martes, 4 de agosto de 2009

Marrakech

Muchos de mis recuerdos se relacionan también con los aromas, en especial con los de la cocina. Animan los sentidos, despiertan el alma a veces adormecida en los afanes de la vida.

Considero que hay poesía en la cocina; me parece además que el alma de los pueblos se manifiesta en su gastronomía y me merecen mucho respeto las costumbres culinarias de cada rincón del ancho mundo.

Una vez mi hija y su esposo me invitaron a un restaurante marroquí con la intención de celebrar mi cumpleaños. Estábamos en California, la fachada del restaurante no prometía mucho excepto por el nombre: "Marraquesh" la ciudad que tiene uno de los mercados de comida más espectaculares del planeta, a cielo abierto, con toda la combinación de exóticos sabores, aromas y colores explotando en festiva celebración de los sentidos; todo un patrimonio de la humanidad como lo determinó la UNESCO.

Pues bien, fue una comida memorable, al menos en lo que a mí respecta ya que estábamos acompañados de mi primer nieto, en ese momento de casi un mes de nacido.

Una vez dentro del lugar, nos sentimos trasladados a otra dimensión, un escenario árabe; la decoración, la disposición de las mesas y su diseño era según las exóticas tradiciones del medio oriente.

Me fijé en cada detalle, nos indicaron el lugar y nos "acomodaron" en el piso sobre cojines bordados frente a una pequeña mesa que se sostenía de forma que me pareció algo precaria.

Pronto vino un hombre que nos trajo una jarra de cobre, de cuello largo, como sacada de un cuento de las mil y una noches; traía además un platón en el cual debíamos poner las manos mientras él vertía un agua tibia y perfumada de jazmines.

También noté que el hombre trataba con evidente desdén a las mujeres, pero hasta ese detalle armonizaba perfectamente bien con el estilo del ambiente.

El desfile de platos exquisitos en presentación y sabor comenzó con un bandeja grande y redonda surtida de pequeñas ensaladas aderezadas con aceite de olivas y limón y abundantes rodajas de cebolla morada, tomates y habichuelas.

Se presentó de nuevo nuestro desdeñoso mesero con una hermosa y honda canasta de pan fresco, blando, de crujiente corteza y dulce migaja, delicioso para acompañar la ya descrita bandeja de ensalada.

No sentíamos un poco incómodos, como sucede siempre frente a lo nuevo o desconocido, o a costumbres que no son las nuestras. No había cubiertos, y nos dispusimos a disfrutar de los alimentos a mano limpia; con justificada razón se había relizado el rito del lavamiento de las manos.

A pesar del aparente inconveniente, templamos el ánimo, metimos mano a los platillos y los disfrutamos plenamente. El siguiente plato fue algo difícil de describir, podríamos llamarlo "pastel", caliente, humeante, pleno de aromas y expectativas, ¿era dulce o salado?

Había que tocarlo, desmenuzarlo, arrancarle un pedazo, lo cual era verdaderamente lamentable ya que parecía una verdadera obra de arte, lucía como un hermoso paquete cuidadosamente envuelto en muchas capas de delgada y crujiente pasta.

Al partirlo se intensificaron los aromas; canela, clavos de olor, almendras, pistacho, higos, pasas, carnes, cebollas, ajos, todo en una mezcla exquisita de combinación perfecta.

El sabor llenaba con creces las expectativas, los sabores llenaban el paladar en una explosión de sensaciones en una amplia gama. Valía la pena disfrutarlo lentamente.

Después de esto, el plato principal compuesto de pollo y cordero aderezados con canela, ciruelas, pimentones y cominos; sencillamente delicioso.

El postre eran unos pequeños y delicados dulces que se deshacían en la boca diluyendo completamente los fuertes sabores de los platos anteriores. De nuevo el ritual del lavamiento de manos, esta vez de obligado trámite. Para terminar, un té exquisito con aromas a jardines orientales.

Salimos, y afuera nos invadió la brusca sensación de haber pasado de la tienda de un rico beduino del desierto, al vulgar mundo capitalista de ruido, tráfico y semáforos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola profita!! Soy Mayari. . . Maya
Siempre la he admirado y ahora aun más. . . Sus artículos son muy lindos!!! Felicidades!!
La he buscado mucho tiempo, pues desde que se fue de Montemorelos no supe más de usted, pero me alegra haberla encontrado nuevamente!!!
Mi mail es: abeja_maya@hotmail.com si puede por favor escribame.
Y de antemano le agradezco su paciencia, cariño y enseñanza!! ES UNA EXCELENTE MAESTRA!! LE ADMIRO, RESPETO Y QUIERO MUCHO!!!
DIOS LE BENDIGA!!!

Anónimo dijo...

Hola: Maestra, cuanto gusto me da encontrala, siempre quise saber de usted. Hasta hace poco le escribí al pastor, y el me dijo de su blog, pero no le pregunte... y se me ocurrio buscarla por internet. y que cree... la encontre jajaja.
Siempre la recuerdo mucho, y siempre estaré muy agradecida con ustedes. Mi correo es rosaliliaguerrahernandez@yahoo.com.
Muy lindo su artículo. Ojala podamos estar en contacto. Hasta pronto. Rosa Guerra

Anónimo dijo...

La descripción fue tan realista que se me antojó jejejee!!!