recuerdo con toda claridad una caja grande de cartón en la que Tere y un pequeño primo suyo metieron a la niña y la pasearon por toda la casa y sus alrededores mientras el improvisado juguete resistió.

Pocos días después nació Lili y Tere estaba ya lista para incluirla en su "club" que no tenía límite de edad y la aceptó sin trámite. No sé que hubiera hecho sin Tere en aquellos años, llegó a nuestras vidas y se nos volvió indispensable, su presencia y su amistad se hicieron entrañables para nosotros.

Tere era algo así como hada madrina, compañera de juegos, dama de compañía y solución de cualquier problema doméstico. Si no podía resolverlo ella, su mamá se hacía presente con alguna infalible solución; ella podía resolver cualquier cosa, desde eliminar una temible tarántula debajo de mi lavadero, hasta la difícil tarea de arrancar unos chayotes de mi patio poblados de feroces espinas y luego enseñarme como pelarlos para que no me manchara las manos con ellos. ¡Era una persona maravillosa!

Pero volvamos a Tere, era en verdad una protagonista nata, tenía gran espíritu de líder y lo más sorprendente y encantador era que encontrara divertido venir a jugar con una niña de un año y su hermanita de sólo unos meses.

Pasamos dos o tres años preciosos en Volcán, de vez en cuando la "hermana Dora viajaba a la ciudad capital y se llevaba a Tere dejándonos a mí y a las niñas como huérfanas... si, huérfanas de su alegría, de su risa, de sus juegos incansables, de su enorme generosidad y su gran corazón.

Nos fuimos de Volcán, volvimos a la capital, de ahí a El Salvador, y luego a Costa Rica, pasaron los años, pero Tere fue siempre una ausencia sentida y recordada.

En Costa Rica, un feliz acontecimiento: volvimos a encontrar a Tere, a nuestra Tere, juguetona, feliz, pletórica de entusiasmo y energía: seguía siendo la niña grande que habíamos conocido años atrás y mis hijas estaban emocionadas de volver a verla, lo que más deseaban era llevarla a casa.

Después nació Tev, y él también fue bendecido con su amistad y sus juegos aunque no tuvo la suerte de disfrutarlo por tanto tiempo como sus hermanas.

No puedo olvidar las travesuras de Tere que también yo disfruté y a veces sufrí, como la vez que queríamos hacer un pan de bananos para su mamá; ella envío a Tere a buscar la harina que necesitábamos, Tere fue y regresó inmediatamente con la harina equivocada. El pastel fue un fracaso, pero ella reía divertida repitiendo mi más encarecido encargo: "échele tres para que crezca".

Tampoco olvido aquella frustrada donación de sangre y el sustancioso almuerzo preparado para nuestra ilustre donadora que a la hora del suceso, nos resultó anémica. Todo fue siempre motivo de risa y diversión para Tere.

Fueron años felices para mis hijos y para mí, ¡cuánto me gustaría que ellos encontraran también una "Tere" para sus niños!

Gracias a Dios por ella y su enorme corazón de niña traviesa, por su amistad generosa, noble e incondicional que nos regaló siempre mucho más de lo que de alguna manera, tal vez, pudimos darle.
"...Y amigo hay más unido que un hermano" Prov.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pareciera oir las carcajadas de Tere.Que relato tan divertido.

Anónimo dijo...

En verdad, esta historia me hizo recordar y llorar al mismo tiempo, pero siempre, yo era la que salía ganando, por toda la felicidad que doña Ruth, Tita, Lily y Tev me brindaron. A Dios le agradezco haberme permitido encontrar en mi camino a la persona más noble que he conocido. Siempre estaré agradecida por permitirme estrar a su casa y a sus corazones.